«A Bertín Osborne le vestiría de preservativo, mientras que a Luis Rubiales le pondría un traje de padre que paga la pensión de sus hijas y les da la mano a las mujeres para felicitarlas»
¡Aleluya! Se está acabando, al fin, el mes de enero, ese mes en el que la mayoría de nosotros intentamos entrar con alegría, copa de cava o sidra achampanada en mano, uvas a medio masticar y llenitos de buenas intenciones y propósitos para el año nuevo que, después de Reyes, ya hemos olvidado porque bastante tenemos con llegar vivos a la cama cada día. Y es que es más largo este mes que un día sin pan y el extracto de la tarjeta, después del dispendio navideño, no colabora tampoco.
Pero aquí nadie desfallece ni tira la toalla porque estamos cerquita de febrero, que es un mes cortito y el sueldo aguanta mejor, y los días son más largos y los pajaritos cantan -bueno, cantan todo el año porque con el cambio climático tampoco tienen muy claro en qué estación están y como los pajaritos son buena gente, pues cantan- y además se estrena la tercera temporada de La Remesa Mala y llega el Antroxu. Porque no hay febrero malo, salvo que seas español y pobre y vivas en 1895 porque entonces mejor te vas preparando para ir a luchar en Cuba, pero esto no viene al caso ahora porque, repito, llega el Antroxu. Y en Xixón todavía resiste -aunque ahora hay que buscarla entre tanto piso turístico y bar instagrameable- esa ciudad algo faltosuca, coñona, irreverente y contestona que se ríe de sí misma y del poder. Porque en eso consiste el Antroxu, en ponerse una máscara para reírnos de los de arriba y que, así, se les caiga la máscara a los poderosos. El humor de los de abajo, ese humor tan de decir verdades, arrancar caretas, sacar los colores. Pura insurgencia y desvergüenza. Ponernos una máscara para ser libres. Tan peligroso es esto que Jorge de Burgos envenenó las páginas del segundo libro de la Poética de Aristóteles dedicado al humor porque sabía que los jóvenes perdían el miedo a Dios al reírse.
-Nena, eso es la trama de una novela y acabas de hacer un spoiler.
-Sí, lo sé, pero si algo nos ha enseñado Aristóteles es que la vida imita al arte, pregúntale si no a Franco que bien que prohibió el Carnaval no fuera a ser que la gente se riera de él por tener voz de pito y ser un asesino.
-Y has soltado todo este rollo solamente para decirnos que te encanta el Antroxu de Xixón, ¿verdad?
-Pues sí. Me pillaste.
Y es que Xixón se pone guapetona en Antroxu, se pone divertida y sociable y algo feminista también. Todavía recuerdo las cenas en mi casa la noche de Comadres, esa palabra tan bella, tan sorora de cuando no sabíamos siquiera lo que significaba la sororidad, de señoras que se quieren y se ayudan, y las recuerdo porque mi padre, el pobre, era, y sigue siendo, un cocinero pésimo, y sobre todo porque mi madre salía con su hermana, que también era su comadre, y a mí eso me parecía lo más de lo más, como de serie americana. Con el tiempo te das cuenta de que una noche como la de les comadres solo tiene sentido en un mundo machista, patriarcal, en el que las mujeres necesitan un día para reclamar su espacio, liberarse de las cargas de la casa y la familia y relacionarse con otras mujeres lejos de las miradas masculinas. Podríamos estar tentados a pensar que hoy en día la noche de Comadres sobrevive como una curiosidad, un resto o incluso un reclamo turístico. Pero un país en el que el año pasado 54 mujeres fueron asesinadas por sus parejas y en el que la encuesta del CIS nos advierte que un 44% de señores, muchos de ellos muy jóvenes, se sienten amenazados por los avances del feminismo, creo que estamos lejos de pensar que ya hemos derrotado al machismo.
Pero como estamos, casi, en Antroxu, podemos, y debemos, hablar de estas cosas tan serias con humor, porque en el fondo estos señores machistas también son gente bastante ridícula, lo que no impide que sean chungos y peligrosos, así que, aprovechando que ya sabemos quiénes son los candidatos a recibir el Felpeyu que cada año entrega la Tertulia Feminista de Les Comadres a los “señoros” del año, vamos a imaginar de qué los disfrazaría yo, por si se animaran a venir a Xixón a recoger el premio y a disfrutar, de paso, del Antroxu.
Me encantaría ver, por ejemplo, a Juan García Gallardo disfrazado de alguien que tiene la ESO, que es educado, que trabaja y es competente en algo, en cualquier cosa, hasta en ser Vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Y así, cuando viera a un hombre insinuar a una mujer que para lo único que vale es para hacer felaciones, sintiera la misma vergüenza ajena que sentimos todos al verle hacerlo, nada más y nada menos, que en el Parlamento.
A Bertín Osborne, en cambio, le vestiría de preservativo, mientras que a Luis Rubiales le pondría un traje de padre que paga la pensión de sus hijas y les da la mano a las mujeres para felicitarlas. Igual se lleva una sorpresa porque de esta forma le van bien las cosas.
A José Sánchez, alcalde de Albondón, le pondría un uniforme de Kelly y le pondría a limpiar habitaciones de hotel un par de días, así la próxima vez que se sienta gracioso y le regale bayetas a las mujeres, pueda sentir el dolor en la espalda y las articulaciones que le dejó tener que limpiar baños y hacer camas.
En cuanto a Pablo Motos simplemente le regalaría una silla de esas en las que no se puede ajustar la altura, una silla que le pusiera en su sitio.
Y a las compañeras de la Tertulia les pediría, con todo el cariño, que la próxima vez se disfrazaran de feministas que premian a señoras y cómicas que respetan a las mujeres trans.
Feliz Antroxu.