Quini y Churruca cruzaban miradas y risas, aquel hincha era único y los futbolistas confiaban en «Sangría» como amuleto en casa
El domingo 29 de diciembre de 1974 los jugadores del Sporting seguían divertidos el recorrido de «Sangría» por el césped de El Molinón, trotando con su bandera rojiblanca, batida por el viento. El gol imaginario al pisar el área y la posterior celebración con la afición formaban parte de su consabida actuación. Quini y Churruca cruzaban miradas y risas, aquel hincha era único y los futbolistas confiaban en «Sangría» como amuleto en casa. El rival venía del sur: el Granada, se llevó cinco goles en la decimocuarta jornada de liga y solo pudo alojar uno en la portería local.
Tres tantos con la firma de Churruca y dos de Quini. El vasco perdió la cuenta de las veces que la grada ovacionó y coreó su apellido a la vera del Piles. Los tres «chicharros» llegaron en la primera parte. En el primer minuto, el sexto y el vigesimocuarto. José Ignacio Churruca Sistiaga cuajó todo un partidazo. Rápido, osado, con cintura y dribling. Salió emocionado del estadio, recordando, a buen seguro, sus tiempos de mozalbete, jugando descalzo en la playa hasta que el guipuzcoano sol despedía el día.
El club rojiblanco fichó al prometedor futbolista que abandonó el Club Deportivo Zarautz en su etapa juvenil y decidió que se fogueara en el Ensidesa en 1967. Jugó en el Sporting 254 partidos de liga y marcó 51 goles. Vistió la camiseta de la Selección en 16 ocasiones y en el verano de 1976 su traspaso al Athletic de Bilbao, por más de 50 millones de pesetas, sirvió para iniciar las obras de la escuela de fútbol del Real Sporting de Gijón. Contó Ángel Viejo Feliú con «cintura, Mareo y Churruca» en un referéndum «tramposo». Dos nombres para un traspaso: Quini y Churruca.
«Pero Quini no se vende» avisaba el astuto presidente a cada socio al que estrechaba la mano vigorosamente. Dictó sentencia el carnet y José Ignacio regresó a su tierra como fichaje estrella en el bocho. Quini se quedó a regañadientes y encima perdió un aliado, un amigo en el vestuario. Hasta compartieron cuartel y mili en el país del papel de calco en la quiniela, el de copa, faria y pañuelos blancos, permitidos y agitados, en las estaciones de tren, las ambulancias y los estadios.