La costumbre de cambiar, sistemáticamente, el organigrama de un ayuntamiento por el hecho de cambiar de siglas habla bastante, y no bien, de los errores de decisiones políticas que hayan podido tomar unos y otros
Esta semana han estado un poco revueltas las aguas de nuestra empresa municipal de medio ambiente, EMULSA. El motivo es la sustitución del actual gerente, puesto casi con carácter de emergencia y urgencia en el tramo final del anterior mandato municipal, bajo el gobierno del PSOE e IU.
Se sustituye el gerente anterior por quien, hasta este momento, era el Director General de Medio Ambiente, un político asturiano del Partido Popular. Dejará el puesto de Director General y se hará cargo de la gestión de EMULSA. Y se hace cargo en un momento de gran complejidad para esta empresa pública. Es de suponer que el nombramiento de este nuevo gerente conlleve algún cambio más en la estructura de la empresa y propicie alguna llegada más a EMULSA de personal directivo/técnico. Lo veremos. Pero el asunto de hoy más allá de desear, por el bien de una de las joyas de la corona de nuestro entramado público municipal, que todo vaya bien; es el poso que nuevamente queda en la opinión pública de poner gente a dedo en cargos de enorme responsabilidad con el único bagaje de la afinidad con el partido político de turno. Ya no digo ideológica, sino de partido político. Parece necesario y obligado que algunos de los puestos que permiten la libre designación de personal en la administración pública tienen que estar ocupados por perfiles políticos. Y no debería ser así. Especialmente cuando estos puestos de los que hablamos son de un carácter técnico más que evidente.
Vaya por delante que no pretendo quedarme en señalar el asunto, elevar la protesta y ya está. No. El asunto tiene más recorrido que ese. La realidad es más compleja. Me explico.
Es totalmente asumible, entendible e incluso defendible que en puestos directivos próximos o muy próximos a las decisiones políticas, los cargos que se sitúen sean conscientes de la relevancia y el trasfondo de muchas de las decisiones que se puedan tomar en el día a día de un ayuntamiento. Pero esa consciencia del “dónde se está” no debe ni puede, en ningún caso, prevalecer por encima de la propia capacidad profesional de la persona designada. Tenemos ejemplos, para bien y para mal, en muchas situaciones que se han dado en el Ayuntamiento de Gijón a lo largo de varias décadas; personas que tras gobiernos de FORO o del PSOE han mantenido sus cargos, de enorme responsabilidad, sin que su militancia personal o política fuera un problema, sino lo que primaba o prima era y es su capacidad profesional.
La costumbre de cambiar, sistemáticamente, el organigrama de un ayuntamiento por el hecho de cambiar de siglas habla bastante, y no bien, de los errores de decisiones políticas que hayan podido tomar unos y otros. También lo hace de los aciertos. No debería ser un problema que por ejemplo la concejala y vicealcaldesa Ángela Pumariega decida continuar con un equipo de trabajo que ya estaba, en parte, en el anterior mandato. Al contrario, habla bien de la propia concejala, de la concejalía anterior y, y esto es lo más importante, del propio equipo de trabajo conformado.
Estoy seguro que el día que abiertamente un cargo público del PSOE, de FORO, del PP o de IU, conciba como algo normal que personas de intachable profesionalidad, independientemente de su acerbo político, ocupen cargos de responsabilidad bajo su mandato de turno, será un día muy bueno para nuestra ciudad, para nuestro sistema democrático y especialmente para el mensaje que se manda a la gente de cómo funciona la política de las instituciones.
El día que los partidos políticos dejen de repartir cargos a aquellos que no salieron en las listas electorales de turno, o a los que su mayor virtud sea ser militantes activos del partido, será un día en el que habremos avanzado bastante.
Se puede elegir personal para un cargo público de manera libre y directa si los criterios de esa elección son capaces a resistir la lectura del curriculum profesional designado, sin que el comentario mayoritario de esos lectores sea el título de este artículo.