No se andaba con rodeos ni zarandajas el asombroso extremo con pinta de galán de cine. Cholo «el dandy» Dindurra era la figura en El Molinón. Solo el agua de su ducha estaba siempre caliente
La familia sportinguista no debería dejarse llevar por la corriente de la desesperanza que invita a un naufragio seguro en campos perdidos de la geografía nacional. Lejanos terrenos de juego, alejados de la gloria, convertidos en procelosos mares para la singladura incierta. Esa resignada familia rojiblanca no puede perder la memoria en la actual modorra. Es necesario recuperar y honrar a todos aquellos que hicieron grande al Sporting. La serie «Historias de fútbol», obra del humanista Luis Felipe Capellín, ofrece soberbias trayectorias futbolísticas a través de unos breves documentales que se pueden y deben buscar y encontrar en ese «generoso» Internet con sus «democráticas» redes sociales.
Retrata a Rafael Biempica en un metraje hermanado con el cariño. Y el dedicado a Dindurra lleva por título: «Cholo Dindurra, un rebelde en El Molinón». Cuenta Capellín la fortuna que acompañó al extraordinario futbolista con la pelota pegada al pie durante doce inolvidables años con la zamarra del Sporting. José Manuel Sánchez-Dindurra Álvarez, nacido en Gijón en el seno de una familia con «pedigrí». Las plazas de toros de Oviedo y Gijón y el teatro con café o café con teatro de Jovellanos City llevaban la firma del abuelo de Dindurra. El futuro sportsman estudió en el Colegio Inmaculada Concepción y en el San Viator de Infiesto. Fue uno de los puntales en el equipo del Sindicato de estudiantes universitarios (SEU) y durante temporada y media defendió la camiseta del R. Madrid, club que fichó al estudiante asturiano aprovechando su paso por la capital.
Regresó a Gijón y a pesar de la insistencia de los merengues por cerrar un contrato largo, Cholo se negó a pisar como local, otra vez, el Chamartín. «Prefiero un plato de sopa en Gijón que una mariscada con champán en Madrid», le espetó a Pablo Hernández Coronado (Secretario técnico del Madrid). Todavía se cuenta en las tertulias de rancio abolengo la acalorada discusión de Dindurra con algunos directivos del Sporting después de un tiempo en dique seco por culpa de una lesión. Enfurecido y lanzado salvó en moto los 28 km que separan Gijón de Oviedo, fichando por el club azul la temporada 42-43. Al año siguiente volvería a la disciplina del Sporting. No se andaba con rodeos ni zarandajas el asombroso extremo con pinta de galán de cine. Cholo «el dandy» Dindurra era la figura en El Molinón. Solo el agua de su ducha estaba siempre caliente. Cuando el Míster, Amadeo Sánchez, le pedía bajar a defender, solo aquel gentleman podía contestar con arrogancia: «Sánchez, eso se lo gritas a los chavales». Disputó 278 encuentros, marcó 69 goles. Uno de ellos supuso el número 100 en Primera División del Sporting. Tenía clase para regalar. Regate en corto, velocidad y cambio de ritmo. Apuraba la banda y daba el pase de la muerte una y mil veces. Los más críticos decían que jugaba 15 minutos por partido y que si el sol apretaba en su banda se cambiaba a la otra buscando la sombra. Contaba con el apoyo, con la entrega absoluta de los aficionados de Tribuna y General. «El Senado» de la Tribunona se puso en contra del dandy el día que decidió separarse de su esposa para vivir con su novia. En la España que respiraba pecado, hipocresía y castigo de lunes a domingo no se podía perdonar «tamaña desvergüenza». Solo General, solo los humildes siguieron aplaudiendo al dandy con la excepción del partido homenaje frente al Múnich 1860. El Molinón ese día permaneció unido en la ovación a los regates del carismático futbolista. Fue el R. Avilés, equipo de la Villa del Adelantado, el destino elegido para sus dos últimas campañas en activo, del 53 al 55. Jugando de blanquiazul, soñando en rojiblanco.