El joven lleva casi dos años a cargo del instrumento en el templo ovetense: «Si tocas Bach y no eres un poco creyente aunque sea, te estás perdiendo muchas cosas de la experiencia»

Poca gente diría que Carlos García Álvarez (Gijón, 1996) es el organista de la Catedral de Oviedo. Tiene 27 años, dos piercings en la nariz y fuma Ducados mientras charla. Es DJ en sus ratos libres, toca en un grupo de post-rock y ha sacado algún álbum en solitario. Sin embargo, desde casi hace dos años, se encarga de ponerse al frente del imponente instrumento que ocupa lugar en el templo religioso más importante de la región. Es un chico corriente, si es que eso existe. Se crió en su casa familiar por la zona de Begoña, cursó secundaria en el Jovellanos para después empezar la carrera de Física en la Universidad de Oviedo al terminar el Bachillerato científico y quedó exento de convertirse en otro ‘exiliado’ más a Madrid a diferencia de muchos amigos y conocidos. Ha podido continuar su vida, antes joven y ahora un poco más adulta, echando raíces en su Asturias natal, donde todo empezó para él. Lo excéntrico llegaría con el órgano.
No es capaz de identificar de dónde vino la vena musical porque «siempre ha estado ahí» de la manera más natural. Su padre tocaba la guitarra y su abuelo el violín, aunque la interpretación nunca llegó a convertirse en algo compartido, para ellos era un hobby mientras que para Carlos el asunto fue escalando posiciones hasta hoy. A los 8 años comenzó a cantar en la Escolanía de Gijón y recibía alguna que otra clase. Ahí se dio cuenta de que «quería componer». Su profesora entonces, como organista (casualidades de la vida) le recomendó que entonces se volcase en el instrumento que sin modestia alguna recibe el apodo del «rey de los instrumentos». Entró así al Conservatorio Superior de Oviedo «tarde para lo habitual». Tenía 16 años.
Empezaron a prepararse la carrera como organistas «3 o 4 alumnos» y él estaba solo en su curso. Sabe que algún compañero ahora da clases o ha abierto su propia academia de música, la única alternativa a que la Iglesia se convirtiera en lugar de trabajo, como eligió el gijonés. Asegura que nunca se sintió «desplazado» ni tampoco «solo» en su pasión por la música en el colegio o en el instituto, de hecho tenía «muchos amigos que también estaban en el conservatorio». Tampoco en su casa, donde siempre se volcaron en apoyar sus decisiones, como «dejar la carrera de Física por la música». Pero es consciente de que su labor como organista constituye una ‘rara avis’ en toda regla; una que disfruta y por la que destila pasión en cada reflexión.
«Si tocas Bach y no eres un poco creyente aunque sea, te estás perdiendo muchas cosas de la experiencia; toda su música estaba impregnada de su fe»
¿Y la fe? ¿Qué lugar ocupa en todo esto? Su relación con Dios ha ido medrando a lo largo del tiempo. Los entendidos dicen que la música eleva el estado de la consciencia, y el propio Carlos asegura que el papel de sus interpretaciones como canal hacia lo ultraterrenal ha tenido mucho que ver. Considera, por ejemplo, que «si tocas Bach y no eres creyente aunque sea un poquito, te estás perdiendo muchas cosas de la experiencia» porque «toda su música está impregnada de detalles que tienen que ver con su fe, incluso aquellas piezas que no son religiosas».
Después de haber cumplido un año litúrgico desempeñándose en el órgano de Oviedo, ya se ha acostumbrado a las exigencias de festividades como Navidad o Semana Santa. Habla de «nervios, estrés» y muchas horas de trabajo en días muy demandantes para los responsables de la catedral como él, algo que a priori puede resultar ajeno a los ritmos más pausados que se le presuponen a la fe. En circunstancias normales, Carlos está presente en la misa que la catedral celebra de lunes a jueves a las 9 de la mañana, además de los sábados por la mañana y durante todas las eucaristías del domingo. Al margen quedan las fiestas, prueba de que en la Iglesia también se viven largas jornadas de trabajo. Él confiesa, de hecho, que recuerda el día en el que le llamaron para otorgarle el puesto como «uno de los más felices» de su vida, a pesar de que desde entonces esta cambiase de manera «muy importante» y ha tenido que ir adaptándose a todo con el tiempo.
De otro modo, su labor cercana a lo divino comulga más bien poco con el ritmo turístico de visitantes que recibe el templo ovetense. Mientras Carlos hace los esfuerzos propios de un asceta para alcanzar sus máximas cotas de abstracción mental, hordas de personas se pasean por su lado complicando la tarea con sus murmullos curiosos. «Siempre se quedan diciendo: «¡Anda mira, se va a poner a tocar!, o «¡Mira cómo toca los pedales con los pies!». Y termina desconcentrando un poco, porque el órgano está a pie de suelo», cuenta. También hay un componente de recelo; al final, la catedral para su principal intérprete musical es su «joyita» particular, su lugar de trabajo, de estudio y de culto, es casa. Y combinar vínculos tan íntimos con la función turística que cumple la catedral en su calidad de edifico histórico a veces le resulta un tanto desalentador.
«La Vigilia Pascual es la celebración más compleja a nivel musical y una de las más bonitas»
Para escucharle tocar con «un poco más de libertad» recomienda acudir los sábados por la tarde, aunque tiene claro que «la vigilia Pascual» junto «al día de las ordenaciones sacerdotales» han sido los momentos más especiales para él frente al órgano. Durante esta última misa, después de haber estado tocando durante «dos o tres horas seguidas, recuerdo salir a echarme un cigarro al terminar y marearme del esfuerzo que supuso», narra con humor. Por otro lado, considera la Vigilia «la celebración más compleja a nivel musical» del calendario litúrgico, además de admirar toda su parte ritualística. «Resulta muy emocionante», opina.
La Catedral de Oviedo se ha convertido en el lugar al que ha decidido ligar su joven carrera, aunque la curiosidad y el afán por seguir aprendiendo sigan presentes. Pronto comenzará un máster en interpretación musical. Eso sí, sentado a las teclas del especial y místico instrumento que alberga Oviedo.
Enhorabuena, hemos seguido tu carrera y tu vida , bastante de cerca, y nos alegramos muchísimo de que estés cumpliendo tus sueños, mucho ánimo y adelante que te mereces todo lo bueno que la vida te de. Un beso.