El espacio gijonés inaugura una muestra permanente centrada en tales prendas y complementos, que sirve de excusa para recorrer la evolución de la mujer en el territorio desde los primeros compases del siglo XIX

Gracias a la magia del cine, al poder de la literatura y, por descontado, a los recuerdos y relatos de los mayores de nuestra sociedad, el periodo comprendido entre principios del siglo XIX y mediados del XX permanece en el imaginario popular como la ‘edad de oro del vestir’, aquel en el la sociedad se atavió con el mayor grado de elegancia conocido. Es posible que haya más de idealización y de realidad en dicha opinión, pero resulta innegable que en ese tiempo no escasearon las prendas de ropa y los complementos de moda considerados cúspide del estilo, y que han servido de inspiración a sus sucesores: chisteras, levitas, abanicos, guardapolvos… Y mantones. Es a estas últimas, verdadero paradigma de la mujer española durante casi ciento cincuenta años, a las que el Museo del Pueblo de Asturias ha dedicado su más reciente espacio expositivo, asociado a la muestra permanente ‘Asturianos en la cocina. La vida doméstica en Asturias, 1800-1965‘, y que, a instancias de la Fundación Municipal de Cultura, ya puede disfrutarse en el complejo gijonés.
Mantones, mantocillos o pañuelos de talle, de cabeza, pañuelos de mano, toquillas, mantillas, echarpes, chales, capelinas… La relación de piezas de indumentaria recopiladas en los fondos del museo, verdadero patrimonio cultural del Principado, es extensa, variada y, ahora, por primera vez, visible. De entre ellas, destacan en particular una docena de mantones de Manila, la cúspide de la elegancia y del poder económico de las féminas por aquel entonces. No obstante, dependiendo del tamaño y de la calidad de los materiales, del momento en que se vestía y de cómo se colocaba, se distinguen distintos tipos de mantones: mantón de cigarreras, mantón ‘a la moronga’, muy popular en el cambio del siglo XIX al XX, isabelino, mantón de luto o jacobiano, chinesco, mantoncillo de talle y costumbrista. Todos los elementos han sido donados por particulares; en este caso, por las familias Fernández Martínez y Ramos Pérez, y por los vecinos Jesús Feito Calzón y Dionisio Enrique Pérez Requeijo.