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La racionalización de la inmigración no es ningún tema de odio por los de fuera, sino de amor por los de dentro, un asunto trascendente que debería ser de decisión colegiada a través de referéndum
Por Urbano Rubio Arconada
Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo (PE) – principalmente lo concerniente a los países tractores Francia, Alemania y Francia- hablan de un claro cambio de rumbo en el quehacer diario de los eurodiputados. Se expresa un deseo de replanteamiento del reglamento que rige la nefasta Agenda 2030 y, en especial, de la gestión de la inmigración en Europa: evitar los efectos llamada de esos que siembran el caos en las zonas “no-go”. Así es que la guillotina electoral francesa llevó al patíbulo al mismísimo Macron, quien apenas espero a la publicación de los datos oficiales para anunciar el vapuleo que le propinó Marine Le Pen. En Bélgica su primer ministro De Croo está en el proceso de dimisión tras quedar su partido globalista relegado a la quinta posición. En Alemania la AFD da un toque de atención brutal en la política teutona, consiguiendo ser segundos, deportando al socialismo a la tercera posición. Meloni consigue una nueva victoria en las urnas y refuerza su posición. Sumando resulta que en diecisiete de la Europa de los veintisiete vence la “nueva derecha” conscientes de que en Bruselas las leyes han sido aprobadas en un 89% en consenso entre socialistas y populares con exigencias climáticas inasumibles para los agricultores, los ganaderos, los pescadores y la industria manufacturera, además de otras restricciones de índole ideológico, identitario y de control social. La mayoría de Europa ha despertado de la manipulación y sólo se resiste el sur de Europa: En Portugal ganan y en España (a la espera del recuento de las actas) salvan los papeles, respirando aliviados porque los de Feijóo, han anunciado, a través de su líder europeo Úrsula Von der Leyen, que todo seguirá igual, pues el pacto entre socialistas y populares reeditarán la alianza, que, pienso yo, lo tenían agendado.
En clave interna, la conclusión de los resultados es que, en contra de la mayoría en Europa, España ha elegido continuidad del bipartidismo convencional: hay cuarenta y dos diputados españoles (socialistas y populares) que apoyan el globalismo, es decir, que “no” defienden la soberanía energética ni el control de fronteras ni al campo español ni cortan el despilfarro ideológico. ¿Son conscientes los ciudadanos españoles de esta realidad?
Aquello que hizo grande al inicio del marco de la Unión Europea, es decir, un modelo de libertades (libertad de movimiento de empresas, de capitales y de personas), con el tiempo, se ha venido adulterando. Se sabe que, en los primeros años del siglo actual, Europa, llegó a ser la primera potencia del Mundo, prácticamente emparejada con Estados Unidos y su único competidor era Japón. En sólo veinte años el declive es patente: Europa, líder en pacto verde, está estancada, mientras China y EEUU crecen por encima del 5% emitiendo el sesenta por cien de las emisiones. China nos ha sobrepasado, India está cerca de hacerlo, y otras potencias de los llamados Brics, con Rusia comandándolos, y por supuesto Estados Unidos están muy por encima. ¿A qué se debe este desastroso desmantelamiento? A la aplicación desaforada de las políticas ecológicas de la transición verde y la errónea implementación de la agenda digital. Estos son los verdaderos factores que han contribuido a la destrucción masiva de la productividad competitiva, siendo ahora más pobres que hace dos décadas.
Unas políticas de la mano de la Agenda 2030, que no tiene fin y que apuntan al año 2050 con un presupuesto de setecientos mil millones de euros al año como única estúpida alternativa para que Europa salve el planeta. Aunque, hay alternativa. Pasaría por proteger con decisión nuestra producción agrícola, ganadera, industrial y tecnológica en el espacio europeo para crear empleo y riqueza. Abrir y reforzar el mercado interior europeo a base de innovación y cooperación. Controlar el dinero que se dedica a espuertas con poco control hacia el exterior. Recoger el viejo principio de la preferencia comunitaria en igualdad de condiciones y dejar a la tecnología y al mercado que piloten la energía. En definitiva, veremos como las nuevas mayorías europeas se posicionan, en cada caso, apostando entre más agenda globalista empobrecedora o avanzar en familia y más clase media. Decisiones que pivotarán entre más producción o más deslocalización y depresión. El resultado de las nuevas elecciones abre un nuevo panorama con nuevas mayorías donde la “nueva derecha” tendrá una trascendencia vital en el equilibrio de las políticas del Viejo Continente que está moviendo el “centro globalista” aparentemente dirigido por intereses lobistas lejanos a los intereses de los ciudadanos europeos, hacia partidos llamados “patriotas” y conservadores que parece defender los intereses de sus países dentro del marco del PE tales como: el empleo digno, la seguridad y la recuperación de valores intrínsecos de identidad.