El fundador del blog ‘No soy digno de tu amor’, y director de Programas en la Fundación Municipal de Cultura y Educación, charla con MIGIJÓN sobre sí mismo, la evolución del vestuario y el futuro del mismo


Luis Alberto Fernández González es director de Programas en la Fundación Municipal de Cultura y Educación de la Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón, y bloguero de ‘No soy digno de tu amor’. Su cargo en dicho departamento se ocupa de la innovación cultural de las artes escénicas, como el teatro, la danza y la música, además de dotar de contenido cultural los cinco centros culturales de la ciudad. Anteriormente trabajó veinte años en el Pueblo de Asturias, a la vez que lo hacía con conocidos diseñadores en la Pasarela Cibeles.
Por lo que veo, en este trabajo está en su salsa.
Me interesa muchísimo la cultura de cercanía.
¿Qué estudió?
Soy Doctor en Historia del Arte. Después de trabajar veinte años en el Pueblo de Asturias, y siendo casi ‘vieyu’, hice el doctorado.
Con el tema de la moda.
Yo tenía ese rollo de historiador con todo lo que tuviera que ver con la moda, y en el Pueblo de Asturias hay una colección magistral de moda y fotografías. De ahí mi pasión y cometido de aunar todas estas experiencias.
Y decidió hacer su tesis basada en la moda de aquí durante esos años.
Hice la primera tesis doctoral sobre moda que salió de una facultad de Historia del Arte, porque nunca comprendí cómo se podía valorar más un plato, una azada o una imagen, que la fantástica colección de ropa de la que le estoy hablando.
Es un guindilla.
Quise demostrar que, dentro de un ámbito universitario de primer grado, como la Universidad de Oviedo, se podía hacer una tesis sobre este tema.
Abrió una puerta.
Que otros han seguido. Dese cuenta de que la etapa de los años veinte fue gloriosa para esta región. Europa entraba en una guerra mundial y todas las fábricas de Inglaterra, Francia y Alemania, tuvieron que cerrar.
Y aquí no.
De un año para otro, las empresas textiles asturianas cuadruplicaron su rendimiento y ventas. Las minas de carbón formaron una burguesía de ‘perres’, así que había mucha demanda de ropa de calidad. Mi investigación me hace descubrir que aquí empiezan a llegar modistas y modistos importantísimos.
Díganos algún nombre.
Balenciaga, el más importante.
¿Por dónde más llegaba esa ropa de calidad?
Mire, por ejemplo, de París a Biarriz, de ahí a San Sebastián, luego a Bilbao, Santander, Gijón y Oviedo. Dese cuenta que el tema de la inmigración fue base también de este éxito textil. Miles de jóvenes se van de aquí a México, Nueva York, Cuba, Argentina…
Y, como dice usted, venían con ‘perres’.
¡Claro! Y el comercio local aprovechó ese tirón para abrir tiendas de guantes, sombrererías, zapaterías, boutiques… Cerca del Centro Antiguo Instituto había una tienda que se llamaba La Innovación, que era una maravilla.
Pero usted… ¿De dónde pudo sacar tanta información?
Gracias a la Fototeca del Pueblo de Asturias. Por ejemplo, de Constantino Suárez, fotógrafo de los años treinta.
¿Qué se vestía en Gijón en esos años?
Primero, al dejar de utilizar el polisón, aquella especie de cojín que se ponía a la altura del trasero y que requería metros y metros de tela, llegué a la conclusión de que cualquier señora podía ir a la moda. Con un ‘cachu’ de tela podía copiarse cualquier cosa.
Y descubriría también el nombre de las modistas asturianas de la época.
Eso lo podrá leer todo el mundo a finales de año, en el libro que me está editando, precisamente, El Pueblo de Asturias.
Adelántenos el título, por Dios…
‘La moda femenina en Asturias en los años 20 a través de la Fototeca del Pueblo de Asturias’.
Todo lo que nos cuenta es apasionante, pero nos interesa también su ‘otro’ paso por la moda.
Por circunstancias de la vida, mi madre biológica fallece cuando tengo dos años, y mi hermano, ocho. Me crio entre mujeres en un pueblo pesquero, San Juan de la Arena. Los paisanos iban a la mar seis meses, y aquello era todo ‘muyeres’. Escuchaba la máquina de coser a todas horas. De la nada, de retales, hacían un vestido para ir de boda.
Apasionante.
Me enseñaron a valorar y cuidar la ropa, y mientras mi hermano jugaba al futbol en Pravia, a donde se tuvo que ir con otro familiar, yo sabía cómo se tenía que lavar, doblar, planchar… Y empecé a diseñar. En el colegio me pillaron muchas veces.
¿A qué colegio fue?
A los Jesuitas.
¿Y eso?
Mi padre se volvió a casar pronto, con Julia. Yo siempre digo que la tragedia trajo de la mano a un ángel, mi ángel de la guarda, y a la mujer más importante de mi vida. En realidad, mi madre, porque me crió con todo el amor del mundo, y sigue haciéndolo.
Pero a lo que vamos… ¿Usted cose?
Nunca me dio. Yo diseñaba, ya en el colegio.
Además, sus primas tuvieron aquí una tienda de ropa importantísima, Trasgus, en los Jardines de la Reina.
Aprendía algo muy importante, el tema psicológico y la ropa. El hecho de vestir a una mujer, que entraba por la puerta triste, y ser testigo de cómo se venía arriba al ver el cambio, me llenaba de satisfacción.
¿Cómo no se hizo diseñador?
En mi casa, aunque siempre vieron con buenos ojos todo lo que hacía, me lo quitaron un poco de la cabeza.
Y decide estudiar Historia del Arte en Oviedo.
Yo seguí con el rollo de la moda, y comencé en el Pueblo de Asturias, y a conocer a gente de ese mundo.
¿Cómo?
Por un amigo, de unos amigos, de otro amigo… Empecé a ir a la Pasarela Cibeles.
A colarse.
Tal cual. Igual veía a alguna famosa y la iba a saludar. A la hora de empezar el desfile le decía: “Uy, ya no puedo llegar a mi sitio, chica, me quedo aquí”.
Me muero…
En esa época conozco a Marí Lafuente, que me invita ir con ella a Cibeles. La empiezo a ayudar en el ‘backstage’, a poner zapatos, a vestirlas… Y abro en el 2011 el blog ‘No soy digno de tu amor’. Esa es mi época fuerte en cuanto desfiles, porque empiezo a coordinar, a elegir a las modelos de cada pase, a trabajar con Ágata Ruíz de la Prada…
Y conoce a Lorenzo Caprile.
Es un erudito en la moda, el gran modisto de alta costura que hay en España. Un grandísimo lector, es licenciado en Literatura, es cultísimo. Le voy a contar algo que le va a gustar.
Cuente, cuente.
Un día, viendo una película de Sara Montiel, precisamente con Caprile, ella tenía que decir una frase…
No soy digno de su amor.
(Se ríe). Exacto.
Queremos saber más. Diseñadores que le gusten.
Al ser estudioso de la moda, me tiran mucho los de antes. Balenciaga, Christian Dior, Chanel… Son los grandes pilares de la moda actual, siguen siguiendo sus directrices.
Y, diciendo esto, ¿le gusta cómo visten esas famosas americanas? Por ejemplo, ¿las Kardashian?
Piensan que descubren la pólvora cada vez que salen de casa, y la pólvora ya está descubierta. Sus vestimentas van acordes con el momento, con otros códigos, y son capaces de captar la atención de millones de personas.
Modelos top de la época, como Claudia Schiffer, Naomi Campbell o Cindy Crawford.
Esas modelos se acabaron cuando descubrieron a Kate Moss. Aniñada, delgada, mínima…
Oiga, ¿qué es para usted la elegancia?
Siempre lo tuve muy claro. Es algo que fluye y trasciende de la propia persona. Es una cosa incontrolable. A la gente que le fluye la elegancia, es porque es innata en ella. Es un algo más…
Se tiene o no se tiene.
Cuando una persona no es elegante, por ‘muches perres’ que tenga… Nati Abascal o Carolina de Mónaco, con un saco, estarían divinas igualmente.
Y terminemos con lo que quiera porque si no van a tener que dejarnos toda la plataforma digital…
Mi familia, mi trabajo y Gijón son mi vida. Y si me lo permite…
Se lo permito…
Doy las gracias a toda la gente que me facilitó el camino.