«La Feria ha conseguido generar, por el buen hacer de sus responsables durante años, una sensación de pertenencia y ubicación emocional como pocas cosas lo han hecho en Xixón»

La Feria Internacional de Muestras de Asturias es un evento que está dentro del identitario gijonés con la misma fuerza que la playa San Llorienzu. Xixón no puede estar un verano sin el certamen internacional, del mismo modo que no lo puede estar sin chapuzones estivales en nuestro emblemático arenal. Ambos, con distintas connotaciones, son elementos claves en la manera de ser y vivir la ciudad (la pandemia condicionó el mundo, pero no los sentimientos).
Todo gijonés, toda gijonesa, tiene, en el recinto ferial, momentos grabados en su memoria: ese coche, esa compra que se hizo, esa comida con un ser querido…, pero, además de ello, la FIDMA tiene lo intangible, aquello que, sin basarse en instantes, genera un único momento, viajando y conformándose durante toda la vida. Un instante construido asemejándose al hilo vital que se enreda, comenzando en tu más tierna infancia, hasta convertirse en una imperfecta bola de trocitos de colores. En esos primeros años, entrabas arrastrado por una marea humana que se acercaba al recinto, unos, como rutina, otras, disfrute, muchos, como comercio, en los inicios del mes de agosto. Con esos ojos de niño, donde la realidad se ve de manera distinta, pero sigue siendo la misma, sabías que te encontrabas nadando en la pecera de un mar donde a tu lado pasaban muchas cosas, percibiendo, sin saberlo, importantes latidos de la ciudad dentro de la cotidianidad de tu vivencia. Porque, una de las grandes virtudes de la Feria está en la repetición temporal, en la consuetudinaria situación durante un estío siempre impredecible, en la temporalidad hogareña de un evento empresarial disfrazado de social o donde la sociedad se deja engullir por el negocio.
La Feria ha conseguido generar, por el buen hacer de sus responsables durante años, una sensación de pertenencia y ubicación emocional como pocas cosas lo han hecho en Xixón. Dentro de una ciudad que se vuelve loca en los meses de más calor, al amanecer del mes central veraniego, se abre la racional locura de la Feria Internacional de Muestras de Asturias. La reflexión y el pensamiento se ven al abrir las puertas y recorrer sus cuidados cuadrantes, pero la enajenación de los sueños está en cada uno de los días anteriores a su inauguración, donde Cámara y expositores trabajaron durante meses subidos a las ilusiones para construir stands que golpeen la atención al visitante o estableciendo calendarios de reuniones al paso de la economía y grandes y pequeños acuerdos.
Volviendo a la infancia, sombra de nuestro hoy. Las lampiñas piernas recorrían las calles entre edificios ya conocidos, pero siempre nuevos. Banco Herrero, los ALSAS, la Caja de Ahorros de Asturias o Ensidesa estaban ubicados en tu plano mental inamovible, construyendo cada año nuevos pensamientos, pues, además del gran evento empresarial, la Feria tiene la enorme capacidad de difundir la cultura de nuestra tierra, con una gran apuesta institucional por lo autóctono. Esa línea argumental poniendo en valor nuestro patrimonio, material o inmaterial, nuestra cultura, nuestro conocimiento, por parte del sector empresarial asturiano, debe ser agradecido y valorado, pues construye sentimiento y pertenencia de país, haciendo que todo asturiano sienta la Feria como propia.
Además de edificios, existen los clásicos recuerdos del hoy. Entre ellos, como no, el bocadillo de calamares y el avión de porexpán con impulsadora goma. Unos y otra se podían estirar hasta el infinito. Los dos, patrimonio gijonés carente de edades (¿cuántos aviones fueron destrozados por los padres?). Y, ya desaparecidos, los cars, reminiscencias del ayer que las mini motos del ahora no consiguen igualar. Los coches, en miniatura o en stands, son parte fundamental de la FIDMA. Grandes avances tecnológicos a través de los modelos emblemáticos de las marcas en cada época, estaban, más que están, en el recinto, en escorzos imposibles sobre rampas que miraban al cielo. Ahora, impulsados por la volátil compra, se muestran, con menor glamour, menos éxito, pero seguro más ventas, los vehículos accesibles al visitante, durmiendo los referentes de las casas automovilísticas en los sueños de quienes, apoyando las manos en el cristal, intentan ver el interior de un utilitario.
Por último, entre los ayeres mantenidos en el hoy, está el Muséu del Pueblu d´Asturies. Esa puerta siempre abierta, contabilizados como visitantes del equipamiento, te permite pasar del bullicio a la quietud, del asfalto al prao, del sinfín de olores al paladeo del verde. Sentarse con un sándwich de Costa Verde, frente a la laguna, mirando la casa de los Valdés, es un remanso producido gracias a la visión de futuro de Luis Adaro, quien dibujó, junto al ayuntamiento de Gijón, un lugar de hórreos y paneras, de casas hidalgas, llagares y molinos, de chozos y aperos, de riqueza etnológica y estudio. Un espacio que es un museo, no recinto de fiestas desvirtuadoras de un templo de estudio, conservación y divulgación de la riqueza etnográfica de nuestra tierra. Podemos entender el dinamismo y viveza de los museos, pero no se deberían consolidar acciones que lleven a aminorar el valor de marca del equipamiento.
La Feria Internacional de Muestras de Asturias abre sus puertas, y yo, adulto, abro los recuerdos, aquellos generados por la Cámara de Comercio de Gijón que impulsa y revitaliza cada año un evento que ha caminado parejo a la historia de Asturias y de la ciudad. Una Cámara y una Feria que han sabido adecuarse a los tiempos, siendo generadoras de riqueza de presente y futuro. El recinto ferial, durante estos días, es un espacio de negocio, pero también de convivencia, construida con la ilusión de la Cámara de Comercio gijonesa y cada uno de aquellos expositores que ponen sus ganas y esperanza, así como su compromiso, en esos más de ciento cincuenta mil metros cuadrados. Nosotros, visitantes, seguiremos recopilando recuerdos, además de seguir sintiendo que la Feria, nuestra Feria, es parte inseparable del verano y de la ciudad.