«De nuestro ayer, condicionante del hoy, incluso en el tiempo de diversión y esparcimiento, debemos reflejar la importancia de la industrialización gijonesa en la conformación de sus vecinos y vecinas»
Xixón siempre fue de salidas grupales, de cantarinos en las sidrerías, de partidas de tute o parchís, de quedadas para comer, de comadres. Aunque no tengamos el aura que tienen otras comunidades autónomas en relación al ocio grupal, Asturias, sobre todo en Cuencas y Xixón, mantiene esa forma de relacionarse enraizada a nuestra tierra, en donde se abrazan sus pasados históricos con el ahora.
De nuestro ayer, condicionante del hoy, incluso en el tiempo de diversión y esparcimiento, debemos reflejar la importancia de la industrialización gijonesa en la conformación de sus vecinos y vecinas. Durante el siglo XIX, el puerto, incrementándose con El Musel a principios del XX, dio el pistoletazo de salida a ese Gijón fabril, con industria, talleres y fábricas, que condicionó para siempre nuestra ciudad y dibujó a sus habitantes. En esa población constantemente creciente de antaño, trabajadores y trabajadoras modelaron un movimiento social muy reivindicativo y activo en donde el asociacionismo tuvo un papel muy relevante. El y la gijonesa, por un lado, trabajaban para ganar el jornal establecido; por otro, reivindicaban mejoras a través del movimiento obrero, pero hay un tercer lado que no debe pasar desapercibido, y menos en nuestra ciudad: el asociacionismo. La llegada del tiempo libre a las personas no acostumbradas, por venir del campesinado, en donde jamás se acaban las labores, unido a ese movimiento obrero facilitador de hablar de todo a la salida de las fábricas, conllevó la creación, a lo largo de la ciudad, de agrupaciones corales, equipos deportivos, sociedades culturales… Provocando una manera de disfrute e inquietudes prevalecientes en nuestros días.
En esta creciente industrialización, semejante con otras partes de España donde se juntase la mar y las fábricas, sobre todo País Vasco, debemos reflejar el papel tenido por la mujer en la sociedad gijonesa, con una mayor presencia en el entramado social que en otros lugares de España. Aquí, no solo tenemos que recordar el protagonismo de las mujeres de los mineros en toda Asturies durante las huelgas, también debemos reflejar a Les Cigarreres. Ellas fabricaron en Xixón no solo tabacos, sino una manera de entender la igualdad, el asociacionismo femenino e incluso el tiempo libre, con las todavía, y por siempre perviviendo, Les Comadres. Por supuesto, como buenas gijonesas, las trabajadoras del Barrio Alto fueron reivindicativas, con conciencia de clase y activistas del movimiento obrero. Protagonizaron la primera huelga de mujeres de Asturias en 1903, y las acompañaron, en el tiempo, y en su forma de entender la sociedad, las trabajadoras de ‘La Algodonera’. Urdidoras, tejedoras y bobineras reclamaban un trato justo o, mejor dicho, más justo, en esos años donde la igualdad era una utopía luchada por pocas. Recientemente, en los años 80 y 90, Obrerol con el ‘Conflicto de la peseta’ y, sobre todo, Confecciones Gijón, Ike entre 1984 y 1994, llevaron a cabo una durísima lucha laboral que sobresalió incluso en un periodo tan conflictivo como fue la reconversión industrial asturiana. Diez años de Ike, dos lustros de movilizaciones sin descanso enfrentándose a todos; policías, sindicalistas, políticos… Para finalizar encerrándose cuatro años en la fábrica. El mundo textil, las fábricas, los talleres, el antiguo convento de Las Recoletas fueron piezas importantes en la construcción del modo de disfrute de nuestra ciudad y la configuración del carácter reivindicativo de sus habitantes, sobre todo, en este caso, de las mujeres. Las gijonesas han sido básicas en una manera de manifestar, a través de la acción y las exigencias, la igualdad en las calles y en el trabajo. Gijón debe agradecerles a ellas, a las trabajadoras de la Algodonera, de IKE y de otras muchas mujeres calladas, por, durante esos años, poner luz a la desigualdad existente. Sin ellas, esta ciudad sería muy distinta.
He comentado la industria, las fábricas, los talleres, pero también he dado pinceladas sobre la forma de vivir el tiempo de ocio por medio del asociacionismo, una de las grandes diferencias de Xixón con otras ciudades semejantes. Asociaciones culturales, deportivas, de vecinos, asociaciones memorialistas…, hacen que la vida gijonesa siga manteniendo el grupo como elemento de disfrute de tiempo libre, así como de formación y crecimiento personal. La llegada de la democracia hizo de nuestra ciudad un ejemplo de movimiento vecinal, así como de acción cultural, realizada, en gran medida, por las múltiples asociaciones supervivientes de la asfixiante dictadura, e impulsada, durante fines de siglo XX, por la visión del mundo del Partido Socialista. Ese modo de entender las ciudades con el prisma de una ideología basada en la conciencia social, la importancia de los derechos y la garantía de acceso a los mismos, llevó a Gijón a encabezar la lista de ciudades españolas que más lucharon por el conjunto a través de movimientos colectivos, y más se apoyaron en la cultura como elemento de enriquecimiento social. Bibliotecas, museos, cines, teatros, centros integrados, lugares de ocio y disfrute, muchas veces compartido, favorecieron la permanencia del asociacionismo y, con ello, la manera de disfrutar los y las gijonesas. El Partido Socialista conformó la ciudad para su enriquecimiento desde lo social, sabiendo interpretar de manera adecuada el sentimiento gijonés y uniéndolo, a través de políticas públicas, al acceso a los derechos en sanidad, educación, cultura… Se generó un gran escudo social para eliminar las desigualdades y proteger a las personas. Y todo se hizo desde el colectivo.
Al mismo tiempo, existe en nuestra comunidad autónoma una bebida con la fuerza de juntarnos en torno a un vaso, grande, amplio, como grande y amplio es el carácter afable y cercano de los y las asturianas. Las sidrerías gijonesas, lugares de cultura propia, numerosas y pobladas, llevan a reforzar lazos, fundir abrazos y cantar, en la barra o en la mesa, como forma de amenizar las veladas entre amigos. Porque Xixón tiene una manera de disfrutar basado en juntarnos por y para todo. Vivimos en torno a un vaso de sidra compartido, nos sentamos en les fiestes de prao, juntamos cultura y diversión – ¿Cuándo estuvieron separadas? – en la Semana Negra, nos apretamos bajo los calamares de la Feria de Muestras. Somos ‘La Mareona’ fuera de El Molinón, nos gusta la folixia, nos agolpamos a batir récord de escanciado, las calles se convierten en torrentes de gentes corriendo a ver Los Fuegos, teniendo tiempo, en esa noche interminable, para la pausa si coincidimos con personas hace tiempo no vistas, y también nos gusta quedar con los amigos para cuestionar y criticar nuestra realidad, pues Gijón también es eso, una eterna ciudad inconformista.
Xixón es de pasados y presentes, y uno que les escribe, este fin de semana, disfrutó en La Camocha de su ayer en el hoy. Hace más de treinta años, ilusionados jovenzuelos defendían, en el mítico campo de El Roble, los colores rojiblancos del equipo minero, sobre terrenos de juego alejados de lo sintético, reflejo de las relaciones construidas alejadas de la superficialidad. Esas mismas personas, ilusionadas de la vida, cuyos cuerpos abandonaron la juventud e incluso las formas, se volvieron a reunir, como cada año, en el mismo lugar de concentraciones y pochas de entonces, La Bodega Vieya, a degustar un cordero a la estaca y, sobre todo, a degustar la manera de disfrute de todo buen gijonés o gijonesa: en grupo.