De unos años a esta parte, ante la voraz deriva impositiva de nuestro país, debiéramos tomar conciencia como obligados tributarios del impacto que está suponiendo la elevada presión fiscal
Cuenta una leyenda inglesa, que allá por el s. XI, en la ciudad de Coventry, existió una dama, reconocida por su gran belleza y bondad, de nombre Lady Godiva. Esta noble anglosajona estaba casada con el señor feudal de la región, quien esquilmaba y sometía a su pueblo a base de abusivos impuestos. Lady Godiva, apiadada por el sufrimiento de sus conciudadanos, rogó a su esposo que rebajara los altos tributos. El Conde, para aplacar la insistencia de su mujer, le propuso un reto al que creía que ella nunca accedería, comprometiéndose a bajar los elevados impuestos si Lady Godiva recorría Coventry completamente desnuda a lomos de su caballo. Lady Godiva aceptó, solicitando a los habitantes del condado que se encerraran en sus casas para evitar que la contemplaran en su desnudez. Sólo un sastre curioso se atrevió a desobedecer la orden y quedó ciego al admirar la belleza de la joven.
Mito o realidad, lo cierto es que el mensaje de este cuento viene a representar lo que siempre ha implicado una elevada carga fiscal, conocida desde la antigüedad, como una efectiva política de opresión social basada en el empobrecimiento de sus administrados. De unos años a esta parte, ante la voraz deriva impositiva de nuestro país, debiéramos tomar conciencia como obligados tributarios del impacto que está suponiendo la elevada presión fiscal, siendo necesario derribar mitos en torno a los discursos que defienden la alta fiscalidad, en pro de argumentos más responsables y realistas.
Mientras a los españoles nos cuesta cada vez más llegar a fin de mes, costear la cesta de la compra, la factura de la luz o repostar nuestro vehículo, etc., el gobierno de Pedro Sánchez batió todos los récords de recaudación tributaria el pasado ejercicio 2022, con más de 50 subidas de impuestos y el efecto de la inflación acumulada, sin que ello se tradujera en unos mejores servicios públicos, empeorando año tras año los resultados educativos según los informes PISA, sufriendo dilatadas listas de espera en el sistema sanitario y un alarmante incremento de la delincuencia en todo el territorio nacional.
A la carga impositiva estatal, debemos sumarle también la del resto de niveles administrativos, autonómicos y municipales. En el concreto caso de Asturias, somos una comunidad autónoma que está a la cabeza en presión fiscal. Recientemente, se celebraron unas jornadas de la FSA bajo el título de “¿Para qué sirven mis impuestos?”, en las que vinieron a reproducirse las mismas recetas fiscales que han llevado a la región, de ser una de las más prósperas a comienzos del s. XX con una potente industria y clase media incipiente, a convertirse en una región subsidiada que no ha parado de perder población desde los últimos 30 años.
Y es que antaño, las poblaciones oprimidas se revelaban frente a los abusos de las élites extractivas mediante motines violentos o damas cubiertas sólo por sus largos cabellos. Hoy en día, los ciudadanos hartos de los abusos políticos lo hacen estableciendo su residencia en otros lugares.
¡Ojalá algún día tengamos nuestra propia Lady Godiva!