Objetivamente la labor de Boskov en el club no fue negativa en un periodo de pura transición. Subió a numerosos jugadores de la cantera como Eloy Olaya, Esteban, Zurdi, Nacho, Tino y Emilio Blanco

Es evidente que las controversias entre los aficionados siempre existen desde que el fútbol es tal. También parece lógico pensar que la responsabilidad de quien representa a los aficionados debe medirse como tal. Con el entrenador Vujadin Boskov aconteció un hecho inaudito en este sentido. El técnico yugoslavo se hizo cargo de la dirección técnica del Sporting para la temporada 1982-83, con un equipo en absoluta renovación.
Su primer curso en el Sporting resultó aceptable, el conjunto finalizó en la competición liguera en octava posición, peleando por entrar en posiciones europeas hasta el final, y en la Copa fue eliminado en cuartos por el Barcelona, tras haber perdido por 1 a 0 en el Camp Nou, con un arbitraje caserísimo que evitó una merecida victoria sportinguista, y un empate sin tantos en El Molinón. Pero su segunda temporada, las cosas salieron algo peor y se produjo una situación absolutamente anómala.
Tras la derrota en casa por 1 a 2 contra la Real Sociedad en la jornada decimonovena y con el Sporting en undécimo primera posición, el presidente de la Federación de Peñas, el madrileño Alberto Alcaraz, pidiera públicamente el cese del entrenador. Tales palabras consiguieron el efecto contario y lograron enfadar al máximo mandatario del club, Manuel Vega-Arango, hasta tal punto que telefoneó al presidente peñista para ubicarle fuera del marco de lo deportivo. No se llegó a plantear tal cosa a los representantes de las peñas.
Objetivamente la labor de Boskov en el club no fue negativa en un periodo de pura transición. Subió a numerosos jugadores de la cantera como Eloy Olaya, Esteban, Zurdi, Nacho, Tino y Emilio Blanco. Consiguió las cesiones de los madridistas Espinosa y Cunningham y logró el fichaje de Savic, al que el gobierno yugoslavo y la federación de fútbol de ese país no le permitían salir a jugar fuera al tener menos de los veintiocho años preceptivos, para lo que contó con la colaboración del presidente del Partido Comunista de España, el gijonés Santiago Carrillo. Clasificó al Sporting en la zona media de la tabla en ambas temporadas y en la Copa cayó ante dos rivales complicados, Barcelona y Athletic de Bilbao.
Para el recuerdo del sportinguismo dejó frases inolvidables: “punto es punto”, “ganar es mejor que empatar, pero empatar es mejor que perder” y “penalti solo son las faltas en el área que pita el árbitro” . Pura lógica futbolística. Tuvo un punto negro grave, fue el de no confiar en el que sería el mejor guardameta de la historia rojiblanca, Juan Carlos Ablanedo, pese a que le hizo debutar en el primer equipo, pero que no le gustaba por “ser demasiado bajito”. El entrenador yugoslavo dejó Gijón después de dos cursos con una sensación agridulce, con un Sporting que ciertamente estaba en una complicada situación de renovación generacional y con el amargo regusto de un trabajo a medio hacer.
Las cosas no fueron mal, pero tampoco bien. Incluso llegó a ofrecérsele para jugar el inolvidable Pedrito “el del Grupo”. Pedro Suárez-Granda Ochoa fue una persona inolvidable en Gijón. Con síndrome de Down, se pasaba horas entrenándose para prepararse para los juegos olímpicos en las piscinas del grupo. Y esa afición la tenía también al fútbol. Así que un día de partido, se presentó de chandal en El Molinón a la llegada del autobús del equipo rojiblanco para ofrecer sus servicios al bueno de Boskov y, con ello, tratar de enderezar la situación deportiva para poder llegar a jugar la U.E.F.A., objetivo entonces del club. El bueno de Boskov declinó como pudo la oferta de Pedrito, que de tonto no tenía un pelo y a su tío, el premio Nobel luarqués Severo Ochoa, le pedía la paga en dólares porque “valían más que las pesetas”.
Pedrito no dejó más que buenos recuerdos y múltiples anécdotas simpáticas en todos cuantos tuvimos la suerte de conocerle. Pero al margen de las ayudas rechazadas, Boskov tras dejar Gijón se fue a Italia, al Ascoli de Segunda División, firmó por dos años y se demostró que su fichaje fue todo un acierto. Ascendió a los blanquinegros a la máxima categoría en el primer curso y luego les mantuvo en la zona media de la tabla en su segunda y última temporada, de ahí se fue a la Sampdoria y la convirtió en campeona de la liga italiana por primera y única vez en la historia del club genovés. “Fútbol ser fútbol”.
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