La multitudinaria celebración, que oficialmente se prolongó hasta pasadas las cinco de la madrugada, reunió a decenas de miles de personas, tanto asturianas como foráneas; no pocos optaron por proseguir la fiesta más allá de esa hora
Y Pola de Siero lo volvió a hacer. Fiel a su tradición veraniega, a ese hábito ya sólido que aúna fervor religioso y espíritu festivo, la localidad asturiana se convirtió ayer nuevamente en el centro de todas las miradas de la región, convertida en el epicentro de una nueva edición de la celebración de El Carmín. Decenas de miles de personas procedentes de todos los rincones del Principado, reforzados por cohortes y más cohortes de visitantes llegadas de otros puntos de la geografía española, abarrotaron este lunes la población, decididas a sumarse a la que es, por derecho propio, una de las fiestas de prau más icónicas de Asturias. Y, de esa vasta legión, un grupo destacó particularmente por su número de integrantes, y por lo llamativo de su presencia: el formado por los gijoneses.
Desde mediada la tarde se contaban por centenares los jóvenes, y no tanto, que hacían cola en los alrededores de la plaza de Europa, aguardando la llegada de los autobuses que, acabado el corto trayecto, les dejarían en Pola. Inconfundible por los pañuelos con la bandera asturiana que sus miembros lucían alrededor del cuello, semejante tropa, en los momentos álgidos de la espera, llegó a doblar la esquina de la calle Argüelles y a ocupar, incluso, la entrada del cercano centro de salud de Puerta de la Villa. Afortunadamente, no hubo que lamentar incidentes en ese punto, y viaje tras viaje, todos lograron llegar a la esperada fiesta, cuyo balance, una vez finalizada pasadas las cinco de esta madrugada, será dado a conocer por la Comisión de Festejos de Pola de Siero a lo largo de hoy martes.