Opinar desde una posición discrepante al discurso dominante del establishment de izquierdas se ha convertido en una profesión de riesgo que poco más te sitúa al nivel de un aprendiz de Lucifer
Querido lector, tal y como entonaría el icónico e incombustible Mick Jagger, acompañado de su legendaria banda de rock The Rolling Stones, en los primeros e hipnóticos compases de la canción Sympathy for the Devil: “Por favor, permítame presentarme…”.
Primero de todo, que no se me malinterprete por tal referencia musical, pues no soy yo ninguna seguidora de El Maligno. Nada más lejos de la realidad, pese a que en estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir, sobre todo a aquellas generaciones que, como yo, hemos nacido en democracia y alcanzado con ella cierta madurez, la política lo ha impregnado todo y no precisamente para bien, ya que “lo personal es político” como esgrime este nuevo feminismo, de segunda y sucesivas olas, y, actualmente, declararse defensor de las ideas liberales, opinando de cualquier tema desde una posición discrepante al discurso dominante del establishment de izquierdas, se ha convertido en una profesión de riesgo que poco más te sitúa al nivel de un aprendiz de Lucifer, al que señalar con todos los sufijos de “-istas” habituales de la cancelación política y social.
Paradójicamente, cuando más libertad de pensamiento deberíamos experimentar en un sistema democrático que se supone debiera perfeccionarse y consolidarse con los años, en cambio, más nos hemos ido aplicando la autocensura para eludir ciertos debates, cediendo los espacios y foros de opinión a los sectores más dogmáticos y radicalizados de una izquierda, cada día más minoritaria en adeptos, pero sí muy ruidosa y activistamente machacona, debilitando con ello nuestra maltrecha Democracia, más amenazada y en peligro que nunca. Porque sin pluralidad de ideas que equilibren los discursos sólo existe la dictadura del pensamiento único.
Ciertamente, hoy en día, opinar fuera del discurso establecido te convierte en un peligro público políticamente incorrecto y pasas a engrosar esa masa de ciudadanos, a la cual se pretende silenciar y, pese a ello, cada día es más numerosa, más libre, más transversal, heterogénea y plural, que han venido a calificar en tono burlón y despectivo: La Fachosfera.
Me he dado cuenta de que yo también soy una de esas personas, que a juicio de nuestro presidente, pertenezco a ese ultrajado y afrentado club social, pues soy una firme defensora de la libertad individual, frente a la colectivización con la que pretenden atomizar la sociedad y enfrentarnos; de la igualdad ante la ley, frente al privilegio de la Amnistía y la vulneración de la presunción de inocencia del varón, que injustamente quiebran los valores más esenciales de nuestro Estado de Derecho y crean desigualdades entre los ciudadanos ante las mismas leyes. Defiendo la limitación de los poderes del Estado, frente a un Poder Ejecutivo omnipresente que ha ido colocando a los suyos en todos los organismos posibles que sirven de contrapesos democráticos; un nepotismo político, del que lamentablemente tampoco se ha librado nuestra amada Asturias. Y, por último, estoy a favor del derecho de propiedad, frente a quien ampara la okupación, y del libre mercado, como el mejor sistema de progreso posible, ante quien quiere implantar una economía intervenida arbitrariamente desde el poder político.
¡Qué viva la Libertad y los Rolling Stones, carajo!