La Asociación Vecinal concede el galardón ‘Orgullo de Barrio’ al centro de salud del lugar; su director, el médico de familia Pablo Belderrain, resume el sentir de la plantilla: «No hay premio que valoremos más; es tu gente la que te reconoce»
A Pablo Belderrain le es imposible contener la sonrisa cuando se le comenta el por qué de este reportaje. Cosa, por otra parte, comprensible tratándose de él. A sus 55 años, este gijonés de apellido navarro, con casi cuatro décadas de experiencia como médico de familia, de apariencia risueña pese a la inmensa responsabilidad que entraña su oficio, parece haber hecho de la alegría su estado natural. Una constante que, sin embargo, se multiplica al recordar aquel momento, a principios de la semana pasada, en que recibió cierta llamada, de parte de la Asociación Vecinal de El Coto, para comunicarle que el centro de salud del lugar, el mismo que dirige desde hace un año, se había hecho merecedor del galardón ‘Orgullo de Barrio’. Semejante reconocimiento, concedido por unanimidad por la junta directiva de dicha organización, premia la calidad profesional y humana de aquellos que integran su plantilla, sí, pero también la labor desarrollada en El Coto por este equipamiento desde que iniciase su andadura, a finales de los 80, con el compromiso continuo de mejorar la calidad de vida de los lugareños, sin perder ni un instante en sexos, edades, condiciones o banderas.
«No se me ocurre ningún premio que podamos valorar más, porque son tus pacientes quienes te lo conceden; es algo que despierta lo que su nombre dice: orgullo», afirma Belderrain, poniendo palabras al sentir del equipo del que es rostro, voz y mando. Trece médicos de familia, tres pediatras, quince enfermeras y siete administrativos, complementados con una ecléctica tropa de celadores, fisioterapeutas, psicólogos y auxiliares de enfermería, conforman un organigrama de casi 45 profesionales. La cifra puede parecer abultada, pero se empequeñece en la mente de cualquiera si se piensa que esa plantilla es responsable de dar un servicio vital a una población, la de El Coto, que, al cierre de 2023, superaba los 20.000 vecinos; casi el 10% de ellos, inmigrantes. ¿Cómo, con unos datos semejantes y en un momento en el que sobre la sanidad pública llueven las críticas, fundadas o no, por las largas listas de espera y las dificultades para conseguir una cita, se puede mantener esa percepción tan positiva entre los habitantes de la zona?
Belderrain ha reflexionado mucho sobre ello, y cree tener la respuesta. «Se debe a que es una trayectoria de 38 años, porque este centro de salud lo arrancó gente muy convencida de lo que significaba la Atención Primaria: no un minihospital, ni una pieza subalterna de un hospital, sino un servicio propio e indiscutible, muy conectado con el barrio y con su gente«, plantea. La mayoría de aquellos pioneros, sigan en activo o se hayan jubilado ya, continúan en la memoria de sus cientos de compañeros y miles de pacientes: Delia Fidalgo y Nevada Morís, ambos del área de enfermería, entre los más longevos; Dori, Montse, Mikel, Tino… Ni siquiera los apellidos son ya necesarios para recordarlos. «Vas a Llanes, dices que trabajas en El Coto, y te preguntan por ellos, por su nombre de pila«, ríe Beldarrain. De ahí el valor especial de este reconocimiento. «Algunos de los que todavía están con nosotros llevan desde que abrió; a ellos les ha prestado por la vida que nos eligieran«.
Sentada a escasos tres metros de su director en la sala de reuniones en la que reciben a miGijón, Teresa López, enfermera especialista en Familia y Comunitaria, y escogida por sus compañeros como representante de dicho colectivo, asiente con complicidad. «Me sumo a ese orgullo; que tu propio barrio te valore, que vea que no sólo trabajas en el centro, sino también fuera, en la comunidad… Vaya… Gusta«, concede. Ella misma, dada su condición profesional y a punto de cumplir siete años en El Coto, ha sido parte de esa pretensión de ‘sacar’ el consultorio fuera de sus muros; sin ir más lejos, participando en los talleres de enfermería organizados en la zona por la ONG ExpoAcción, con mucho de su alumnado procedente de la nutrida población inmigrante. Experiencias como esa les han permitido, a López y a todos sus compañeros, constatar que, pese a diferencias puntuales motivadas por el desconocimiento, la cultura, la barrera lingüística y la realidad sanitaria de sus países de origen, la integración de los foráneos es sólida.
No obstante, cuando un paciente cruza el umbral del centro, preocupado y hasta temeroso por lo que se le pueda diagnosticar, la primera bata blanca con la que se encuentra no es la de un médico, ni tampoco la de una enfermera. Es el personal administrativo el que, apostado tras los mostradores de la entrada, sirve de primera línea, de foco de criba y, al mismo tiempo, de primer aporte de tranquilidad. Y en nombre de ellos habla Raúl Gutiérrez. Interino, como tantos y tantos de sus camaradas, hace un año y cuatro meses que llegó al barrio, y pronto le llegará el momento de partir hacia otro espacio sanitario de la región, aunque no sin antes haber experimentado la realidad única que se da en El Coto. «Creo que es el primer centro en el que no percibo la crispación que se suele dar en otros sitios; la gente viene con otro tono, y nosotros no nos queremos ir«, confiesa. Algo a lo que contribuye la «comunicación que tenemos los tres colectivos, que es brutal; llama a cualquier enfermero o médico, y te dará respuesta y solución«. Y eso, claro, «el paciente lo percibe».
¿Y qué opinan los vecinos de todo esto? En fin, difícil es dar con opiniones contrarias a las de la Asociación, por no decir imposible; al menos, en lo referente al personal y a su desempeño. «Sinceramente, se merecen el premio; en cuatro años que llevo viniendo, la atención siempre ha sido perfecta», comenta Pamela Expósito, recién salida de las dependencias de El Coto tras recoger unas recetas. Mucho más veterano que ella a sus 82 años, si bien, afortunadamente, «casi no me ha hecho falta venir a lo largo de mi vida, y nunca he tenido que pedir una baja», Roberto Morán también cree que el galardón está más que justificado. «He conocido a varios médicos y enfermeros en estos años, y todos me han tratado maravillosamente; no puedo decir más que ya querrían otros barrios tener lo que tenemos aquí«, sentencia. Un punto de vista que comparte Iraida Álvarez, llegada de su Venezuela natal con su hija Zaidah hace ya cinco años; un margen temporal en el que «nunca he notado una mala palabra, una mirada rara, un desprecio… Aquí somos iguales a los españoles, y el servicio es excelente«. Más prudente en sus manifestaciones, Rosana García está agradecida porque «siempre escuchan, te respetan y dan soluciones; ahora, lo de las listas de espera largas y que tengas que llamar varias veces hasta que te cogen el teléfono pasa, pero entiendo que es porque andan faltos de personal». Y, como ella, Paulino Alarcón se muestra «de acuerdo con el premio, pero espero que sirva para corregir los fallos del sistema, que no de la gente; que hayan quitado las guardias vocalizadas es una pena, porque te saltan al centro de Somió, y es habitual que aquí falten enfermeros. Ahora bien, el servicio siempre se presta, y con calidad».
Los propios profesionales de El Coto albergan la esperanza confesa de que logros como éste ayuden no sólo a subsanar las deficiencias que padece el sistema público de salud, sino también a visibilizar el valor y la utilidad de la Atención Primaria, la gran despreciada año tras año a la hora de escoger especialidad. «La falta de interés empieza porque no se conoce; en la universidad no hay asignaturas sobre ella, y si no han pasado por aquí no saben lo que hay«, analiza Pablo Belderrain. No es de extrañar que, cuando los médicos internos residentes (MIR) recalan en un centro de salud como el de El Coto, «alucinen con el trato humano que hay, y con todo lo que se hace; descubren que un espacio así también se pueden hacer radiografías, infiltraciones… No es algo de segunda clase; somos la primera línea«. Un anhelo extensivo a quienes ejercen la enfermería, aunque hay razones para la esperanza; no en vano, «el 16º de España en el EIR (equivalente al examen MIR en Enfermería) escogió Familia; eso demuestra que el desconocimiento es lo que nos lastra», apunta Teresa López. Y lo mismo se da entre los administrativos, aunque, como Raúl Gutiérrez pone sobre el tapete, ellos tienen otros problemas. «En nuestro caso, aunque hay personal para sustituir las bajas, no se hace, y estamos sobrecargados; por eso tardamos en coger el teléfono, en digitalizar las historias clínicas… Ojalá la Administración se dé cuenta, y empiece a invertir más en recursos humanos, que es lo fundamental«.
Ninguno de los tres augura un futuro en el que la sanidad pública pueda llegar a extinguirse, erradicada por un tejido privado que desplace por completo a la red actual. Máxime a tenor de que «vamos camino de un 30% de mayores de 65 años, a la que la privada no va a atender«, como detalla Belderrain. Lo que sí temen es que la Primaria, tal como se conoce hoy en día, pueda llegar a a volverse insostenible. Y, por paradójico que pueda ser, por ese mismo envejecimiento poblacional. En palabras de López, «llegará un momento en que para atender a esa masa de mayores, con muchas patologías crónicas, necesitaremos más recursos, que son los que se llevan los hospitales; o le damos la vuelta a eso, o llegaremos tarde». Por su parte Gutiérrez, si bien está de acuerdo con sus compañeros, traslada parte de la responsabilidad a la parte social de esa atención. «Con esa dificultad creciente, los cuidados también deben hacerlos las familias, pero esa estructura no se está creado. Nos puede acabar pasando como con la emergencia climática: sabíamos que iba a llegar, y no se abordó bien a tiempo».
Esa es, quizá, la despedida unánime de estos tres profesionales, y quizá ahí radica la clave para hacer la obtención del premio ‘Orgullo de Barrio’ algo todavía más coherente. «Seguiremos trabajando con y por la comunidad, pero el centro de salud no es el el único centro para la salud de la gente; muchas iniciativas comunitarias salen de nosotros, y lo ideal es que otra parte también salga de las asociaciones, de los vecinos…», invitan a hacer. Aun así, la voluntad se mantener en la línea que les ha hecho merecedores del galardón es inquebrantable. «Vamos a continuar comprometidos con el, barrio, y seguiremos escuchando las demandas, y dando respuestas a ellas. Es de lo que se trata; es para lo que todos nosotros estamos aquí«.