Expertos afirman que la presencia de especies marinas de latitudes más cálidas en zonas de la costa asturiana serán más habituales con el paso de los años, como ha ocurrido en los últimos días con las medusas ‘gigantes’ en Gijón
La presencia de medusas en aguas gijonesas se está convirtiendo en algo ya frecuente cada verano, pero para la especie de gran tamaño que se ha podido ver este fin de semana en la bahía de San Lorenzo no había precedentes. Se trata de ‘Rhizostoma luteum’, un tipo de medusa habitual en aguas más templadas del Atlántico, como la costa occidental africana y zonas del mediterráneo. Suele habitar en áreas más oceánicas y de mayor profundidad, pero sin embargo ha ido varándose en los últimos días en la orilla de San Lorenzo, El Arbeyal y Poniente. En concreto, operarios de Emulsa recogieron un total de 156 ejemplares en las tres playas durante las últimas 72 horas, de las que San Lorenzo se está llevando la mayor parte. Solo el lunes se limpiaron de su arenal más de 100 medusas en torno a las cuales crecen más interrogantes a medida que aumentan su presencia.
¿A qué se debe su aparición?
La primera pregunta sale casi sola y no tiene aún respuesta: ¿Qué hacen aquí? Susana Acle, responsable de Veterinaria e Investigación en el Acuario de Gijón, explica que «no se sabe a ciencia cierta por qué aparecen», pero resulta evidente que «el aumento en la temperatura de las aguas en el Cantábrico ha tenido que ver», algo en lo que coinciden todos los investigadores consultados. Para Luis Laria, presidente de la Coordinadora para el Estudio y la Protección de las Especies Marinas (CEPESMA) y fundador del Centro de la Vida en Luarca, la llegada de nuevas especies marinas como la ‘rhizostoma luteum’ u otro tipo de peces «es solo una llamada de atención a la situación muy grave que vamos a padecer incluso esta misma década».
Laria explica que en costas asturianas y otras zonas del Cantábrico recibimos presencia de especies hasta ahora inéditas porque «hay un afloramiento de organismos del Atlántico que no se dispersaban como estamos viendo». Las causas son aún inciertas, pero el presidente de CEPESMA está seguro de que «las alteraciones de velocidad y de térmica en la Corriente circular del Atlántico o AMOC (por sus siglas en inglés, de la que forma parte la Corriente del Golfo) tiene relación con los cambios que estamos viendo». Su calentamiento y ralentización hace que «especies alóctonas o que se hallan fuera de su área natural de distribución», como ocurre en altamar con la ‘rhizostoma luteum’, «lleguen a zonas como la nuestra». El científico alerta de que todos los cambios que ocurren en el mar «se terminan pagando en tierra» y el continente europeo «depende de las condiciones que se establecen en el Atlántico», lo cual quiere decir que el progresivo ‘frenazo’ de la corriente dejará «problemas meteorológicos y ambientales muy severos».
Acle admite que la comunidad científica se ve sobrepasada en ocasiones por la rapidez y lo imprevisible de acontecimientos como el ocurrido en Gijón, porque “como especie estamos haciendo tantos cambios en el medio marino que se nos escapa un poco de las manos”. Las variaciones en las corrientes van unidas a «cambios de temperatura, los cambios en la climatología, la disminución de lluvias… Cambios que vemos todos», resume.
El Cantábrico se mantiene también bajo el influjo de la vena de agua septentrional mediterránea, otro posible «vector de traslado de especies de otras regiones más al sur», tal y como sugiere Javier Cristobo, científico titular del Instituto Español de Oceanografía con sede en Gijón. Este flujo de agua del Mediterráneo alimenta al Atlántico desde el Estrecho de Gibraltar y viaja hasta la cantábrica rodeando Portugal, por eso puede explicar la proliferación cada vez más habitual de animales marinos procedentes de «zonas tropicales», en especial de especies pelágicas como ocurre con las medusas. Los pelágicos son «organismos que viven en el seno de las aguas sin tener contacto con el fondo e incluso flotando en las aguas, y pueden llegar a ser más fácilmente arrastrados hacia nuevas zonas». Así que, avisa Cristobo, las grandes medusas encontradas en Gijón ni son ya ni van a ser «casos excepcionales».
¿Por qué aparecen de forma masiva en Gijón y no en otros puntos de la costa?
Parecer estar claro que la fauna marina cantábrica sufrirá cambios en los próximos años, pero la experiencia de estos últimos veranos conviviendo con nuevas especies ya nos permiten concluir que existe cierta inclinación por las aguas de Gijón. San Lorenzo suele ser uno de los arenales más afectados por la incursión de otros animales como las carabelas portuguesas o ‘Physalia physalis’, ya presentes en la playa desde 2023, o las salpas que vararon masivamente en el arenal. Laria confirma lo que hasta ahora era solo una corazonada para muchos: «Sí que se nota que en Gijón hay presencia de más ejemplares y esto ocurre porque los accidentes geográficos como cabo Peñas o cabo Busto inciden en las corrientes. Se genera una especie de reflujo que crea una ‘ensenada’ posterior hacia el este y las corrientes se comportan de forma diferente, por eso terminan varando en algunas zonas más que otras como el entorno de Gijón».
¿Qué debemos hacer si nos pican?
Hasta hace no mucho el bañista asturiano disfrutaba de los chapuzones ajeno a las medusas, pero los expertos insisten en recordar que estas siempre estuvieron presentes en nuestras aguas y en que al margen de las actuales protagonistas, también se tiene constancia de otras variedades en aguas más profundas, como la ‘Pelagia noctiluca’ o medusa luminescente, la ortiga de mar o ‘Chrysaora’, además de ‘Aurelia aurita’ o las ‘Rhizostoma pulmo’ de la familia de las actuales «invasoras» en Gijón. Además a partir del mes de octubre, desde el Centro de la Vida prevén la aparición de ejemplares de ‘Velella velella’, «muy habituales en invierno y con presencia en el Cantábrico desde hace 10 años». Con la variedad de ejemplos buscan evidenciar que «la presencia de medusas no es alarmante en sí misma» y su aparición cíclica en los meses de verano es frecuente, aclara Cristobo. «En un barco sí puedes toparte con una mancha de kilómetros y kilómetros de medusas que se están reproduciendo cuando las condiciones de salinidad y temperatura son las adecuadas”. Por ello, aunque en zonas cercanas a la costa «nos resulte más extraño, no hay lugar a la alarma».
De hecho, las medusas juegan un papel importante en determinados ecosistemas ya que «se alimentan de plancton y sirven a la vez como sustento a otros animales como el pez luna o las tortugas», añade el científico del CSIC. El responsable de CEPESMA apoya la llamada a la calma de Cristobo y se mantiene en la opinión de que conocer más características sobre estos nuevos cantábricos en adopción puede ayudar a evitar «comportamientos alarmistas» como el cierre de playas por la presencia de salpas que se vivió este verano en Asturias. Las salpas, sin ir más lejos, «no tienen ningún efecto negativo en nuestras cosas, de hecho todo lo contrario, en una sola noche eliminan 4.500 toneladas de CO2».
Lo único que resulta necesario para convivir junto a ellas en futuros veranos consiste en saber identificarlas y actuar en consecuencia. En el caso de la ‘rhizostoma luteum’, se trata de una especie de gran tamaño. Los ejemplares de mayor envergadura pueden llegar a pesar 40 kilos y medir dos metros aunque «no es lo normal», aclara Acle. Estas no entrañan riesgos importantes para la salud del ser humano aunque sí pican causando «un escozor similar al que provocan las ortigas». Si entramos en contacto con ellas, Laria aconseja no lavar la zona del roce con agua dulce; «lo mejor es la orina o el vinagre». También conviene comprobar si en la zona afectada permanecen nematocistos, una especie de «pinchos o astillas a nivel microscópico segregados por el animal que se nos pueden quedar incrustados en la piel» y que puede provocar la aparición de vejigas. Estos se pueden retirar de la piel «con una tarjeta de crédito u objetos similares», explica el biólogo.
La responsable de investigación en el BIOPARC gijonés también avisa de que su poder urticante se extiende más allá de sus tentáculos y puede afectar al agua que las rodea «aunque no la estés tocando directamente». Como no están hechas para vivir en tan cerca de la costa y su cuerpo tiene consistencia gelatinosa, «sus tentáculos se van degradando», lo que genera una «alta concentración de sus sustancias urticantes» en el agua.
Otra cuestión distinta ocurre con la carabela portuguesa, la otra gran visitante del Cantábrico desde hace dos veranos. Ya sabemos que la ‘Phisalia phisalis’ no es una medusa como tal, sino «un conglomerado de cuatro pólipos que viven juntos» y hacen de ellos un solo organismo. Los nematocistos presentes en los tentáculos de la falsa medusa son mucho más agresivos en toxicidad, ya que «tienen un componente neurotóxico que puede provocar shock anafiláctico en personas más sensibles a su picadura, desembocando incluso en parada cardiorrespiratoria» y en algunos casos «la muerte». El dolor de sus heridas resulta similar al de «un látigo que estuviese quemando en la piel» y, en caso de entrar en contacto con ellas, «hay que intentar tener control médico directamente lo antes posible». Incluso aunque no notemos efectos al instante, porque «en algunas personas el neurotóxico puede tener acción inmediata y en otras puede darse con retardo».
¿Hasta cuándo las veremos en Gijón?
Otra de los grandes interrogantes que resuena por el paseo del Muro estos días: ¿Cuándo pararán estos episodios? No hay respuestas muy halagüeñas para los amantes del baño en aguas del Cantábrico porque la opinión de investigadores es unánime: «Las medusas no tienen por qué desaparecer». De hecho, Laria va poniendo en aviso y vaticina que «vamos a tener que ir acostumbrándonos a su presencia». Incluso va un paso más allá y pone el ejemplo de algunos países asiáticos como Japón en los que la ‘Rhizostoma luteum’ «está muy valorada desde el punto de vista gastronómico»: «En unos años también las terminaremos comiendo».
Acle considera que pronto dejaremos de verlas por San Lorenzo porque «ahora cambiarán las condiciones del mar, bajará la temperatura e irán desapareciendo», pero «tendremos que acostumbrarnos a trabajar con las novedades que nos encontremos para el verano que viene» como las medusas gigantescas. Desde el BIOPARC intentan mantener sus investigaciones sobre el estado fauna marina y a principios de verano, los responsables del centro impartieron distintas formaciones al equipo de Salvamento Marítimo de Gijón para saber cómo actuar ante la aparición de medusas y distinguir a cada especie, además de otros animales como focas o tortugas, pero la ‘Rhizostoma luteum’ no estaba incluida. Por eso a partir de ahora, habrá que trabajar con «lo que traiga la mar».