Después de seis campañas magnificas con el Sporting de Gijón el Real Madrid se llevó al zurdo de moda para aportar «sangre fresca» a «los vampiros» de una menguada «Quinta del Buitre»
Conozco a unos cuantos fotógrafos asturianos enamorados de Oviñana. De sus acantilados interminables, retadores del vértigo, afilados como cuchillas de barbero. Buscan retratar, estos profesionales del instante, la niebla, los cielos y «La Iglesiona», en el corazón de Oviñana, que arrebata el nombre a una cueva natural engendrada por ese indómito cantábrico que labra siglos de belleza en la costa astur. Esa hermosa parroquia, en el concejo de Cudillero, vio nacer el 20 de octubre de 1960 a un futbolista zurdo y prodigioso llamado Esteban Gutiérrez Fernández. Un muchacho que creció con la idea de no dejar de esmerarse por regalar a la grada precisos y preciosos momentos.
Con la fiel pelota lamiendo césped, ganando altura para buscar el gol, besando la red después del penalti bien tirado. Que es aquel que acaba subiendo al marcador. A los 19 años recién cumplidos Esteban ya demostraba que era un buen lanzador de penas máximas en los exigentes entrenamientos del Ensidesa en La Toba. Algunas temporadas más tarde también lo demostraría en sus partidos con el Sporting. El míster yugoslavo Vujadin Boskov, hizo debutar al joven zurdo el 4 de septiembre de 1982 frente al Málaga, sustituyó al «barbudo impasible», el gran Jiménez, en el minuto 88. Esteban disputó 168 partidos de liga con el Sporting, sumando desde la banda izquierda, de lateral o por delante de la línea defensiva.
Aportando en todos sus encuentros, desde goles importantes a certeros centros, rompiendo en velocidad pegado a la cal, robando y repartiendo cual Robin Hood calzado con botas de tacos. Después de seis campañas magnificas con el Sporting de Gijón el Real Madrid se llevó al zurdo de moda para aportar «sangre fresca» a «los vampiros» de una menguada «Quinta del Buitre». «Vampiros» empeñados en ganar la Copa de Europa. Con los merengues nunca llegó a levantar «la orejona». Fue campeón de Liga, Copa del Rey y Supercopa. Repitió título de Copa con el Real Zaragoza, los maños disfrutaros del juego de un Esteban que nunca escatimó esfuerzo alguno. No lo hizo ni en el Ensidesa ni en el Sporting, ni en Madrid o Zaragoza, Selección sub-21 o en la Olímpica.
Algunas lesiones, repetidas las más puñeteras, añadieron piedras en sus piernas y el de Oviñana a mediados de los 90 ya no volaba como en sus mejores tiempos, los vividos con la elástica rojiblanca. Intentó estirar en vano su carrera en el Racing de Ferrol y en el Caudal. Y allí, en el «Hermanos Antuña», en Mieres del Camín, decidió dejar el fútbol un vendaval que vio nacer Oviñana el primer otoño de la mitificada década de los 60.