La experta alerta de que se trata de «una carrera contrarreloj», aunque resta importancia a las concentraciones de elementos tóxicos en esas esferas de plástico e insta a no ser «alarmistas en este sentido»
Con los ‘pellets’ apareciendo en cada vez más puntos del litoral cantábrico español, cohortes de voluntarios lanzándose a las playas para retirarlos, y las Administraciones nacional y autonómicas acusándose mutuamente de supuestas demoras e ineficacias en la reacción, poco a poco el testimonio de los expertos comienza a resonar por encima del ruido político. Una de ellas es la de Marinella Farré, investigadora del del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA), adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quien este mismo lunes advertía de que esas pequeñas esferas de plástico, vertidas por el mercante liberiano ‘Toconao’ frente a las costas de Portugal el pasado 8 de diciembre, podrían llegar «a toda la costa del Cantábrico». Su resumen de la situación es tajante: «Es una carrera contrarreloj».
Así las cosas, no es casual, ni tampoco gratuito, que Farré haya instado a retirarlas «lo antes posible» para evitar «un mayor impacto» de la crisis ambiental desatada que, en España, ya afecta a los litorales gallego y asturiano. No obstante, también ha tratado de aportar una dosis de mesura y realismo a la situación. Tal como apuntaba, estos ‘pellets’ son, efectivamente, como «bolitas de plástico», de unos cinco centímetros de diámetro cada uno, y se «utilizan como materia prima para hacer diferentes piezas de plástico». Cada uno de ellos podría tardar en desaparecer del medio marino «entre cincuenta y setenta años». Ahora bien, al tratarse de una materia prima, estas esferas no deberían de tener grandes concentraciones de elementos tóxicos, por lo que ha instado a no ser «alarmistas en este sentido», si bien ha precisado que haría falta un análisis para determinarlo. En paralelo, la Xunta de Galicia ha analizado su composición y ha descartado que sean «tóxicos o peligrosos».
«Cuanto más se mezclan con la arena, más cuesta de retirar. Cuanto más se tarde, más sacos se abrirán»
Pese a ello, la investigadora del CSIC incidía ayer en que, pese a no ser un elemento peligroso en ese sentido, sí es un «problema», ya que puede afectar de manera física a especies de la zona, como peces o aves, además de poder extenderse a toda la costa del Cantábrico. «No hay límite. Llegarán donde la marea los haga llegar, y dependiendo de temporales y de mareas llegarán más lejos o no. Pero, al final, en menor o mayor cantidad, yo creo que prácticamente llegarán a toda la costa del Cantábrico», reflexionaba. Por ello, ha urgido a su retirada «lo antes posible», y a intentar recoger los que se encuentran en los sacos vertidos por el buque «antes de que se abran y se suelte su contenido».
En total, fueron 1.050 los sacos de ‘pellets’ que el buque ‘Toconao’, registrado en Liberia y propiedad de la armadora danesa Mærsk, perdió ante las costas lusas. Cada saco contenía veinticinco kilos de esferas, sumando un total de 26,2 toneladas de ‘pellets’. A mayores, por la borda de la nave cayeron otros cuatro recipientes que transportaban neumáticos, barras de aluminio, neumáticos y rollos de papel film. A fecha de este martes la Unidad Especializada en Medio Ambiente de la Fiscalía General del Estado mantiene abiertas las diligencias de investigación sobre el vertido.
Con semejante escenario sobre el tapete, la premura es la clave. «Cuanto más se mezclan con la arena, más cuesta de retirar. Cuanto más tiempo se tarde, más sacos se abrirán, y los que están flotando se pueden ir cubriendo de un biofilm, aumentar su peso y bajar en la columna de agua», continuaba ayer Farré. Y concluía animando a los cientos de voluntarios que se han desplegado en las costas de Galicia y Asturias a que sigan «al pie de la letra» las recomendaciones de los expertos en la zona, e intenten «tocar lo menos posible» la misma; sobre todo, si se trata de lugares protegidos.