La familia de esta Labrador, antigua agente de la Benemérita, inicia una campaña de «crowdfunding» para sufragar los costes de su ingreso en el hospital veterinario tras haber sufrido numerosas desgracias en los últimos meses
La historia de Tina podría ser la de cualquier mamífero de cuatro patas, de no ser por su historial de gestas. Los servicios que ha prestado a la nación tampoco desentonan. Ni su capacidad para sobreponerse a las circunstancias. Haber encontrado en Gijón su Marina d’Or particular la hace diferente. Pero la ola de generosidad que ha desatado en quienes saben de ella la convierte en especial.
«Tina» es, en realidad, una aféresis. Su nombre original es «Valentina» y es de raza Labrador. De su lista de hazañas como parte de la Guardia Civil hay dos que destacan sobre el resto. Detectó seis millones y medio de euros repartidos en las maletas de dos ciudadanos chinos cuando trabajaba en Barcelona. Sin embargo, su mayor logro fue dar con un cargamento de polvo de cocaína tasado en un buen bocado –concretamente, 24 millones-, lo que le llevó a ser condecorada por la Benemérita. La pericia de «Tina Cocaína», como la bautizaron en la Guardia Civil, trascendía límites. Experta en la búsqueda de hasta seis tipos de drogas y la primera de la clase en acudir a la llamada de «poderoso caballero», la perrita fue reclamo de distintos programas de televisión en los que participó para enseñar al mundo sus habilidades.
Cuando cumplió ocho años, llegó ese momento que algunos amantes de su trabajo temen: el de descansar. Tina se jubiló después de que la operasen de una lesión en las patas traseras. Fue a parar a Pedro García, guardia civil retirado en acto de servicio y adiestrador canino, que se la trajo a Gijón. Pedro cuenta cómo Tina mantenía, a su llegada a la villa gijonesa, ese carácter cariñoso, juguetón y sociable que siempre la acompañó a pesar de formar parte de la autoridad. «Cuando están en el cuerpo, estos perros siguen un régimen estricto de entrenamiento y dieta que les priva de muchas cosas», describe. Una de ellas era el embutido. A Pedro se le intuye una ligera sonrisa. «Descubrió una nueva vida», resume.
Cáncer, convulsiones, infecciones: el cruel recorrido de Tina
El retiro dorado de Tina parecía haber tomado la dirección adecuada, pero pronto se empezó a torcer. A los cinco meses de su desembarco en Asturias, se le detectó un bulto en el pecho que resultó ser un cáncer de mama. «Tuvimos la suerte de que estuviera muy localizado, así que le quitaron dos de las mamas y se curó», describe Pedro. A partir de ahí, el infortunio no ha parado de cebarse con la Labrador, que no ha podido respirar tranquila y disfrutar de su jubilación.
En marzo del pasado año, Tina sufrió una infección en el oído causada por una garrapata que le ocasionó convulsiones y fiebres altas. A base de antibióticos, la perrita se recuperó. Las aguas no tardaron en volver a desbordarse de su cauce. Apenas tres meses más tarde, Tina empezó a dar síntomas de agitación desmesurada. La respuesta estaba en una nueva infección, probablemente consecuencia de la primera. «Cada tres días, teníamos que llevarla al hospital veterinario para que le sacaran entre uno y dos litros de líquido», lamenta Pedro. El quirófano comenzó a ser casi un inseparable de la antigua agente de la Benemérita. «La operaron después de que se le encharcara el hígado, el bazo, los riñones y las articulaciones… y pudo con ello», cuenta su dueño.
La calma duró un suspiro. En septiembre, la familia de Pedro estuvo a punto de despedirse definitivamente de Tina. Otra vez. La perra se agitaba. Se agitaba demasiado. «La tuvieron que operar de urgencia, pues tenía roto el conducto linfático«. A Tina le abrieron el pecho entero en una operación que requirió de 16 días de ingreso en el hospital veterinario para poder recuperarse. Sobra decirlo: salió vencedora de la batalla.
«Se ve en su mirada que quiere seguir peleando»
Siempre que Tina se las ha ingeniado para salir del atolladero, un fantasma se ha vuelto a cruzar con ella. El último, a principios de este mes. «Por la mañana, me despertó mi hija, llorando». Tina estaba, literalmente, «inválida». Según los veterinarios, la perra padece una infección en los discos intervertebrales que se le ha extendido a la médula. Actualmente, la exguardia civil de cuatro patas se encuentra ingresada con la única esperanza de que el antibiótico específico que toma para su dolencia dé sus frutos antes del lunes. «Nos marcamos ese plazo; si no mejora, los veterinarios nos advierten de que quedará vegetal con el paso del tiempo, así que nos tendremos que despedir de ella», afirma con tristeza Pedro.
Mientras aguarda por un milagro, la familia de Pedro va a ver a Tina todos los días. «Se ve en su mirada que quiere seguir peleando», manifiesta. Desde marzo de 2022, se han gastado casi 12.000 euros entre operaciones, consultas y tratamientos. «Ahora mismo no tenemos siquiera dinero en efectivo para poder incinerarla en caso de que no pudiera superar la infección», asume el adiestrador canino, que lamenta el escaso margen de maniobra entre unas y otras desgracias, lo que les ha privado de poder recuperarse económicamente. Por el contrario, agradece la implicación de algunas asociaciones y particulares, que se han interesado por la situación de la perrita y que ya han hecho alguna aportación. «Hemos declinado donativos anteriormente, pero ahora…». En casa de Pedro tienen clara cuál es su prioridad: «Se merece que nos dejemos la piel por ella». Tina se aferra a la vida. Tanto como su familia.