Iris y Yolanda conocen de sobra el magnetismo, la luz que desprende un tal Miguel Gómez Alonso, al que no le preocupa la clasificación en la liga o el marcador final del próximo partido
Enclavado entre las montañas que dibujan el perfil de Berlanga del Bierzo respira sobre los campos que tapizan un pasado minero el pueblo de Langre. A mediados de agosto estalla Langre en fiestas y en la atardecida preparan los jóvenes noche y jolgorio, mientras reciben esa suave brisa que viaja desde el Sil para darse rumor entre castaños y carbayedas, antes de besar las viejas paredes de la Iglesia de Santa Eulalia. La comisión de festejos aún recuerda, con cierta añoranza, el verano aquel del festín pagado por un supermercado ubicado en Cantabria al que convenció un enérgico mozo llamado Miguel Gómez Alonso.
Este carismático berciano vive en el barrio alto gijonés, sin pensar en segundas residencias. Asomado a su ventana en Honesto Batalón otea desde bien temprano, la pista cubierta y apoyado en ese hogareño alfeizar pergeñó un plan deportivo que hoy ya es toda una realidad en ese barrio-pueblo, zarandeado en los últimos tiempos por la masificación turística. Miguel es un soñador, un apasionado por la vida, el baloncesto y la justicia social. Es de esos testarudos que resuelven, Atesora esa virtud en vías de extinción: no ceja en el empeño ni empaña su palabra. A finales de mayo de 2023 empapeló de carteles fachadas y muros en Los Remedios, La Soledad y más allá de las fronteras con Bajovilla. Buscaba «veteranos» voluntarios con el fin de engrosar un equipo de baloncesto mixto que pudiese disputar la Liga asturiana de maxibasket.
Juntó en junio, en torno a esa pista-dome, a casi tres decenas de seres humanos empecinados a la hora de recuperar ilusiones con 40 o con 50 tacos, botando un balón o entrando a canasta, alejando preocupaciones rutinarias. Implicó en el proyecto a muchos patrocinadores, a la Concejalía de Deportes, Patronato Deportivo Municipal, a la Federación de Baloncesto y a unos cuantos clubes de Jovellanos City. El 23 de julio el Cimavilla Basket presentó sus credenciales en un torneo con el Club Baloncesto Pumarín como invitado de honor. Partido y fiesta inauguración con pincheo y sorteo incluidos en un día dedicado al barrio, a la comunidad, sin atisbo de negocio alguno, buscando el disfrute del deporte popular. El 16 de septiembre el bisoño club organizó un Campeonato 3X3 con varias categorías, en plenas fiestas del barrio. No faltó el empuje de Miguel el 23 de diciembre, en una jornada de basket senior, junior e infantil. Colaborando con Funeraria Gijonesa en favor de la recogida navideña de juguetes de Cruz Roja. Sin olvidar a los alumnos del Colegio Público Honesto Batalón que sumaron iniciativas para su viaje de estudios. Llegó enero de 2024, febrero, marzo , abril y el baloncesto siguió haciéndose fuerte en Cimata. Los lunes, miércoles, sábados. Sazonados de amistosos, encuentros oficiales, pachangas espontáneas…
La cabeza de este berciano-playu tampoco descansa, son muchas las ideas que bullen viajando de las tripas a su corazón y viceversa. Lo saben en la Asociación de Vecinos Gigia y también en casa. Iris y Yolanda conocen de sobra el magnetismo, la luz que desprende un tal Miguel Gómez Alonso, al que no le preocupa la clasificación en la liga o el marcador final del próximo partido. Su lucha no entiende de resultados inmediatos. Él sigue sin perder de vista el camino, mirando al horizonte, caminando dos pasos, burlándose de la utilidad en el rebaño, firmando las sabias letras de Eduardo Galeano: «La utopía sirve para caminar».