«Ninguna intervención en espacios públicos va destinada a crear servicios para los vecinos, ya lo vemos con Tabacalera, un espacio de ‘no sé cuántos’ metros cuadrados en el que no va a haber ni siquiera una pequeña sala para que los niños vayan a estudiar»
Resulta muy difícil entablar una conversación sobre Cimavilla sin hablar de turismo últimamente. El presidente de su asociación de vecinos, Sergio Álvarez, sabe que el disfrute de vivir en el barrio más histórico de la ciudad conlleva compartirlo con las visitas, pero también con el resto de vecinos de Gijón. Habla de este como un lugar “que todo gijonés o gijonesa siente como suyo”, algo bien probado al recorrer sus calles estos días de fiestas parroquiales. El barrio alto es un lugar de acogida, disfrute y diversión según Álvarez, aunque a todas las bondades mencionadas quizá deba seguirle cierto “respeto” que no siempre logra fomentarse y por el que incluso este entona cierto ‘mea culpa’. Hablamos de esa frágil e irrepetible idiosincrasia con su líder vecinal en pleno año de cambios:
– ¿Qué celebra Cimavilla este año?
– Lo que se celebra es que hay una asociación compuesta por vecinos y vecinas que son quienes hacen las fiestas, es lo más importante porque responde a lo que defendemos: que en Cimavilla tiene que seguir viviendo gente, que las fiestas aquí las siguen haciendo vecinos y vecinas y que siga habiendo generaciones que sigan con esa tradición y cultura de barrio. La mejor forma de defender esta lucha por mantenernos es ese asociacionismo de aquellos que vivimos aquí, y en este caso con las fiestas se trata de gente que trabaja por y para el barrio y es lo que les da su carácter. La comisión de festejos hace que con ellas se sigan defendiendo estos argumentos. Por ello, celebramos.
– ¿Cuántos vecinos contabiliza en la actualidad la asociación?
– Hay unas 2.600 a 2.700 personas teniendo en cuenta todo el distrito, que empieza ya en Jardines de la Reina, desde la calle Trinidad y Melquíades Álvarez e incluye el entorno del Ayuntamiento. Ese es el número de personas censadas en el barrio, pero dejan de servirnos las cantidades para hablar de vecindario porque tú puedes estar censado en un sitio y no vivir en él. Aquí hay personas que tienen pisos turísticos y se censaron para poder entrar con el coche, pero no viven en el barrio. Ese es el dato cuantitativo; el cualitativo es que cada vez notamos que resulta más difícil poder vivir aquí. Es prácticamente imposible traer a residentes nuevos de alquiler e incluso hay dinámicas que expulsan a vecinos y vecinas, la gente que podríamos considerar más “desprotegida” por decirlo de alguna manera, como personas mayores que tienen rentas antiguas o jóvenes con contratos más precarios de alquiler y menos garantías de poder mantenerse como vecinos por contratos a lo mejor para vivir de octubre a junio, hasta que empiezan los meses de verano.
– De los pisos en alquiler disponibles en portales como Idealista, a fecha de esta entrevista, solo hay uno que no limite el contrato a la temporada entre septiembre y junio. En los anuncios de compra hay bastante bajo exterior reformado de manera habitable.
– Sí, esa es la situación. El tema de “gentrificación”, que empezó hace muchos años, se acentuó luego mucho más con la “turistificación”, que digamos que son las dos son formas de expulsar a vecinos de cualquier barrio. La gentrificación es un cambio en el perfil de vecinos, a un tipo de vecindario normalmente con poder adquisitivo más medio-alto, como ocurre en Cimavilla porque los pisos subieron, aunque al fin y al cabo siguen siendo personas que habitan en él a pesar de que se modifique su idiosincrasia. Este proceso gentrificador en Cimavilla empezó hace muchos años, ya en los 90 y algo o antes de los 2000, pero la turistificación más intensa empezó hace tan solo unos años y es mucho más demoledora. Es un proceso rapidísimo porque hasta hace poco cualquiera que tuviera un piso lo alquilaba de repente para uso vacacional. Hasta la moratoria, conseguir una licencia era un trámite muy fácil y también hay que entender que la gente quiera sacar rentabilidad de su piso. No juzgamos nunca a las personas, pero sí las políticas que se llevan a cabo, y por encima del bien privado y la ganancia económica tiene que haber una protección del bien común, como son los barrios y aquellos con identidad tan marcada e historia como Cimavilla -y otros en Gijón. Espero que se vaya mucho más allá que la moratoria, y que veamos tomas de decisiones a partir de las competencias que busca ceder el Principado a los Ayuntamientos.
– ¿Cuál es ese bien común que necesita protección en el barrio alto?
Principalmente la vivienda, que es un derecho fundamental que tienen todas las personas, y en el que las administraciones también tienen su parte de responsabilidad de invertir en vivienda pública. En Cimavilla hay muchísima vivienda pública, mucha que está en desuso. Nosotros hemos conseguido que Vipasa -la empresa que gestiona el parque público de viviendas del Principado de Asturias- las cediera a Emvisa -la empresa municipal de Gijón-, pero todavía no se ha avanzado nada en ese asunto, todavía está en trámites de poder rehabilitarse… Y al final ves que la administración tiene una capacidad de respuesta muy lenta ante el origen, que es la turistificación, por eso necesitamos que esos proyectos que garanticen la protección de la vivienda en lugares de crisis, como es Cimavilla se lleven a cabo. Es la única forma de luchar contra ello. Porque aparte de regular el turismo con leyes hay que hacer políticas de vivienda, de infraestructuras, de movilidad, de transporte, de colegios públicos, de sanidad… La gente no solamente se va de Cimavilla porque no tenga un piso a un precio aceptable, también se va porque no se puede vivir, hay una pérdida de espacio público. De las intervenciones que se hacen en edificios públicos, ninguna va destinada a servicios para los vecinos. Ya lo vemos con Tabacalera, un edificio de ‘no sé cuántos’ metros cuadrados en el que no va a haber ni siquiera una pequeña sala para que los niños vayan a estudiar.
«La gente no solo se va de Cimavilla porque no tenga un piso a un precio aceptable, también se va porque no se puede vivir donde no hay espacios públicos»
– ¿Cuál es la opinión generalizada de los vecinos respecto al proyecto?
– Pues que al final en Tabacalera se va a hacer un museo con unas salas muy grandes, con unos cuadros que no sabemos de dónde van a venir y que forma parte de esa idea que llaman “vía gijonesa”. Consideramos que pierde la oportunidad de ser una palanca de cambio cultural en la ciudad con los futuros usos que se le plantean, la demanda no es que queremos Tabacalera para nosotros, que es lo que distintos gobiernos nos han intentado poner encima siempre, sino en convertir el edificio en un referente cultural de cambio en Gijón en distintos sentidos y que a la vez hubiese servido para dotar de infraestructuras al barrio.
– ¿Cuándo fue la última vez que hablaron en Cimavilla con miembros de la Corporación sobre el tema?
– Carmen Moriyón nos recibió en alguno de sus anteriores mandatos cuando se produjeron los procesos participativos para determinar sus posibles usos. En el actual mandato hemos tenido contactos puntuales con algún concejal como Pelayo Barcia o Guzmán Pendás, pero en calidad de invitados por nosotros para participar en ‘Cimavilla Abierta’. A fecha de hoy no hemos tenido una reunión formal para hablar de temas del barrio ni de Tabacalera con el actual Gobierno.
– Hablando de esas infraestructuras o servicios, por ejemplo, ¿dónde tiene a su médico de cabecera un vecino de Cimavilla?
– En Puerta la Villa. Está más o menos como a un kilómetro y medio, pero no existe transporte público para llegar, porque a Cimavilla no sube ningún autobús. La parada más cercana es de la línea 4 y está en la calle Instituto. Pero ese autobús no nos acerca a nuestros servicios básicos como el centro de salud o el instituto Jovellanos, que es el que les toca a los alumnos que viven en el barrio.
– ¿Cómo ha vivido el barrio alto este verano ‘de récord’ en Gijón?
– Da un poco la sensación de que creamos cosas para que venga gente constantemente. El verano en Gijón al final es un batiburrillo en el que nadie sabe lo que se celebra. El verano gijonés siempre fue muy intenso y concentrado, pero habría que esforzarse en desestacionalizar los eventos, básicamente porque eso hace un turismo más sostenible y no tan masificado, crea un empleo no ‘fijo discontinuo’ sino más continuo y sobre todo, hace que este conviva con los vecinos y vecinas. Así la esencia de muchos eventos puede llegar a perderse también, por ejemplo Arco Atlántico: tiene unos objetivos que son el fomento de la cultura atlántica desde Portugal hasta Francia a través de distintas herramientas cada año como el idioma, la música, la danza… Pero eso lo sé solo yo porque me lo contaron. La gente que viene no sabe lo que es eso, ni por qué hay conciertos todos los días y a veces a la vez. Yo soy una persona que viene a Gijón en julio y marcho en agosto, y me tocó el Arco Atlántico, la Semana Negra, el Metrópoli, la Semana Grande, que ahora es “grandísima”, el Festival de la Sidra, que coincide con el Oktoberfest…
– ¿Qué entienden los vecinos del concepto “turismo de calidad”?
Eso me gustaría preguntar a nuestros dirigentes; qué consideran que es turismo de calidad. Para mí la calidad en el turismo se consigue con políticas que respetan el territorio y las personas que viven en él, pero no alojarte en un hotel de 5 estrellas y haber expropiado un edificio público por 3 millones de euros.
– Otra medida aparte de la moratoria a la concesión de licencias para VUT aprobada por el Ayuntamiento fue la creación de un portal de denuncia ciudadana a los alquileres vacacionales ilegales.
– Rema a favor y está bien, porque el problema más importante en nuestro barrio son las ilegales, pero aunque yo tenga capacidad de denuncia, si la administración no es eficaz en atajar el problema, incrementar el número de inspecciones o aplicar medidas cautelares… De poco sirve. Es un tema complicado y también puede crear conflictos entre vecinos de puerta de toda la vida.
«Se necesita crear más conciencia sobre lo histórico del barrio en los jóvenes que lo disfrutan, de noche se convierte en una zona en la que puedo pintar las paredes, puedo mear donde quiera o puedo hacer botellón»
– Conviven con turistas, pero también y desde hace aún más tiempo con el ocio nocturno.
– Sí, la voluntad de muchos locales es muy buena, pero luego en la calle… Es un pequeño cortijo de ‘ciudad sin ley’. La Policía Local no sube al barrio y entonces se convierte en una zona en la que puedo pintar las paredes, puedo mear donde quiera, puedo hacer botellón en el parque infantil… La fisionomía que tiene el barrio hace que sea más difícil de controlar que otras zonas de bares como Fomento, pero habría que encontrar la forma de aumentar la vigilancia policial porque de ninguna manera pueden pagarlo los vecinos. Yo soy muy idealista y creo que hay que fomentar la convivencia y tenemos la responsabilidad de crear más conocimiento sobre lo histórico de este barrio entre los jóvenes que lo disfrutan, de hecho queremos organizar visitas para los centros de secundaria de la ciudad, pero también se necesitan multas y presencia policial que demuestre que hay un control sobre el ambiente conflictivo por la noche.
– Ese “descontrol” nocturno se une al estado de conservación de algunos edificios.
Sí, hay bastantes edificios con aspecto abandonado porque, en algunos casos, son de muchos herederos que ni siquiera se conocen y cuando ocurren accidentes se inician procesos judiciales en los que los dueños pueden incluso no aparecer, porque si aparecen a veces se ven obligados a asumir las costas del derribo o similares. Entonces sí que hay abandono de algunos edificios históricos como el que se encuentra apuntalado en la cuesta de Pelayo, por ejemplo. Habría que pensar en muchas rehabilitaciones y sumergirse en el Plan General de Ordenación (PERI) de Cimavilla, ver las carencias que pudiera tener y plantear soluciones que ajusten el marco legal.
– A comienzos del mandato actual se hablaba de fijar un “plan especial para el barrio de Cimavilla”. Si tuviera que priorizar las tres demandas más prioritarias que incluir en ese hipotético plan, ¿cuáles serían?
– La primera podría ir en forma de titular, que sería: “Crear políticas para hacer Cimavilla habitable y que la gente no se marche”. Al hilo de ello les presentaría lo que vamos a hacer con ‘Cimavilla abierta’. Es un proceso participativo que empezó en febrero y acabó en junio de este año cuyas conclusiones no han sido públicas todavía, pero empezaremos a trabajar en su presentación después de las fiestas. Participaron vecinos y vecinas del barrio, entidades, asociaciones, grupos políticos… Y se hicieron grupos con distinta temática. Se habló de cultura, turismo, juventud, ocio nocturno, movilidad, medio ambiente… La conclusión más general se resume en ese titular y para ello hay que empezar a invertir en el desarrollo de una buena convivencia en el barrio, no en crear flujos turísticos. No estamos en contra de que se arregle, por ejemplo, la batería militar baja de Cimavilla, que está muy bien y quedó muy bonita, pero no solamente tienes que intervenir así. La última intervención que se ha hecho para los vecinos del barrio ha sido la pista polideportiva y nos costó 18 o 20 años hacerla.
– ¿Y lo positivo?
– Hombre, ¡muchísimas cosas! Vivir en Cimavilla es maravilloso. Por eso lo defendemos tanto, porque queremos que siga siéndolo. A mí me parece un sitio idílico porque lo tiene todo. Estás en un pueblo dentro de una ciudad, tienes relaciones sociales con todo el mundo, nos conocemos todos… La verdad es que la vida te cambia si vienes a vivir aquí.