Pasó dos noches seguidas soñando Espinosa con el Pelusa y en sus pesadillas Diego le hacía dos quiebros que le dejaban tirado en el verde y el argentino pisaba el área sin oposición, metiendo un gol por la escuadra
Es largo el historial de futbolistas marcados por un partido en la memoria colectiva de «la forofada». Con la selección hay varios ejemplos en negativo: Cardeñosa y el gol que se cantaba y no fue frente a Brasil, en Argentina 78, la pifia de Arconada contra Francia en la final de la Eurocopa 84, el penalti errado por Eloy en los cuartos del Mundial 86. Siguiendo con el recuerdo doméstico pero esta vez en positivo, no dejamos de celebrar el golazo de Nayim que daba la Recopa al Real Zaragoza en 1995 o la exhibición futbolística de Ronaldinho en el Bernabéu, en 2005.
Y si en nuestro interior habita o habitó un Maguregui, un Clemente o un Trapattoni el brindis del recuerdo se haría en honor del arcaico marcaje al hombre. Como el que sufrió Maradona con la elástica del Barça en El Molinón. José Manuel Espinosa Gómez fue el defensa elegido por Boskov para secar al joven astro el 12 de febrero de 1984. Ese match de invierno arrojó al marcador final un empate sin goles. Formó parte Espinosa de aquel filial madridista que asombraría al país entero al plantarse en la final de la Copa del Rey en la temporada 79-80.
Cayendo derrotado con estrépito en el Santiago Bernabéu por 6-1 ante «sus mayores» del Real Madrid. En una fiesta blanca teñida de cierto ambiente sonrojante. Saltaban al campo en el sorprendente Castilla de finales de los 70 y principios de los 80 un buen puñado de nombres que hicieron carrera en Primera División: Agustín, Pérez García, Gallego, Pineda, Sabido y el propio Espinosa, que disputó la Recopa con este filial hasta que el West Ham quiso. Debutó con el Madrid en Castalia de la mano de Boskov y en el verano del Mundial fichaba por un Sporting dirigido por Vujadin, se quedaría el bravo defensa seis campañas en el club rojiblanco .
El técnico balcánico apostó por el jugador toledano desde el primer momento en un intento de acallar las crecientes críticas que corrían entre las gradas como la pólvora. Días antes del partido contra los culés la pregunta más repetida en chigres, periódicos y estudios de radio era la siguiente: ¿Quién marcará a Maradona?. La opinión pública de la ciudad e incluso la publicada apostaba por Jiménez como opción fiable. El Míster ya lo tenía claro desde el primer entrenamiento de la semana. Espinosa iba a ser el elegido. La afición pitaba con frecuencia al futbolista con pasado merengue. Corría el rumor desde General a Tribuna que el defensa jugaba porque salía con la fía de Boskov.
Pasó dos noches seguidas soñando Espinosa con el Pelusa y en sus pesadillas Diego le hacía dos quiebros que le dejaban tirado en el verde y el argentino pisaba el área sin oposición, metiendo un gol por la escuadra. Nada más lejos de la realidad. Espinosa ganaba en los choques, se anticipaba, despejaba por arriba y por abajo. El triunfador del encuentro con un cero a cero tenía que estar en la retaguardia y le tocó a José Manuel Espinosa Gómez que se llevó ovación cerrada de El Molinón y abrazo de Diego Armando. A la mañana siguiente el toledano, que hoy ya es un gijonés más, sonreía de oreja a oreja con unos cuantos periódicos bajo el brazo, mientras su quiosquero de confianza le despedía, a la distancia, con un grito amable y feliz: «Hasta luego, Pegamento Espinosa «.