A punto de cumplir su cuarto año al frente de la organización juvenil del PSOE, analiza con miGijón el papel de las nuevas generaciones gijonesas en la política local, sus necesidades y sus preocupaciones
Existe cierta idea con más arraigo del que merece, aunque difícil de desterrar del imaginario colectivo, que afirma que la política es cosa de adultos. Bien, puede que la mayoría de los rostros presentes en el Congreso de los Diputados, en los Gobiernos autonómicos y municipales, en las instituciones europeas y en los organismos internacionales ya peinen alguna que otra cana, pero en absoluto la inquietud política les es ajena a los jóvenes. Todo lo contrario, y cada vez más. Sergio Morais Miguel (Gijón, 1997) lo ha comprobado a las claras. A punto de cumplir su cuarto año como secretario general de las Juventudes Socialistas de Gijón (JSG), este estudiante de Derecho, formación que comparte con su profesión de entrenador de vela en el Club de Regatas, tiene claro que esos jóvenes a los que representa han de ser parte activa de las decisiones políticas, y no un mero colectivo social que se limite a esperar lo que sus mayores decidan para ellos. Esa es la filosofía que impele su tarea, y la misma que le ha llevado a revitalizar una organización en cierto letargo a su llegada. De esa evolución, de los objetivos de las JSG y, cómo no, de las inquietudes y preocupaciones de los jóvenes de la ciudad reflexiona con miGijón, con un mensaje claro tras sus palabras: los jóvenes, sí o sí, deben dar un paso al frente y tomar las riendas de su destino.
La suya ha sido una vocación política temprana, y combinada con los estudios y con un trabajo, nada menos…
Bueno, llevo afiliado al PSOE desde diciembre de 2015. Me acuerdo porque, dos días después, fueron las elecciones generales de las que salió presidente Mariano Rajoy por segunda vez, y tuve que ir de apoderado.
¿Fue esa convicción la que le llevó a dar el paso de asumir la secretaría general de las JSG?
Sí. De hecho, el primer recuerdo político que tengo es ver en la televisión el debate electoral entre el entonces presidente Zapatero y Rajoy. Le pregunté a mi padre con quién íbamos… Y hasta hoy. Pero, más allá de lo anecdótico, al final vas creciendo, vas desarrollando tu ideología, vas viendo esos movimientos políticos… Además, desde pequeño me han interesado un montón la historia y la filosofía. Y, sobre todo, siempre he tenido esa conciencia de clase. Y una persona con conciencia de clase siempre va a acabar en un partido de izquierdas. Recuerdo a mi abuelo diciéndome de ir a una manifestación del metal; él era marino, y le pregunté que por qué teníamos que ir, y me respondió «Si quiero que vengan a la mía, tendré que ir a la suya». Es por ese sustrato de clase.
¿Y qué valoración hace de estos cuatro años al frente de la agrupación juvenil socialista?
Positivo, muy positivo. Cuando llegué, en marzo de 2020, la organización estaba bastante desactivada. Mantenía sus inercias históricas, pero tenía mucho trabajo detrás. Aparte, la pandemia no ayudó nada; prácticamente diez días después de que me eligieran nos confinaron. Pero fue salir de aquello, y empezar a movernos, a funcionar… Y hasta hoy, que todavía queda muchísimo que hacer y que mejorar, pero que hemos cambiado la dinámica. Y espero que quien venga detrás de mí pueda continuar el trabajo con ganas, con ilusión y que siga en la lucha, porque se necesita.
Habla como si viese cercano el fin de su periplo…
¡No, no, por favor! Me reeligieron hace muy poco y, en teoría, me quedan tres años y mucho. Pero las JSG es una organización muy flexible, como cualquier colectivo joven. Los esquemas que se reproducen en los partidos tradicionales, aquí conservan la estructura, pero son inoperantes. Una persona entra, se interesa un montón, resulta estar súper comprometida… Y, de pronto, se va a estudiar fuera, o se echa novia, y desaparece. Es algo muy común, y es similar a lo que pasa en los grupos de amigos. Y si ocurre con los colegas… ¿Cómo no va a pasar en la política?
«Nuestro problema está en las chicas, que están súper comprometidas, pero de las que echamos en falta más participación. Luchamos por cambiar eso»
Ya me lo menciona, ¿qué potencial humano tiene ahora Juventudes?
Nuestro censo actual ronda los cuarenta militantes, que es una cifra bastante habitual, contando con esas rotaciones de las que hablaba antes. Más o menos se mantiene, aunque es cierto que hubo momentos en los que llegamos a ser cincuenta. Pero recientemente hemos tenido bastante afiliación. Sobre todo, de gente muy joven. Hay un hueco de edad entre los 26 y los 24 años, todos los que se deberían haber afiliado con la pandemia, que están entrando ahora. Claro, eso se ha compensado con todas las bajas de la generación Zapatero, que ya cumplieron los 31. Así que, entre altas y bajas, nos movemos en esa franja.
¿Es una militancia ecléctica? Quiero decir… ¿Qué perfiles son los que más abundan en el caso de su agrupación?
Es infinitamente diverso. Suele ser gente con estudios, o estudiando, con tiempo libre, que no suele tener que trabajar para vivir, y que sigue viviendo en casa de los padres. Al final, en su momento el gran triunfo de la izquierda fue educar a los obreros, enseñarles a leer y a escribir, y por qué tener conciencia de clase es importante. Eso es lo que trata de reproducir Juventudes. En cuanto a las edades, la media está en torno a los 23 o 24 años, con un 40% de presencia femenina.
¿Menos de la mitad de los afiliados?
Ahí está la cuestión de las chicas, que están súper comprometidas, pero de las que echamos en falta más participación. Cosa que, por otra parte, es inherente a los partidos y al tejido asociativo en general, con la excepción de los colectivos sectoriales del movimiento de mujeres. En estas estructuras, que son tan ordenadas, el hecho de ajustarse a los tiempos, de concurrir a las mesas, de hablar en las asambleas, de salir al atril… Toda esa ritualidad desincentiva un poco a la hora de participar, y por eso vemos mucho ese rol de quedarse calla y observar. Es algo que se reproduce, pero lo trato de evitar a toda costa. De hecho, Juventudes está muy comprometida con evitar eso, con darle a cada persona el protagonismo que debe tener. Hasta cierto punto, hay que desincentivar el hecho de que se queden calladas, animarlas. Y, una vez la gente se acostumbra a intervenir, ya lo hace por sistema, y lo agradece.
Y eso que no escasean los referentes políticos femeninos activos en el PSOE local. Marina Pineda, por ejemplo. O Carmen Eva Pérez Ordieres…
Es que hay un montón. Por eso pienso que la cuestión es estructural; no de Juventudes, sino del asociacionismo, que está ya de por sí debilitado y que tiene una presencia muy grande de hombres. Piensa en cualquier asociación vecinal. Los referentes femeninos están ahí, y son súper poderosos, pero cuando vas a las reuniones sueles ver a paisanos.
«En Gijón la mayoría de nosotros estamos alineados a la izquierda. ¡Para que luego digan que los jóvenes son de derechas! Esos son cuatro a los que parece que a TikTok y a su algoritmo les gustan»
Más allá de la distribución por sexos, ¿se trata de una militancia comprometida?
Muchísimo. La gente responde. Llamas, dices que vas a organizar algo, y ahí la tienes. Eso es una suerte, y fue uno de los retos principales, porque la pandemia fue un shock para la actividad política. La gente estaba asustada en casa, y en Juventudes, al final, hacíamos las dos reuniones estatutarias anuales que son obligatorias por Zoom, pero poco más. Fue complicado retomar el grado de implicación que tenemos ahora, pero se consiguió.
Más allá de los propios integrantes de las JSG, se ha dicho por activa y por pasiva que España es uno de los países en los que hay un mayor interés colectivo por lo que ocurre en política… Pero también una cierta desafección por parte de los jóvenes…
Sobre esto sólo puedo hablar pensando en la gente con la que me relaciono, claro. Partiendo de eso, lo que noto es que a la gente la política le preocupa un montón. Hace poco Francisco Bastida dio una charla sobre la amnistía en la facultad de Derecho, y el aula magna estaba hasta reventar. Había gente sentada en el suelo, que eso es algo que hacía años que no se veía. ¿Por qué? Porque las cuestiones polémicas, del día a día, interesan, y tú lo ves cuando la gente opina en sus grupos de amigos. Es la prueba de que la gente tiene opinión política. Otra cosa es que los cauces de participación no estén dimensionados, y creo que ahora la cámara de eco de la derecha está en las redes sociales; sobre todo, en TikTok y ese tipo de plataformas de consumo rápido. El algoritmo beneficia a ese discurso ágil e incendiario, pero no creo que eso demuestre que la gente lo comparta mayoritariamente.
Bueno, Javier Milei ha ganado unas elecciones en Argentina con un amplio apoyo de las bases juveniles…
Sí, pero es un señor que se hizo famoso en internet. Ese es el ejemplo. Creo que a Milei, como a otros como él, la gente los sigue por reírse de ellos.
¿Y Gijón? ¿Continúa siendo un bastión de la izquierda entre la juventud?
Sin duda. Sólo hay que echar un vistazo a los porcentajes de voto en las elecciones. La mayoría de nosotros estamos alineados a la izquierda. ¡Para que luego digan que los jóvenes son de derechas! Insisto: esos son cuatro a los que parece que a TikTok y al algoritmo les gustan.
Pasemos a abordar las preocupaciones de es sector de la población al que representan. ¿Cuáles son las que les trasladan más a menudo?
Principalmente el trabajo, las condiciones del mismo y sus derivadas, como puede ser el problema de la emancipación. Sin un buen trabajo, no puedes emanciparte, formar una familia… Y también está el tema medioambiental, que inquieta mucho a los jóvenes.
Imagino que estos días en los que el nivel de alerta frente a la contaminación aumentó habrán sido de gran inquietud…
Pues sí. Venía de la facultad y veía la boina de contaminación; parecía Madrid. Gijón tiene un problema medioambiental grave, que hay que tratar de ir capeando y solucionando. La preocupación está creciendo, y eso viene principalmente de la formación. La gente que tiene una opinión muy gruesa sobre la emergencia climática es porque no se lo han explicado bien. Por ejemplo, las bolsas de plástico frente a las bolsas de tela. Hay que hacer 20.000 viajes con una totebag para compensar la huella de las bolsas de plástico. Yo voy al supermercado dos veces por semana… ¿Cómo estará esa totebag cuando la vaya a rentabilizar? Se trata de eso, de que no nos engañen.
De todos modos, ha citado el empleo como cabeza de las inquietudes juveniles en Gijón, pese a que estamos en un periodo de creación de puestos de trabajo a escala nacional…
El problema son las condiciones. Hoy en día el empleo no se asemeja tanto a la crisis de 2008 y a las siguientes. Hay una gran demanda de empleo cualificado, es verdad. Las empresas se matan por electricistas o mecánicos competentes, pero el tejido productivo en Asturias da hasta cierto punto. Y, a partir de ahí, es difícil tratar de crecer un poco más. La cuestión es que ya nos podemos comparar con otros lugares; antes era complicado conocer la realidad de otros sitios, pero ahora, con las redes sociales, los viajes, haber hecho una estancia fuera… Ese es el gran problema de Asturias. Y otro problema es que es muy fácil pedir una mejora de las condiciones, pero… ¿Las empresas pueden ofrecerlas? En muchas ocasiones no, porque tienen un modelo productivo antiguo, son menos competitivas… Muchas de ellas son sitios donde vas a completar tus estudios, a cumplir con una beca, a hacer unas prácticas, y acabas quemado, yéndote de allí y sin el mejor salario del mundo. La gente no es tonta; por eso se va a otro lado.
«No creo que tengamos una situación tan crítica como para ponernos en el escenario de un éxodo, pero debemos aprovechar mejor nuestras oportunidades competitivas»
Es la cuestión enquistada: el éxodo de la juventud fuera del Principado e, incluso, de Asturias. Como joven que es, ¿propone alguna solución para paliarlo?
Antes de nada, un apunte: no creo que tengamos una situación tan crítica como para ponernos en el escenario de un éxodo. Asturias tiene unas oportunidades bárbaras. Las infraestructuras que tenemos, que son muy mejorables en muchas ocasiones, no existen en muchos otros lugares, y realmente compiten. Tenemos un Parque Tecnológico que funciona de maravilla, por poner sólo un ejemplo. Y en Gijón en concreto, la potencialidad con la que contamos es muy grande. Gijón es un sitio seguro, tranquilo, con un buen ambiente, con gente amigable… Todo es positivo, menos lo que tiene implicaciones económicas para nosotros. Ahí es donde creo que está la barrera. En la inversión que se está dispuesto a hacer, en la cantidad de proyectos que se ponen en funcionamiento… Y eso que el apoyo que llega de la Administración es enorme, tanto del Principado como, en su momento, del Ayuntamiento. Lo que nos falta es aprovechar esas potencialidades. Si tengo una universidad que saca titulados competentes, y que pueden entrar en el el mercado en Asturias, esa ventaja competitiva tendré que explotarla de forma importante, ¿no?
Hay quienes ve en la llegada del AVE a la región la bomba hidráulica con la que reflotar ese barco…
El tener la Variante abierta es fundamental, y ya no sólo por el tema de las personas. El hecho de poder mover esas mercancías con la Península… Ahora sólo nos falta lo del Corredor Cantábrico, poder coger un tren en Gijón y llegar a París. Son cuestiones que habrá que poner encima de la mesa, y que van a dar un impulso importante a la región. Y lo mismo pasa con la estructuración de los polígonos industriales, con la cantidad de suelo disponible… La ZALIA es un proyecto maravilloso para Gijón, que traerá trabajo, dinamismo económico… Ahora bien, todo eso hay que acabarlo. ¿Cuánto tiempo llevamos sin una estación decente en Gijón? Y sé que es complejo; no lo digo simplemente para pedir. El rasgo definitorio que tiene Juventudes frente a otra organizaciones es que también es constructiva. Hay que aportar, y luego hay que bajar a la realidad y ver cuánto tenemos.
Recientemente se produjo la renovación de la directiva del Conseyu de Mocedá, de la que las JSG forman parte, y no faltó la polémica por cómo se desarrolló el proceso del que salió elegida presidenta Yurena Sabio. Usted mismo habló de «oscurantismo», de excesiva injerencia de Izquierda Unida, de poca ambición en el programa planteado…
Toda esa polémica la doy por acabada; dijimos lo que teníamos que decir. Hasta ahora, el Conseyu ha estado funcionando, y tiene unos proyectos sobre la mesa que son competentes. Antiguos, pero nada negativos; de hecho, son muy necesarios. Lo que le criticamos al Conseyu, esa falta de ambición, es más en la forma que en el fondo. Al final, nosotros somos de izquierdas. Todos. Los proyectos que ponen encima de la mesa, como el intercambio de libros de texto o los de educación sexual, son fundamentales, y muy buenos. Polemizar en torno al Conseyu equivale a poner todo eso en riesgo.
También Nuevas Generaciones, organización del PP homóloga a la suya, forma parte del Conseyu. ¿Qué tal son las relaciones con sus miembros?
No tengo mucha relación con ellos. Los conozco de vista, pero porque Gijón es un pueblo. Diría que, en la actualidad, son inexistentes.
Opinando de forma desapasionada, ¿considera a Sabio apta para el cargo?
Yurena es capaz de llevar a cabo esos proyectos. Es una persona conocedora de cómo funciona el Conseyu, que lleva en su entresijo mucho tiempo, y que puede mantenerlo sobre la mesa. Lo que criticábamos fue que no se abriese la óptica a otros proyectos, a formas de participar nuevas. Y no por paternalismo, desde una comisión permanente que los dirija; que, por otro lado, tiene que ser así. Nuestra petición era que tuviese en cuenta a las asociaciones y tratase de hacer partícipe al mayor número de personas posible.
Hay sobre el tapete cierta preocupación por la progresiva deriva de las posturas ideológicas hacia los radicalismos. ¿Percibe que eso se dé también entre los jóvenes a los que representa, o con los que convive?
Al final, el espectro político siempre ha sido diverso, y tenemos que convivir con eso. En Gijón esas personas que pueden ser cercanas a movimientos de ultraderecha no son mucho más mayoritarios de lo que han sido hasta el momento. Sí que ahora, con esa legitimación de la ultraderecha, mucha gente que antes votaba al PP pueden votar a Vox, pero creo que es más coyuntural, fruto del desencanto político, que algo que tenga que ver con una cuestión ideológica. De hecho, una gran parte de los jóvenes no tiene opiniones políticas muy fuertes. Lo mismo van a criticar al PP que al PSOE. No se casan con ningún partido, y son gente formada, crítica, con sus ideas y su opinión, a la que no le gustan ciertos comportamientos que se dan a veces en política.
«Para 2024 nuestros objetivos son hacer oposición constructiva, aumentar la afiliación y dar a conocer Juventudes. Queremos sacarla organización de la Casa del Pueblo y abrirla a cualquiera»
¿Coincide, pues, con esas opiniones que señalan una cierta degradación de las dinámicas políticas? Argumentan que cada vez hay más insultos, más afán por descreditar al contrario, una mayor crispación…
Eso tiene que ver con el nivel de ciertos políticos, porque buenos políticos los hay de todos los colores. Eso sí, en determinadas figuras el nivel es muy bajo. Si vas a fijarte en ciertos políticos, por ejemplo José Manuel García-Margallo, cuando lo escucha en el programa ‘El Ágora de Hora 25’ no me parece el mismo discurso que le escucho a Isabel Díaz Ayuso, ni mucho menos.
Es frecuente hablar de la permeabilidad de los jóvenes, y de la teórica facilidad para el entendimiento que la misma aporta. ¿Cree que quienes se mueven en su rango de edad pueden tenerlo más fácil para llegar a acuerdos que, por ejemplo, políticos más veteranos?
Depende. Si me pongo a hablar de política, en la cafetería de la facultad la gente tiene opiniones muy fuertes, aunque respetuosas. Si me pongo a hablar con alguien de Nuevas Generaciones en público sobre las recetas económica para Asturias, igual no llegamos a un acuerdo, peros si bajamos a problemas comunes, como diseñar un plan de empleo o un proyecto de formación, ahí nos podríamos poner de acuerdo. Claro, tiene que ser gente constructiva, que quiera aportar.
Ya se ha consumido el primer mes de 2024, pero aún quedan otros once por delante. ¿Qué le han pedido las JSG a este año?
Tenemos tres objetivos. Por un lado, hacer oposición, pero no destructiva; sería tratar de trasladar los problemas de la juventud, que permeen al partido y que el partido pueda desarrollar su labor. Por otro lado, aumentar la afiliación, porque creo que es fundamental que Juventudes tenga una masa grande de personas que puedan colaborar y que no tengan miedo a hacerlo. Estar aquí sólo compromete a tener unos principios y una voluntad, que es la de cambiar el mundo, esa vocación de servicio público. Y, en tercer lugar, dar a conocer Juventudes. En nuestros estatutos nacionales se dice que nuestro papel es representar los ideales de emancipación de la clase trabajadora y de sus jóvenes. Suena muy antiguo, pero creo que es fundamental cumplirlo y divulgarlo. Queremos sacar la organización de la Casa del Pueblo, abrirla a cualquiera que quiera participar y aportar, e incluso decir al PSOE «En esto os equivocasteis». Y añadiría un cuarto objetivo, que es el de incentivar la participación juvenil en todos los estamentos en que podamos estar, allá donde podemos colaborar y aportar. En todos los niveles del partido la colaboración es súper intensa; tenemos que seguir trasladando esas inquietudes de los jóvenes al partido, y del partido, al Pleno.
Habla como un verdadero líder político. ¿Le veremos haciendo carrera en las esferas municipal, autonómica o, tal vez, nacional?
En este momento, no. Primero tengo que labrarme mi futuro profesional. Luego, ya pensaré en la política. Pero, si llegase a ese punto, estaré donde me pongan mis compañeros.