La longeva firma, liderada hoy por Amador José Sierra Sánchez, representante de la tercera generación de la familia fundadora, recibirá este jueves el Premio Impulsa a la Trayectoria Empresarial
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El del mercado empresarial es un mundo duro. Cualquiera que se haya lanzado a él, independientemente del sector de actividad elegido, podrá confirmarlo. Las constantes variaciones de precios y costes, las fluctuaciones en la demanda, los cambios de gustos entre los potenciales clientes… Por no hablar de la titánica competitividad entre rivales. Un conjunto de aspectos que hacen que, en la práctica, sólo la eterna combinación de esfuerzo, constancia, inteligencia y buena suerte garanticen la supervivencia y expansión de una compañía. Y, con más de 65 años en activo ya cumplidos, la firma de textil profesional Obrerol Monza, SA, podría considerarse un caso paradigmático de ello. Así lo ha entendido el servicio de promoción municipal Gijón Impulsa, que ha considerado a este equipo puramente familiar merecedor del Premio Impulsa a la Trayectoria Empresarial. De recogerlo se encargará este jueves Amador José Sierra Sánchez, a su frente desde hace años y, además, representante de la tercera generación de la familia fundadora.
La historia de esta compañía familiar debe mucho a la isla de Cuba. Fue a ella a la que, con tan sólo diecisiete años, emigró Amador Sierra, abuelo del actual presidente, dejando atrás su El Villar natal, una aldea perdida en la parroquia de Villanueva de Oscos. «Era sólo un chiquillo, pero allí aprendió el arte del textil, de la confección… Y montó un taller de camisería», relata su nieto. Como tantos emigrantes, el que llegaría ser el primer Amador al frente de Obrerol permaneció en el país americano hasta reunir dinero suficiente como para labrarse un porvenir en España. Y, cuando ese momento llegó, cruzó de nuevo el Atlántico, esta vez con rumbo este, para regresar a Asturias. No fue el único, desde luego, y junto con otros retornados pasó a ser socio de la ya desaparecida empresa gijonesa Manufacturas Tassa. Por fin, el salto evolutivo definitivo llegó el 14 de mayo de 1958, el día que abrió su propia camisería. El boom que en aquella época vivía el sector industrial, con la siderurgia y la minería, hicieron el resto a la hora de definir el camino de la empresa. Los monos de trabajo de tela vaquera fueron su primera gran aportación al textil para uso profesional.
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Hoy Obrerol y su marca textil, Monza, se han erigido como dos de los nombres nacionales más consolidados en dicho sector. A los equipos de protección individual (EPI) puramente industriales siguieron prendas específicas para trabajadores de hostelería y sanitarios, las tres áreas que conforman la espina dorsal de su modelo de negocio. Su plantilla directa, integrada en la actualidad por 35 personas, permite retener en suelo español un 20% de la producción; el resto se ha externalizado, aunque sin renunciar por ello a los altos niveles de calidad que definen su reputación. «No pretendemos ser una marca económica; fijamos unos estándares altos, y el trabajo no nos falta, porque seguimos creciendo», asegura Sierra. Buena parte de ese éxito, clave en la pervivencia de Obrerol, se debe, reflexiona, a la adaptación a las demandas de la moda, siempre cambiante. «Jamás dejamos de lado la protección y la comodidad, pero la estética también es importante», confirma. No es raro, pues, que las prendas de corte más ajustado, conocidas en el ámbito del textil como de ajuste slim, ganen presencia entre las demandas de los clientes. «Es, incluso, una experiencia en salud mental. Si el trabajador está a gusto con su vestimenta, va a su puesto contento».
Poco dado a llamar la atención, como la misma empresa que preside, Sierra no oculta que el haberse alzado con el Premio Impulsa es «un orgullo y una satisfacción. Somos una compañía discreta, y algo así sirve de recordatorio de lo que somos, de nuestra maestría y de nuestro esfuerzo». Es, a mayores, un espaldarazo para un ámbito de actuación en el que «la mujer siempre ha tenido un papel muy destacado». Pero, por encima de todo, el galardón es un reconocimiento a los cientos de profesionales que, en estos 65 años, han pasado por las filas de la empresa; muchos de ellos, «gijoneses y gijonesas, que han dejado aquí la mejor versión de ellos mismos, porque nada perdura sin personas responsables y comprometidas». De casi todas ellas retiene Sierra en su mente sus nombres y rostros. «Desde el año 2000 el textil ha sufrido una reconversión importante, y la superamos gracias a nuestro equipo, a su capacidad y talento. Para mí, eso es lo más importante».