
Cris Puertas es una conocida actriz y productora asturiana. Su inquietud y el «no parar» hace que combine su trabajo en las tablas con los micrófonos de RTPA y sus docencias de teatro.
¿Quién es usted?
Soy Cris Martínez Puertas, o simplemente Cris Puertas, para vergüenza de mi pobre padre. Soy actriz, super digna hasta cuando me desnudo en el escenario.
¿Es más humillante ensayar en pijama que desnudarse en un escenario?
Sí, mire, es más humillante ensayar en pijama que desnudarse en un escenario.
¿Y por qué en pijama? ¿Con una bata, incluso en picardías?
En el National Theatre de Londres, del que soy fan y al que me escapo a ver alguna obra en cuanto puedo, vi una vez unas fotos de los ensayos de la ya fallecida Helen McCrory, con un pijama de cuadros. Preparaba «Medea».
Ya la entiendo, si ella lo hace…
¿Por qué yo no?
No, sí, yo no digo nada. Oiga, ¿y dónde estudió?
Soy de Avilés y empecé allí en el Teatro Escolar, que siempre reivindico porque ha generado muchos autores, además de público interesado por el teatro.
Avilés y su Teatro Valdés.
¡Claro! Yo estaba siempre allí, en el «gallinero». Hay una tradición de estrenar siempre allí.
¿Qué significa para usted estrenar en ese teatro?
Si sale mal la obra en ese teatro, es mala cosa, es preocupante. Es un espacio donde todo luce mucho, porque además de la parte mística y del cariño que le tengo, la acústica, la distribución, y la sensación de que, esté donde esté el público, te va a ver bien, hacen que se actúe con un cierto relax. Además, cuando estás estudiando y ves a gente importante de la interpretación sobre esas tablas, piensas que tú también puedes, que tienes una posibilidad.
¿Viene de una familia de artistas?
No, no tengo precedentes.
¿En quién se fijó entonces?
Siempre he admirado la figura de José Antonio Lobato, que nunca se fue de aquí.
¿Lo echan de menos?
Mucho. También hay más gente que ha hecho escuela aquí. ¡Con el lujo que es vivir en Asturias! No se hacen giras completas durante todo el año, pero se trabaja mucho y con diversas compañías. Además, se puede memorizar el texto, por ejemplo, en la playa, cuando la hay.

¿Dónde más estudió?
En la Escuela de Arte Dramático en Gijón y luego hice el Máster de Profesorado en Oviedo.
Díganos el año.
En 2007 terminé todo y me independicé.
¿Vive del teatro?
Sí, y también de las clases, de la radio y, fundamentalmente, de lo que produzco con la compañía Teatro A las Puertas, que monté durante la pandemia.
Una decisión…
Muy poco racional, sí, como todas las decisiones de corazón y valor.
¿Es el suyo un trabajo estable?
Antes se pensaba que había que estudiar para trabajos «estables», pero ahora esa sensación de estabilidad no existe, no hay nada seguro.
Si no le hubiera salido bien esto, ¿qué habría hecho?
Hubiera montado un videoclub.
¡Me muero con usted! ¿Ese era su plan estable?
Sí, pero eso era de chavalina. Mire, un profesor me dijo, creo que con buen criterio, que lo importante es lo que quieres hacer, porque vas a dedicarle horas y buscar la manera de conseguir que ese sueño sea rentable.
Tiene que gustarte.
¡Claro! Porque en cualquiera de los trabajos vas a tener que darlo todo.
Hay gente que sigue pensando que los artistas son un poco «caraduras» y recuerdo alguna frase desafortunada de algún político, aunque Pedro Almodóvar con sus palabras dejó muy claro qué es dedicarse al arte y le sacó los colores en la última gala de los Goya.
Creo que eso es algo cultural que nos viene de muy atrás. Se creía que los artistas eran vagos y maleantes. Poner un libro en tres dimensiones, ese es el trabajo del actor.
Leer y leer.
Y memorizar continuamente, y esa no es la visión que se tiene del actor.
Mucha alfombra roja y punto…
El actor tiene que conocer muy bien el contenido de infinidad de libros y meterse en el código del autor. Maite Robles, mi compañera en «Yo la quería», cuenta que el simple hecho de memorizar un texto y decir las palabras que ha escrito otro, elegidas y ordenadas de cierto modo por el escritor, requiere muchísimo esfuerzo.
¿Cómo memoriza?
Cada uno tiene su truco. No le voy a engañar, hay que tener el texto en la cabeza, así que procuro estudiar muy concentrada, razonablemente poco tiempo.
¿Eso cuánto es?
Por la mañana, una hora al día o 50 minutos de pie, dando vueltas, porque así se oxigena el cerebro. Ahora sí, en ese tiempo no hay mundo, solo texto.
¿Y nunca se le ha olvidado completamente lo que ha memorizado?
No suele pasarme, aunque, por ejemplo, con «Aullido», con el pianista Jacobo de Miguel y el primer montaje que hice en pandemia, fue muy complicado por las restricciones. Al no poder ver el montaje in situ, el texto se me iba completamente.
¿Y cuando está con dos textos a la vez?
Es como cuando te sabes la letra de dos canciones (ahora no sé quién me dijo esto).
Cierto, no las mezclas.
Hablas y te mueves distinto.


¡Ah! Qué interesante. Y, pregunto, ¿lee también libros?
¡Claro! Sobre todo, leo teatro. Cuando me pongo con una novela, leo de otra manera. También le digo que soy una lectora muy desordenada.
Descansemos un poco del tema trabajo. Usted vive con otro artista.
No, yo estoy separada.
No me entendió, quiero que me hable del cantante que hay en su vida.
¡Ah! Curtis, mi perro. No se olvide de Bowie, el gato.
Perdone, a Bowie no tengo el gusto de conocerlo.
Es que no se prodiga en las redes sociales.
Curtis llegó en pandemia y se crio oyéndome memorizar «Aullido» y con «Cuarteto», donde mi personaje es de teatro muy clásico, con la voz muy trabajada.
Y él contesta.
Alberto Rodríguez, mi compañero en esta obra, siempre me dice: «Oye, que ese personaje al que tu perro contesta, lo hago yo…».
Hábleme de compañeros.
Trabajar en algo con tanta implicación como es ser actor de teatro, hace que estés más vulnerable, así que hay que conseguir un muy buen ambiente de trabajo. Yo siempre he tenido mucha suerte con este tema. Y aquí en Asturias más, que nos conocemos todos.
¿Hizo alguna película?
Para eso ya le digo que es mejor irse a una capital para poder ir a muchos castings. Siempre se lo digo a los chavales y chavalas que preparo para las pruebas de acceso a la Escuela de Arte Dramático.
¿Y aquí ustedes hacen casting para escoger, digamos, a los compañeros de reparto?
Es que aquí todos nos vemos actuar y no nos hace falta, pero mire, lo está haciendo muy bien la escuela porque hacen muchos talleres y los productores solemos ir a verlos. Intentamos tener una buena colaboración.
¿Con quién empezó usted?
Con Etelvino Vázquez de Teatro del Norte.
Ahora que sé que da clases, ¿me ve como alumna suya?
No sé, habría que probar. Ya le digo que otra de mis vocaciones es dar clases de teatro, pero mire, podría animarse…