“El machismo más grande que existe actualmente es que no se valore que las tareas más pesadas de la casa las sigue haciendo la mujer”
En el distrito sur, las integrantes de las vocalías del polígono de Pumarín y Nuevo Roces comparten una misma visión sobre cuál ha de ser el camino a seguir para avanzar en igualdad: acabar con la cultura machista según la que las mujeres siguen llevando el peso del cuidado del hogar, familia e hijos, a pesar de trabajar fuera. Y ello, desde dos prismas de edad totalmente diferentes. Mientras en el polígono, la media de las mujeres supera los 60 años, en Nuevo Roces, es de 36. Todas, sin distinción, viudas, abuelas, esposas, madres recientes o mujeres con carreras profesionales independientes, coinciden en señalar que el mayor problema al que se enfrentan hoy en día es la falta de tiempo propio para desarrollar sus inquietudes y reivindican que “hombres y mujeres han de hacer las mismas cosas en casa, trabajando ambos fuera”. En el polígono hace años que trabajan para fomentar que las mujeres consigan tener sus espacios propios y en Nuevo Roces, el barrio donde aún queda todo por hacer, también están en ello.
El polígono de Pumarín fomenta el empoderamiento y espíritu crítico de las mujeres a través de la lectura
En el polígono de Pumarín, Lola Fernández lidera desde hace 18 años una de las vocalías de la mujer con más solera de Gijón. Entró a formar parte de la asociación de vecinos Evaristo San Miguel en 1998 y ocho años después se hizo cargo de una vocalía que puede presumir de ser una de las más concurridas de la ciudad. Sobre lo que le motivó a dar el paso, cuenta una anécdota que le marcó cuando asistía a un curso en el que una señora, tras compartir el testimonio de su vida, terminó llorando. Preguntada por qué, contestó: “Es la primera vez que me escuchan y no me dicen, calla, que tú no sabes”. En ese momento, afirma Lola, “aquella mujer se dio cuenta de que podía tener opinión”. Con ella y el grupo de mujeres más asiduo a las actividades de la vocalía, repasamos lo avanzado desde aquellos primeros años de nacimiento de las vocalías.
“El valor más importante que han de transmitir las vocalías a la mujer es que aprendan a ser autónomas y tengan voz propia”
“Recuerdo que entonces las mujeres venían con prisas porque tenían que dejar la comida hecha y cuando empezamos a salir de viaje tenían remordimientos de dejar al marido solo en casa”, cuentan. Un panorama que, tres décadas después, no es hoy muy diferente. Un ejemplo: la media de edad de las mujeres que hoy en día participa en las actividades de la vocalía del Polígono de Pumarín ronda los 60 años. Y entre ellas, hay un alto porcentaje de viudas. Pues bien, cuenta Juli Macías, “había señoras que venían siempre y cuando tuvieron nietos, desaparecieron”. La mujer sigue ejerciendo el papel de cuidadora en la familia, bien sea del marido, hijo o nietos. ”Venir a un curso significa decir al hijo o nieto, no puedo o hazte tú la comida”, dicen. “Las mujeres también hemos recibido una educación machista. Es difícil borrar de tu mente que tienes que ser tú la que esté ahí porque no hay otra persona que lo pueda hacer”, reconoce Lola.
Otro ejemplo que pone María Remedios Herrera: “Yo cuando marcho de viaje, empiezo a pensar ya días antes, qué comida le voy a dejar hecha al marido y al hijo. Es la educación que nos dieron”. Con el “lastre” que supone la educación recibida, las mujeres del polígono llevan años trabajando juntas para tener voz y opinión propia. Una herramienta fundamental para conseguir este objetivo es su club de lectura, creado en 2006, al que una vez al mes acuden para comentar el libro elegido como lectura común el mes anterior y decidir cuál será el del siguiente. En muchos casos, se trata de lecturas con contenido feminista. Recientemente han leído “Historia de una maestra” de Josefina Aldecoa o “La hija de las mareas” de Pilar Sánchez Vicente. El objetivo del club no es otro que el de estimular el pensamiento crítico de las mujeres y que puedan pensar y reflexionar por sí mismas. “Leemos por distracción pero sobre todo para aprender. Te ayuda a pensar, defenderte y tener pensamiento crítico”, cuentan. Desde que participan en el club, reconocen, han ganado en empoderamiento, autonomía y a valorarse más a sí mismas. Marisa Suárez, una de las asiduas, reconoce que “antes no me gustaba leer”. Ahora, dice, “no falto a ninguna reunión porque disfruto mucho con los comentarios que hacemos de los libros”. Pilar Antuña, otra de las que nunca falta, añade: “Nos dimos cuenta de que, leyendo el mismo libro, cada una tiene una interpretación distinta. Y esto nos permite conocer visiones distintas de otras personas, sobre otros temas de la vida”.
Nuevo Roces, el barrio joven donde las mujeres buscan tener tiempo propio y espacios compartidos
Nuevo Roces es el barrio más joven de Gijón, con apenas 14 años de vida. También lo es su asociación de vecinos, creada en 2017 y por ende su vocalía de la mujer, al frente de la que está Elena Argüelles, que se incorporó a ella hace apenas unos meses tras el relevo en la junta directiva que encabeza su actual presidenta, Graciela Buzón. La radiografía del barrio nada tiene que ver con la del resto de Gijón, donde predomina la población envejecida. Aquí la edad media de sus habitantes es de 36 años y el número de niños el mayor porcentualmente de toda la ciudad: 1.400 para una población de 7.000 personas.
En el barrio donde muchas cosas está sin hacer -colegio, centro de salud, servicios varios -, su asociación de vecinos centra sus esfuerzos en “hacer comunidad” y particularmente, en lo que atañe a las mujeres, “conseguir tiempos, espacios y que la maternidad no sea un inconveniente en el desarrollo de la mujer y las actividades que podamos hacer”, señala Elena Argüelles que también es miembro de la asociación feminista ASFEMAS. El camino de su vocalía, que apenas está arrancando, señala, es la búsqueda de la igualdad en un barrio en el que “las mujeres tienen duplicado el trabajo porque combinan trabajo y maternidad”, lo que limita la capacidad para reunirse, hablar y conocerse.
“A la hora de la verdad, la gran carga de la maternidad y la casa sigue siendo de la mujer”
“Tenemos que conseguir que nuestras parejas nos ayuden y tengamos espacios y tiempos, que es lo que le falta a la mujer joven de hoy en día”. Paralelamente a este reto, se suman otros dos: convencer a la gente joven que una asociación de vecinos es algo más que un grupo de personas mayores tomando un café y organizar actividades que les resulten atractivas, conscientes de que por su juventud, las necesidades de la población de este barrio nada tiene que ver con la del resto de la ciudad. Ello incluye también el contenido y de los cursos y talleres que se plantean desde programas como Femenino y Plural.
“Sabemos que estamos como en tierra de nadie porque las actividades que se proponen se nos quedan un poco cortas. Ejemplo, todo lo relacionado con el manejo de las nuevas tecnologías que aquí no necesitamos”, explica Elena Argüelles. Hasta el momento, las convocatorias para cualquier tipo de fiesta o celebración que buscan “hacer piña entre la gente” son las que más éxito de convocatoria han tenido, si bien este año han solicitado a la Oficina de Igualdad, talleres relacionados con primeros auxilios, danzaterapia, alimentación saludable o historia de las mujeres en los barrios. “Nuestro gran problema no es sacar a la gente de casa, sino a esa mujer que después de llevar al niño al colegio, trabajar, recogerlo y llevarlo al parque, quiera salir de su casa el poco rato libre que tiene para juntas, hacer barrio”.