En el que es uno de los distritos más amplios y eclécticos del municipio las recepciones a los protagonistas de estas fiestas, las actividades culturales y el ocio de algunos barrios coexisten con la total falta de iniciativas en otros pocos
Aunque embebida de ciertas costumbres, símbolos y mensajes comunes, es difícil encontrar dos formas exactamente iguales de disfrutar la Navidad. Muy al contrario, hay casi tantas maneras como personas, familias… E, incluso, barrios. Y, de forma totalmente involuntaria, la zona sur del extenso territorio que cubre el término municipal de Gijón se ha convertido en un ejemplo muy vivo de esa certeza. Porque quienes estos días dediquen un tiempo a transitar por sus calles, a disfrutar de sus plazas, a consumir en sus negocios y, en definitiva, a empaparse de la vibrante dinámica que puebla los barrios meridionales de la ciudad descubrirán maneras diametralmente distintas de entender esta festividad y de expresarlo de forma colectiva, para gozo de sus habitantes. Eso sí, siempre con un denominador común: la ilusión y la hermandad propias de estas fechas, y el firme propósito de que, a todos los efectos, el 2024 que está por venir sea aún mejor que este 2023 que pronto quedará atrás.
Siguiendo con una tradición no escrita, aunque sí persistente, la Asociación de Vecinos ‘Evaristo San Miguel’ del Polígono es la que ha desplegado el cartel más potente del distrito. Desde que, el 1 de diciembre, se procediese al encendido de ‘Poligosín’, el gigantesco oso luminoso que sirve de mascota navideña al barrio, la actividad no ha cesado en la sede del colectivo. El pasado día 13 se realizó un taller de dulces navideños que, reconoce el presidente, Manuel Cañete, «funcionó muy bien; todavía hasta hace pocos días las seguíamos comiendo pastas». Su sucesor fue, en la tarde del 15 y como parte del ciclo NavidArte, un segundo taller, esta vez de improvisación teatral, complementado con una actuación de la Tuna Femenina de la Universidad de Oviedo, y continuado al día siguiente por la mesa redonda ‘Conversaciones sobre traducción n’Asturies’, a cargo del colectivo Fame Poétika, que reunió a algunos de los grandes nombres de ese campo en la región.
Por su parte este viernes, a las 20 horas, la Coral Asturiana de Gijón ejecutará un concierto abierto, y el cierre de cartel se producirá a las 20 horas del 30 de diciembre, cuando los más pequeños tomarán pleno protagonismo en ‘Campanadas y se acabó’, una suerte de fiesta de cierre del año para los niños, ambientada en la década de 1920, y que se espera que sea todo un éxito. «A pesar de los días de lluvia, la gente está respondiendo muy bien», celebra Cañete. Y eso es capital, ya que, en un sentido estricto, el objetivo de las celebraciones navideñas no es otro que «tratar de animar los barrios y de hacer convivencia». Por eso, el presidente del Polígono anima a todas aquellas personas interesadas, «sean o no del barrio», a que se sumen y disfruten.
Al sur del feudo de la ‘Evaristo San Miguel’, separado del resto del distrito por la ‘Autovía del Cantábrico’, Nuevo Roces continúa manteniendo viva una iniciativa nacida hace siete años, como gesto de protesta ante las demoras en la construcción de su sede vecinal: la visita de Papá Noel, que el domingo 17 recibió a casi doscientos niños, les entregó dulces y golosinas, y tomó buena nota de sus deseos para la noche del 24. «Un par de veces los Reyes Magos de la Cabalgata tuvieron la deferencia de venir a saludar, por aquello de la discriminación positiva, al tener malas comunicaciones, pero dejó de hacerse», apunta Miguel Bernardo, vicepresidente de la asociación vecinal que lidera Graciela Buzón de Álvaro. Aun así, la presencia de Papá Noel compensa buena parte de esas carencias. «Es nuestro sello navideño», ríe Bernardo. «Cuando la construcción de la sede se paralizó, decidimos empezar a hacerlo junto a las vallas que cercaban la obra. Y, a pesar del frío y de la lluvia, la gente lo acogió muy bien. Por eso lo mantenemos».
De Papá Noel a L’Anguleru, pasando por aportaciones al Banco de Alimentos
En torno a las recepciones también se estructura la Navidad en Nuevo Gijón, La Braña y Perchera, sólo que, en el caso de esa conurbación, su protagonista irradia un aroma inconfundiblemente asturiano. En efecto, ni los Reyes Magos, ni Papá Noel han acudido aún a hacer las delicias de los más pequeños, pero sí L’Anguleru, el emblemático pescador concebido por la Asociación ‘Garabuxada’ de San Juan de la Arena, y que este martes recogió las cartas con las peticiones particulares en el local de la Asociación de Vecinos ‘Santiago’, acontecimiento rematado con la ritual chocolatada para todos los públicos. «Se nota el ambiente de estas fechas», afirma María Jesús Martínez, presidenta del barrio. Sobremanera «entre la gente mayor, a la que le hace mucha ilusión que sus hijos y nietos vuelvan a casa por Navidad».
Hay, sin embargo, algunos barrios sureños en los que se ha optado por aparcar cualquier actividad navideña propia. Así sucede en Pumarín, uno de los mascarones de proa del distrito meridional. La baja por enfermedad de la mitad de la directiva vecinal, incluido su presidente, Miguel Laburu, ha forzado a aplazar hasta la Navidad de 2024 la icónica visita del príncipe Aliatar e, incluso, a cerrar la sede de la asociación entre el 25 de diciembre y el 8 de enero. «Nos habría gustado hacer cosas, pero las circunstancias no nos lo permiten; esperemos que el año que viene nos traiga una salud mejor», bromea Laburu. Frente a esa circunstancia eventual, en Contrueces todavía se arrastra la inercia adquirida en tiempos de la pandemia. Como recuerda su vicepresidenta, Begoña Corveira, «estuvimos muchos años haciendo la Cabalgata y la entrega de juguetes pero, a raíz del coronavirus, lo dejamos y, de momento, no retomamos, aunque estamos pensando en hacerlo en el futuro». Por fortuna, en la tarde del 5 de enero la comitiva de los Reyes Magos, en su camino desde Montevil hasta el centro de Gijón, pasará por la carretera de la Carbonera. «Tampoco querríamos quitarle protagonismo», apunta.
En una especia de término medio entre los grandes programas y la total ausencia de opciones se mueve Santa Bárbara. Los vecinos del antiguo poblado, representados desde hace poco más de un año por María del Pilar ‘Mapi’ Quintana Bellón, no han preparado talleres, juegos, conciertos o recepciones, pero tampoco han renunciado a la solidaridad típica de estas fechas. Por ello, se han sumado a la campaña de recogida de productos para la Fundación Banco de Alimentos, activa hasta el 8 de enero y a la que los habitantes del barrio, por ahora, «están respondiendo». Sí ha habido, en cambio, un gesto puramente navideño, aunque motivado a partes iguales por la ilusión y la decepción: el encendido de la iluminación instalada en fachadas, ventanas y balcones por los propios residentes, realizado el 10 de diciembre para compensar «las cuatro guirnaldas enroscadas que el Ayuntamiento ha puesto en cuatro árboles de la plaza, que están podados y que parecen muertos». Afortunadamente, la acción colectiva equilibra la balanza lumínica. «A pesar de todo, se respira la Navidad. Los vecinos se han trabajado muchísimo las decoraciones, y hay un ambiente muy bueno. Tenemos un vecindario cada vez mejor».
La iluminación navideña, entre la decepción y la comprensión
Como en Santa Bárbara, en Nuevo Gijón, La Braña y Perchera el despliegue lumínico del Consistorio no ha cubierto las expectativas. Tanto, que María Jesús Martínez no escatima en apelativos críticos. «Es un fiasco. Tenemos dos calles con tres adornos en las farolas, y unos árboles iluminados en el parque de Víctor Fernández, y ya. Es un abandono total», lamenta. Peor aún es el ambiente en Contrueces. «Ya estamos desesperados; estamos igual que el 30 de agosto», clama Corveira. Para ella, como para el gruesos de sus representados, los adornos puestos en el parque de las Palmeras, complementados con algunos arcos en la carretera del Obispo, «son suficientes, así que, por aquí, de la Navidad no se sabe nada, salvo por lo que los particulares ponen en sus edificios». Una situación que, en el caso concreto de su barrio, se agrava en la calle Río Cares, donde, directamente, «la iluminación pública ordinaria no llega a los portales. Y mira que hemos llamado a la empresa, Acciona, y al Ayuntamiento, pero no hay manera. Tenemos que entrar con las linternas de los móviles, y tenemos a vecinas muertas de miedo al volver a casa por las noches».
Pero no todos son quejas en el distrito sur. En Pumarín, incide Laburu «nos hubiera gustado que se pusieran más cosas, pero entendemos que es un gasto importante, que la ciudad es grande y que cubrirlo todo tiene un alto coste, así que tampoco vamos a protestar». Para Cañete, su homólogo en el Polígono, la tolerancia ha de contar con una doble derivada añadida: la de la conciencia social medioambiental. «Sinceramente, tenemos barrios sobredimensionados de luces, y otros con pocas, pero abogo por no convertir esto en una competición», sentencia. Son convicción, forjada en sus muchos años en el cargo, tamizados de Navidades, es que «no podemos tener dos meses de celebraciones, y empezar a vender el turrón en octubre; eso mercantilizar las fiestas, aparte del consumo energético. Creo que ya se nota un poco de hartazgo». Pese a ello, admite que, aunque «la alegría con las luces va por barrios», en el caso concreto del Polígono, «con nuestro osito y el reno que nos han puesto, y que nos hemos ganado a pulso, estamos relativamente contentos. Sobre todo, porque antes no los teníamos».
Con ánimo igualmente conciliador y constructivo, desde Nuevo Roces Miguel Bernardo invita a una reflexión general no sólo en la parte meridional del municipio, sino en todo Gijón. «Sí que hemos mejorado, pero quedan zonas sin ningún tipo de luz, y se debería contar también con aquellas en las que no hay comercios», reivindica. Es el caso de arterias como José Antón Magarzo, Benito Otero o Alicia Concepción, cuyos habitantes «son tan ciudadanos como el resto. El hecho de que allí no tengan negocios no es porque no quieran, y sí que merecen la alegría de una buena iluminación. Al final, es algo con lo que, como ciudad, ganamos todos».