La primera cantina instalada dentro de El Molinón fue construida en el fondo norte y era regentada por el popular José Argüelles “el Roxu”
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La primera cantina instalada dentro de El Molinón fue construida en el fondo norte y era regentada por el popular José Argüelles “el Roxu”, propietario del conocido restaurante «El Retiro de La Guía”. A primeros de los años treinta, el club la gestiona directamente por medio de a finales de José Heres Junquera, popularmente conocido como “Pepe Junquera”, que fue comercial de distintas casas de bebidas, entre ellas sidra El Gaitero, muy vinculada al mundo del fútbol. Un directivo del R.C.D. Español, Francisco Soler fue comercial de la citada marca sidrera para Cataluña y el vicepresidente del C.A. Osasuna, Florencio Alfaro lo fue desde mediados de la década de los años diez hasta su asesinato durante la Guerra Civil.
Después de la guerra, la cantina pasó a manos de un personaje muy conocido en Gijón, Luis “el Castañeru”. La única cantina seguía situada en el fondo norte, y allí, Luis Sánchez Polledo tenía trabajando a los niños del Hogar de San José. Posteriormente dio trabajo a personas con minusvalía que recorrían el campo con las bebidas para su venta. Luis Sánchez era apodado como “el Castañeru” por ser hijo de Rogelia Sánchez Blanco “la Roxa”, una noreñense que se dedicaba a la venta de castañas en Gijón. El Casteñeru era hijo de madre soltera, aunque las lenguas viperinas de la ciudad aseguraba que su padre no era otro que el famoso barítono gijonés Servando Bango, que en 1917 fue uno de los artistas que interpretó en El Molinón la ópera de ambiente asturiano “Maruxa”.
El Castañeru era todo un personaje en el Gijón de la época, usaba el campo de El Molinón como una extensión de sus propiedades y llegaba a practicar en él el tiro al plato. Además participaba en novilladas y bufonadas con fines solidarios en plaza de toros del Bibio y ejercía, con particular gracia, de coplista en el Antroxu gijonés y como autor de espontáneos canciones como reclamo de venta para la cantina del estadio y para su negocio de venta de caramelos con el que hizo mucho dinero: “yo debería ser fíu de un millonariu cualquiera, quién me mandaría a mi ser fíu de una castañera”. Tras su jubilación, se amplió el número de cantinas por todo el estadio y se sacan puntualmente a concurso público, habiendo sido una fuente importante de ingresos para el club. En los años ochenta, tras la reforma de El Molinón, la explotación las cinco cantinas existentes entonces suponían un aporte de dos millones de pesetas para la entidad, que no era poco…
Pero si hay dos sagas que merecen ser destacadas en la historia del templo sportinguista son las de los Tuya y los Caso. Corsino Tuya Morán fue el primer mayordomo de El Molinón. En 1923 ya estaba al cargo del campo. Era vecino del barrio de La Guía. Su esposa, Selina Martínez Trabanco, se encargaba del lavado y planchado de las equipaciones para tenerlas a punto a la hora de que el Sporting disputara sus encuentros. Tras la Guerra Civil, en 1944, contrató como ayudante a su joven sobrino Joaquín Tuya Rendueles, además contrató a un vecino de Deva, Andrés Caso Martínez “el Roxu” para ayudarle a cuidar el césped.
En principio, la única misión del chaval era calentar el agua y duchar, literalmente, con una especie de gran regadera al ídolo del sportinguismo de la época: Cholo Dindurra, que precisaba de un cuidado especial por el doble motivo de su condición de estrella y el cuidado extremo que necesitaba por tener alto el ácido úrico, las duchas frías no le convenían en absoluto. Poco a poco Joaquín fue cogiendo protagonismo y encargándose de más cosas, ayudando al Roxu en el segado del césped y también involucrándose en otros aspectos relativos a la administración del estadio. Tras la jubilación de su tío Corsino, Joaquín Tuya Rendueles “heredó” el cargo de mayordomo. Acabó haciendo de todo, un auténtico hombre polifacético, multiusos, hasta dando masajes siguiendo las directrices del masajista del club, Emilio Prendes. Simultáneamente a su empleo de mayordomo del templo, desarrolló una espléndida carrera como deportista, fue un prestigioso piragüista que venció, junto a su inseparable amigo y compañero Luis García Blanco, el descenso del Sella en K2 en el año 1962.
Joaquín Tuya había participado dos años antes en las Olimpiadas de Roma, una representación asturiana que se completaba con otros dos piragüistas, Alejandro Vega y Juan Miguel Feliz. Con posterioridad, Joaquín Tuya ascendió a jefe de personal del Sporting y el cargo de mayordomo acabó en manos del ya entonces vecino de La Guía (se trasladó para estar más cerca del estadio) Andrés Caso “el Roxu”, un personaje tan querido como peculiar. Su entrega al Sporting llegaba a tal punto que vivía los partidos con extrema pasión: antes de los partidos ponía un ajo en el centro del campo para dar suerte al conjunto local, animaba como un aficionado más e incluso llegó a encararse con un colegiado tras uno de los numerosos malos arbitrajes sufridos por el Sporting. Fue en un partido contra el Atleti que finalizó con un empate, pese a un injusto penalti pitado contra el club rojiblanco asturiano en las postrimerías del partido, y los propios jugadores tuvieron que sujetarle para evitar que arremetiese físicamente contra el colegiado al término de este. Su labor era muy apreciada por los jugadores, con tres de ellos guardaba una especial amistad: Churruca, Castro y Quini.
Los dos primeros le daban mil pesetas por partido ganado en el templo del Sporting, como premio al buen funcionamiento de amuletos y estado del césped, su máxima preocupación. Y el éxito del buen estado del césped del templo sportinguista fue mérito suyo, algo que los veteranos jugadores sportinguistas supieron agradecerle en el momento de su jubilación. Toda una vida dedicada al club, sin disfrutar siquiera de vacaciones porque no descuidar el “verde” de nuestro estadio, no merecía menos. Tras su jubilación, su hijo Alejo Caso Cuesta el que pasó el 23 de marzo de 1981 a hacerse cargo, como máximo responsable, de los cuidados del estadio decano del fútbol español. Alejo fue responsable hasta su prematuro fallecimiento en el año 2014 de abrir y cerrar el templo, de sus cuidados para que todo estuviera perfecto y lo lograba con una amabilidad y simpatía que cautivó a todo el sportinguismo. Desde jugadores hasta aficionados.
Tanto es así que recibió reconocimiento por parte de ambos. En diciembre del 2002 el reconocimiento público mediante homenaje realizado por los veteranos del Sporting y tras su muerte, acontecida a los cincuenta y cuatro años, el 27 de abril del 2014, fue Unipes la que le concedió, a título póstumo, el merecido premio Mañana Saldrá el Sol del año 2015.