“En dos años van a tener que volver a abrir la calle entera. Es malgastar el dinero público”, denuncian los vecinos
Lo que mal empieza, mal acaba. O eso, al menos, eso piensan los vecinos del Muselín al ver el resultado final de las obras de asfaltado y ampliación de aceras que, con un coste de 900.000 euros, acaban de ejecutarse en el barrio. Empezó mal porque cuando hace dos años los técnicos del ayuntamiento de Gijón les visitaron para mostrarles el proyecto, se sintieron poco escuchados: “Se presentaron aquí con él ya redactado. Lo traían hecho y punto y pelota”, cuenta Sotero Rey, presidente de la asociación vecinal ‘El Muselín Vivo’ que entonces les transmitieron que sus prioridades eran otras: ensanchado de las calles, eliminación de barreras arquitéctónicas para ahora impiden salir de casa a gente en silla de ruedas o la ampliación de estrecho camino de La Campa por el que no caben ambulancias ni camiones de bomberos.
La respuesta entonces fue “si lo queréis bien y sino le damos el dinero a otro barrio”, argumento ante el que aceptaron el proyecto tal cual venía. Y acabó mal porque durante el transcurso los trabajos, cuando la calle estaba totalmente abierta, los vecinos se percataron de que la empresa adjudicataria estaba pasando por alto la instalación de bocas de riego que sirven por un lado, para la limpieza de las calles y por otro, para suministrar agua a los bomberos en caso de incendio. “Hasta tres veces nos reunimos con la EMA para solicitarlas y las excusas que nos dieron fueron totalmente peregrinas”, cuenta David Martín, secretario de ‘El Muselín Vivo’. “Primero, que no servían para valdear porque el camión no entra por muchas calles y por otra, que si se usaran, bajaría la presión de los grifos. ¿Cómo pueden pensar que los vecinos se van a quejar porque baja la presión del agua si la están usando para apagar un incendio?, se pregunta.
En la parte estrictamente estética, la obra ya está finalizada, el asfalto ha sido renovado y algunas aceras han sido ensanchadas facilitando el tránsito y acceso a los vecinos de un barrio que sin embargo, por su especial ubicación en la falda de la Campa Torres, bajo los depósitos de gas de Repsol, los de gasoil del puerto del Musel o la regasificadora que acaba de empezar a funcionar en pruebas, considera “imprescindible” contar con bocas de riego por si hubiera que hacer frente a una emergencia. “Estamos perplejos, el ayuntamiento actúa como si no estuviéramos aquí”.
Dos años esperando por unas obras que tendrán que rehacerse. “Se ha tirado el dinero y lo que han hecho no sirve para nada”
El abandono que sufre el barrio del Muselín es endémico. Y su historia, que se remonta a tiempos anteriores incluso a la construcción del propio puerto del Musel, está cargada de agravios debido en parte, a su peculiar ubicación, en el extremo de la zona oeste de la ciudad, lo que hace que ellos mismos se reconozcan como “el Finisterre de Gijón”. Sus estrechas y empinadas calles dificultan la vida cotidiana y los accesos en coche o andando, hasta el punto de que por alguna de ellas, no cabe una ambulancia o un camión de bomberos. Por el mismo motivo, la parte alta no cuenta con servicio de limpieza municipal porque los vehículos de Emulsa no pueden acceder y los postes de la luz corren riesgo de caerse porque nadie se hace cargo de su mantenimiento. Y así, año tras año, un suma y sigue.
El barrio, cuenta David Martín, “estuvo secuestrado durante mucho tiempo porque los planes de ordenacion urbana no permitían hacer obras de mejora en las viviendas hasta que en 2021 la alcaldesa Ana González nos visitó para preguntarnos qué necesitábamos”. En esas fechas, el ayuntamiento contó a los vecinos que iba a disponer de fondos europeos para hacer mejoras en el barrio. Nada más supieron de ello hasta que hace seis meses recibieron la visita del técnico del ayuntamiento para anunciarles que iban a ensanchar y asfaltar la carretera de Arnao. El resto, lo ya avanzado: proyecto diseñado sin consultar a los vecinos y obra incompleta por la falta de bocas de riego. Por un lado, dicen, “estamos contentos por la obra, las aceras quedaron bien, se ensancharon y el asfaltado también pero quedamos sin lo principal, las bocas de riego y las tomas de agua para que puedan engancharse los bomberos”, se queja Sotero Rey.
Los vecinos del Muselín se sienten víctimas de la burocracia ya que “la obra era fácil y barata de hacer porque parte del pueblo estaba levantado”, afirman. “Se le pidió al ayuntamiento que al menos metieran los tubos del agua, electricidad y comunicaciones y dejaran puesta una T para que posteriormente solo tuvieran que colocar las bocas, pero nada”. Hay enfado y frustración porque por más que lo intentaron, lo único a lo que los responsables de obras públicas del ayuntamiento se comprometieron, fue a “estudiarlo con calma” lo que, asegura Martín, “meterán en una urna burocrática que terminará en que hay que volver a levantar el asfaltado nuevo. Han tenido dos años para hacer una estructura correcta y simplemente se han quedado en la superficie”, lamenta. “El gasto que se ha hecho ahora es dinero tirado porque dentro de dos años van a tener que abrirlo otra vez”. Para el Muselín, la obra hecha no es más que una foto de cara a la galería. “Visualmente consiguieron lo que querían, la foto política de que se arregló el barrio pero haciendo un paralelismo, dice, “ha sido ponerle la corbata sobre el camisón a un paciente para que parezca que lleva esmoquin”.
Las bocas de riego, imprescindibles por limpieza y seguridad. “Vivimos en zona de peligro y no tenemos un plan de seguridad que nos diga cómo actuar en caso de emergencia”
Nada más empezar la obra, los vecinos del Muselín se percataron de que algo no iba bien: faltaban las bocas de incendio con toma para mangueras antiincidencios. Esta dotación es especialmente importante en este barrio con accesos complicados y limitados y rodeados de instalaciones industriales potencialmente generadoras de problemas de seguridad. “Lo que ha sucedido es muy grave teniendo en cuenta el peligro al que está expuesto el barrio y la dificultad de acceso que tienen los camiones de bomberos”, explica Sotero Rey. Los vecinos hicieron todo lo que estuvo en sus manos para tratar de que se subsanara el error. “Hasta en tres ocasiones estuvimos reunidos con la EMA para solicitarlas”, relata David Martín, secretario de la asociación de vecinos ‘El Muselín Vivo’. Y por otra, cuenta, “con el jefe técnico del servicio de bomberos para que nos dijera cómo se podría hacer, quien elaboró un boceto en el que se marcan seis puntos del barrio en los que sería necesario colocar las bocas de riego, con una separación aproximada entre ellos de 100 metros.
Su intención, cuentan, era aprovechar que la calle estaba levantada para que los operarios metieran ya el llamado tubo de hídrico y así no tener que volver a levantar. “Se trataba de no dejar un parche posterior y el coste añadido de volver a levantarlo todo de una obra que en segundo término calculan, puede llegar a ascender a más de 30.000 euros”, cuentan. Boceto en mano, la asociación vecinal acudió a una reunión con los responsables de obras públicas del ayuntamiento, Pedro Fernández y Javier Hernández Cabezudo, durante la que tuvieron la sensación de haberse “estrellado contra la estructura burocrática”, confiesan, de los que únicamente obtuvieron un “esto es un proceso lento, tendremos que estudiarlo con calma”. “Eran seis puntos de riego, no pedíamos más”, se lamentan.
La finalización a medias de esta obra en El Muselín se produce justo cuando la empresa Enagás tras recibir el visto bueno del Ministerio para la Transición Ecológica para poner en marcha la regasificadora del Musel acaba de comenzar a funcionar en pruebas. Con la sensación de sentirse desprotegidos, se preguntan “si se produce un incendio o una explosión y hay bocas de riego, los bomberos pueden enganchar la manguera y actuar rápidamente pero, de otra manera, no hay ningún plan de emergencia que nos diga qué tenemos que hacer. Si pasa algo, ¿Qué hacemos?, ¿Nos tiramos al mar o por el Tocote abajo?