Desde hace catorce años el puesto de artesanía que regenta Vitaly Belaklovok Petrov ofrece a cada visitante una porción «única» de la artesanía e historia del lejano país, desligada, eso sí, de cualquier connotación política actual

Ha pasado casi un cuarto de siglo desde que Vitaly Belaklovok Petrov abandonó la magnífica e imponente Moscú que le vio nacer, y cambió el ahora convulso este de Europa por la calidez mediterránea de España. Pero el que sea un ‘océano’ terrestre a más de 4.100 kilómetros de distancia lo que, desde hace veinticuatro años, le separa de su hogar no ha impedido a este artesano con alma de poeta llevar consigo, y compartir con todos y cada uno de los visitantes de la Feria Internacional de Muestras del Principado (FIDMA), un pedacito de esa Rusia que le vio nacer. Y es que, desde hace ya catorce años, Belaklovok se ha convertido en un imprescindible del evento estival asturiano, siempre localizable en la galería comercial del Recinto Ferial ‘Luis Adaro’. Parapetado tras una colorida trinchera de ‘matrioshkas’, ‘ushankas’, huevos de Fabergé y piezas de iconografía soviética, día tras día se propone acercar a vecinos y foráneos un pedazo de la cultura y del arte de aquella nación tan distante como desconocida, renunciando, eso sí, a cualquier forma de significación sobre la realidad política que ha tensionado medio mundo.
«Es otra forma de hacer ver a la gente que nuestro pasado, la cultura de mi pueblo y su producción artística no tienen nada que ver con lo que está pasando ahora», aclara, firme y tímido a un tiempo, mientras muestra a una posible clienta su vasta colección de cajas labradas y de Nacimientos construidos específicamente para la Europa católica, aunque siguiendo el estilo de la iconografía ortodoxa rusa. El potencial de semejante galería de opciones no es desdeñable; sobre todo, a tenor de que «tenemos taller propio. Son piezas única, que vienen de lejos; es algo que gusta mucho». Eso, por lo que respecta a las creaciones artesanas, de las que, cómo no, las más emblemática son las ‘matrioshkas’, las graciosas muñecas que pueden almacenarse una dentro de otra, cumpliendo siempre, eso sí, con la máxima de que no sumen un número par. Por el contrario, en el flanco derecho de su ‘stand’ Belaklovok despliega otra clase de productos: mecheros tipo ‘Zippo’, prismáticos y petacas, parches y condecoraciones militares, cascos de combate y diversos gorros de tanquista y paracaidista, todo ello herencia de los tiempos en que la ahora Federación Rusia se erigía en ama y señora de la Unión Soviética. No hay, sin embargo, reivindicación política alguna en su exhibición y venta; baste como prueba que, a escasos centímetros de todo ello, se alinea una pintoresca colección de ‘ushankas’, el inconfundible gorro de piel inmortalizado a lo largo de los siglos por zares, zarinas y nobles rusos.
«La gente está muy desinformada con nosotros; no se puede juzgar sin profundidad a toda una sociedad sólo por lo que llega a través de las noticias», reflexiona Belaklovok. En sus palabras hay un tibio deje de resignación; él mismo sufrió el año pasado cierta merma en sus ventas, condicionada por el prejuicio antirruso que la guerra en Ucrania ha despertado en Occidente. Por fortuna, este año parece que dicha percepción se ha mitigado. «El asturiano se porta bien con nosotros; en España vamos de feria en feria, y siempre nos acogen bien, pero aquí, en especial», admite. Un balance en el que la FIDMA tiene su parte de feliz responsabilidad. «Dependemos mucho del tiempo, pero venir aquí suele funcionar. Llevamos ya tantos años… Y solemos salir contentos».