Por Urbano Rubio Arconada
Las cuotas han subido tres veces más que el coste de la vida, los cursillos cinco y el servicio es, a mi entender, muy mejorable. Evaluación: suspenso, esa es mi calificación
El 17 de marzo se celebrarán las próximas elecciones del Real Grupo Cultura Covadonga, por lo que es hora de rendir cuentas. Analizamos los compromisos de la actual Presidencia: “Un Grupo menos presidencialista y más transparente”; “Detener la subida de cuotas y el coste de cursillos”; “Detener la entrada de socios”. Ni un solo “debe” se ha cumplido.
Resultados: las cuotas han subido tres veces más que el coste de la vida, los cursillos cinco y el servicio es, a mi entender, muy mejorable. Evaluación: suspenso, esa es mi calificación. Sobre la gestión económica las cosas han empeorado. A pesar de que el número de socios se ha incrementado hasta los 42.000 (contando los durmientes) los ingresos no dan para inversiones y la deuda estructural complica la gestión futura. El gasto de sueldos y salarios representa casi el 60% del presupuesto y más del 80% de lo recaudado por las cuotas mensuales de socios.
Se añaden otros gastos muy cuestionables, sirva de ejemplo los cien mil euros en publicidad y otro tanto en fiestas sociales. Lo que concluye en una rémora económica sin apenas “caja” que deja atado de manos a cualquiera que quiera recuperar la cordura económica. La medida estrella vendida en campaña a bombo y platillo por el actual equipo gestor: la “transparencia”, ha sido puro marketing. Comunicarte es tarea de formularios y suerte. El cacareado “defensor del socio” ni está, ni contesta: ¡Un bluf!. Otra protuberancia propagandística más: cuatro años esperando por una consulta. Las instalaciones de Mareo siguen a medio gas, con un parque infantil sucio que no pasa la mínima inspección reglada de seguridad e higiene. Se ha invertido seiscientos mil euros en la instalación de un sistema de “accesos por control facial”, una inversión carísima, ineficiente e innecesaria. A propósito, ¿ha sido el socio informado, a través de un consentimiento informado, de los presuntos riesgos de compartir los datos biométricos?
Pienso que ese dinero estaría mucho mejor invertido en pagar deuda o invertirlo en remodelar los “vestuarios generales” que datan de los años ochenta, para acondicionarlos a la normativa de confort y sanitaria. O en reparar adecuadamente (no parchear) la piscina de 25 metros con cincuenta años encima. O para ampliar los vestuarios de la zona sur altamente saturados. O habilitar La Torriente para dar usos al edificio abandonado. O actualizar las máquinas de los gimnasios francamente obsoletas. O para aplicar otras intervenciones de interés, tales como: mejoras en las instalaciones del Pabellón Braulio, impulsar el uso del spa con paquetes bonos regalo válidos para cualquier socio y no personalizados, simplificar los trámites administrativos, proponer servicio de conexión por bus entre sedes de Las Mestas y Mareo, acordar el uso compartido de las instalaciones con el CH Astur, mejoras tangibles en los servicios de hostelería… La gestión ha sido deficiente.
La finca de La Torriente fue comprada en dos etapas. La mitad de la finca fue adquirida por la directiva anterior por un importe de 830.000 euros, la otra mitad fue comprada por el actual equipo directivo por un precio un 60% más caro. Pasamos de tener las secciones de deporte gratuitas en la anterior etapa, a cobrar un recibo mensual “para lograr una mayor igualdad”. Se mantienen unos estatutos de hace veinticinco años sin que la junta tome la iniciativa para mejorarlos, a pesar que – en ocasiones- haya Leyes superiores que los contradigan, dejando al socio en aparente situación de indefensión. Y qué decir del canal web habilitado para que los socios trasladen “denuncias telemáticas para evaluar internamente comportamientos ilícitos de los socios”: ¿Control de crédito social? En estos últimos años han pasado muchas cosas que se han tratado de relativizar.
Dimisiones de directivos, despidos de empleados, impugnaciones, reclamaciones, desmentidos, firmas de discordia, quejas de secciones, reprimendas jurídicas y administrativas, multas, litigios patrimoniales, malhumores por masificación, regañinas por desoír los estatutos, o la pérdida de deferencia al socio frente a valores como la cortesía y la honorabilidad del status como persona. Este club con noventa años, ejemplo de compromisos, retos y valores, donde el ejercicio es un estilo de vida, con referencias que nos hacen sentirnos orgullosos, no se merece una gestión de suspenso sino de sobresaliente.