En la calle, pancartas antimonárquicas y protestas a cientos. Esas no se vieron en la televisión, pero sí nos han llegado a miGijón de la mano de la gijonesa Cristina Rodríguez Rivas, que vive en Guildford, a media hora de Londres
Hemos vivido, muchos a través de la televisión, un día histórico para los ingleses. Para los de nuestra generación no ha sido el único, porque penosamente histórico fue el día del funeral de Diana de Gales, la princesa del pueblo, fallecida en un accidente de coche el 31 de agosto de 1997 y sin duda presente en cada minuto y gesto en la ceremonia de hoy. Incluso hasta en el diseñador encargado del vestido de la ya Reina Camila, el mismo que hacía que todas las miradas, menos las de su marido, fueran para la magnífica Diana.
Esa fecha cambió el curso de la historia del que desde ahora es Rey de Inglaterra, Carlos III. Cambió igualmente la vida de dos niños, sus hijos, que tuvieron que seguir el féretro de su madre por las calles londinenses. Uno de esos niños, Harry, hoy ha estado relegado de las primeras filas de invitados. En su lugar y, paradójicamente, los hijos de la que, en aquel momento y hasta el día de hoy, ha sido el amor en la vida del nuevo monarca, Camila Parker. Antes de fallecer, Isabel II le dio el privilegio de ser reina consorte, pero no con esas ha conseguido ‘Lilibet’ borrar el recuerdo de la triste Diana. De hecho, han sido muchos los artistas y famosos que se han negado a participar en esta coronación por su fidelidad a la difunta Lady Di.
¿A que parece una película de tragedias, engaños e infidelidades? Pues no, esta es la pura realidad de la monarquía en general. La nuestra no está como para enmarcarse en los libros de buenas conductas. Tenemos un Rey emérito desterrado en los países árabes y no por menudencias, no. Está allí por corrupto y amante del amor. Hasta ahí podemos escribir.
Hoy hemos estado representados estupendamente por su hijo, el Rey Felipe y la Reina Leticia, que sabe más que los ratones coloraos y eligió un conjunto de falda y chaqueta rosa con gran pamela, donde escondía esos brazos que le gusta tanto lucir. No era momento y además el emérito no estaba invitado, por lo que el objetivo estaba bien determinado. Las miradas serían exclusivamente para ella.
La ceremonia fue retransmitida en directo al mundo mundial que vio como las coronas ya pesan sobre las cabezas de esa pareja indestructible y fiel por encima del bien y del mal a la que no todo el mundo quiere.
En la calle, pancartas antimonárquicas y protestas a cientos. Esas no se vieron en la televisión, pero sí nos han llegado a miGijón de la mano de la gijonesa Cristina Rodríguez Rivas, que vive en Guildford, a media hora de Londres. Trabaja como terapeuta ocupacional en el Royal Surrey County Hospital y no quiso perderse el histórico momento. “El día deslució un poco porque estaba lloviendo, pero así y todo fue genial”, nos contaba.
De igual manera nos han hecho partícipes de sus celebraciones Patricia García del Riego, que lleva ya doce años viviendo en Milton Keynes. Trabaja en recursos humanos en IKEA por eso no pudo desplazarse hasta Londres, aunque sí nos envió una foto con dos de sus compañeros.
Se unió a la celebración con el humor que siempre lo ha caracterizado Alejandro Alonso, “Cano”, para los amigos, que dejó en Gijón en el año 1988, cuando decidió irse a vivir a la capital inglesa. Le ha ido bien porque allí sigue. “La gente lleva tiempo celebrando comidas y cenas vecinales en plena calle”, contaba. “Han elaborado hasta un quiche (tarta salada) especial para el momento”.
Antes de despedirse, cotillea que se habla mucho del Rey emérito de su marcha de España y aunque estos nuevos monarcas ingleses no contaban con el beneplácito de la gente, ahora están siendo por fin aceptados, lo que no ocurre con su hijo Harry, al que tachan de traidor.
Ahora que la carroza ya dejó de pasear por las calles londinenses, las coronas no volverán a verse hasta que le toque ser coronado a otro miembro de la familia real, y ha quedado claro y meridiano quién es bienvenido o no a Palacio, los eternos amantes, Carlos y Camila vivirán felices y comerán…verduras y vegetales, que al Rey Carlos III le rechinan un poco las carnes y el pescado… ¡Ah! y la tinta de las plumas con las que firma y firma documentos.