“Es un trabajo de meditación brutal, de estar en el presente, cuando metes el pie dentro del agua helada eres consciente del momento y no piensas en otra cosa, tienes una sensación de felicidad estupenda”, cuenta el grupo de bañistas
A pesar de que el día que se espera será cálido, la madrugada del miércoles 14 de febrero en Gijón comienza un poco fresca, con el termómetro a 10 grados. Son las 9 de la mañana, la jornada para muchos aún está empezando a rodar, pero para un selecto grupo de gijoneses uno de los momentos más importantes de hoy ya está tachado de la lista de tareas. Los bañistas de San Lorenzo, el club de la 2, los de ‘Xixonomía’… Reciben muchos nombres distintos y cierto reconocimiento en la ciudad que les precede desde hace años, incluso anterior a la campaña de publicidad que les hizo protagonistas, aunque todo ello se trata de “cuestiones accesorias” para esta familia improvisada que empieza el día unida mientras nada, ríe, comparte y comulga con las aguas del Cantábrico en comunidad.
Una vez fuera y con café en mano, charlan sobre los comienzos del grupo desde el Hotel Asturias, el punto de reunión posterior para algunos en frente de la bahía que los ve amanecer a diario. En la actualidad el grupo lo componen 60 miembros a pesar de que, como todas las familias, atraviesan sus fases. Unos viven fuera, otros acuden por temporadas y algunos se suman solo los fines de semana, pero como explica Antonio Rojo, uno de los bañistas más veteranos y al que sus amigos califican como “el alma del grupo”, todos se siguen “dando los buenos días a diario” y celebrando “cumpleaños y fechas importantes”.
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«Todo se queda en la rampa previa al agua, a la que “llegas y te olvidas de todo”»
En su caso, empezó con el ritual acuático hace más de 25 años desde La Escalerona y la experiencia le ha hecho aprender lo que significa nadar a contracorriente. Muchas veces y en actitud desafiante, ha tenido que pelear por cosas pasadas por alto desde el Ayuntamiento para aquellos atrevidos que acuden a la playa a diario, como el hecho de dejar las duchas del arenal disponibles todo el año o mantener la rampa en buenas condiciones para no tener que lamentar algún que otro resbalón ya sufrido por compañeras. Elena Mosquera, a su lado, también reconoce que su actividad ha tenido algo de irreverente y de ir contra lo establecido, porque “en invierno por teoría uno no se baña, ¿no?”.
A sus 86 años y una veinteañera vitalidad, según ella causada por el baño diario, Mosquera fue una de las artífices que convirtió el chapuzón en algo compartido. Al jubilarse, comenzó a ir dándose baños por su cuenta “poco a poco” hasta que pronto conoció a un pequeño grupo de personas que se reunía de tanto en tanto para hacerlo. Una experiencia conjunta haciendo el camino de Covadonga en el año 2007 hizo “clic” en la nadadora, que tomó la responsabilidad de trasladar esa confraternidad al mundo digital con el primer grupo de WhatsApp, bajo el nombre de ‘Playa’.
17 años más tarde, a su práctica matutina ya no parece faltarle de nada. Se procuran ganchos para dejar la ropa, calentador de manos para no pasar frío… Y la seguridad de tener a un compañero “que nos atienda si nos lleva la ola”. Ese espíritu de grupo enganchó también a Pablo Barreiro y Gildo Sobrino, dos adeptos al baño más recientes que se declaran enamorados del ambiente familiar que “atraviesa edades, ideologías y trabajos”. Todos buscan desmarcarse un poco del eslogan publicitario que les situó más en el candelero mediático porque “una cosa es el marketing y otra el día a día” y es esa cotidianeidad la que demuestra “cómo eres y cómo vienes a disfrutar de la experiencia para ti, pero a la vez se te contagia hacerlo con todos”, argumenta Barreiro.
Para Sobrino, el baño constituye “un trabajo de meditación brutal, de estar en el presente, cuando metes el pie dentro del agua helada eres consciente de lo que estás haciendo en ese momento y no piensas en otra cosa que no sea la reacción de tu cuerpo”. A ello añade la sensación de felicidad que te aporta, porque “después de 20 segundos te encuentras estupendo, estás viviendo una sensación de estar contento con lo que haces mientras estás en el agua que de otra manera no lo tendrías”. Ni el frío ni el oleaje ni los problemas de cada uno hacen que esta práctica deje de tener sentido para ellos. Todo se queda en la rampa previa al agua, a la que “llegas y te olvidas de todo”. Como resume Rojo, “allí nunca llueve”, por eso el agua siempre estará “del tiempo”.
A que hora suele ser el baño? A mi me encantaría poder disfrutarlo en grupo también.