Desde la Asociación ‘Evaristo San Miguel’ del Polígono ponen en foco en lo peligroso del acceso desde el que se despeñó el cuadriciclo que conducía Jaime Castro, y alertan de que «es una zona muy transitada, por la que pasan muchos niños»

Gijón tardará en superar la pérdida de Jaime Castro, el popular hostelero y gerente de la Sidrería Jaime de Nuevo Gijón, que fallecía este martes a los 52 años, después de que el cuadriciclo que conducía se despeñase desde el puente de la calle Sierra del Sueve. Hombre conocido, querido y respetado en la ciudad, su ausencia ha despertado por igual la tristeza, la incredulidad y la indignación. Y así, mientras sus familiares y allegados tratan de asimilar lo ocurrido y ultiman los preparativos del funeral que, este mismo jueves, a las 17 horas, se le dispensará en el Tanatorio de Cabueñes, el tejido vecinal de la ciudad en general, del Polígono de Pumarín en particular, ha dado un puñetazo sobre la mesa para recordar que el suceso, aunque trágico, no ha sido totalmente sorprendente. ¿La razón? El mal estado del puente en cuestión, aquejado de múltiples deficiencias, y que los lugareños no dudan en calificar como uno de los ‘puntos negros’ que ensombrecen el callejero gijonés.
«Esto se veía venir… Mira que ha habido accidentes ahí, afortunadamente sin muertos hasta el martes, pero nadie ha querido ponerle solución; sólo nos han dado largas», protestaba esta misma mañana Manuel Cañete, presidente tanto de la Asociación de Vecinos ‘Evaristo San Miguel’ del Polígono, como de la Federación de Asociaciones Vecinales de Gijón (FAV). Su doble cargo le ha convertido en receptáculo de las múltiples quejas vertidas por los gijoneses desde hace años, multiplicadas desde hace 48 horas, y que convergen en un sentir común: el ferviente deseo de que se tomen medidas para que una tragedia semejante no vuelva a producirse. «No se puede tener una vía así en semejantes condiciones; el pretil del puente es demasiado bajo, el trazado está mal hecho y, encima, suele estar lleno de aceite», relata Cañete. Ese último detalle, el de la presencia de sustancias oleosas en el asfalto, «no es un problema si baldean, o si llueve en condiciones, pero cuando orbaya convierte la vía en una pista deslizante».
De hecho, horas después del accidente, cuando tanto el cuerpo de Castro como los restos de su cuadriciclo ya habían sido retirados, personal de la Empresa Municipal de Servicios de Medio Ambiente Urbano (EMULSA) realizó una limpieza a fondo de la arteria, usando para ello agua a presión. Esa acción, no obstante, llega demasiado tarde para Cañete, en cuya memoria persiste, vívida, la imagen de «los coches, y son varios, que o han caído, o se han quedado colgando, o se han ido hacia el otro lado al tomar la curva». Y el accidente, advierte, podría haber sido peor, mucho peor. «Dentro del drama, hubo suerte de que nadie estuviese caminando por debajo en ese momento, pero llega a pasar en mayo o en septiembre, con actividad escolar, y podría haber sido una tragedia; tenemos la Escuela Oficial de Idiomas al lado, y pasan muchos niños por ahí».
De ahí que, a las puertas del inicio del nuevo curso académico, Cañete urja a las Administraciones tomen medidas cuanto antes. «Hasta ahora, cuando hemos consultado al Ayuntamiento, dicen que es competencia del Estado, pero la cuestión es que eso no puede seguir así«, concluye. Lo hace, eso sí, aportando algunas sugerencias, como que «se eleve el pretil, incluso al doble de su altura actual, y mejorar en conjunto esa vía. Y pronto».