Dieciséis meses después de su bautismo de fuego en el Pleno, el portavoz de su partido en la ciudad diserta sobre la labor del Gobierno, la situación de esa oposición de la que forma parte… Y su particular forma de ejercer la actividad política
No pasa año en que el vocabulario colectivo no se enriquezca con nuevas expresiones, bien de factura totalmente novedosa, bien rescatadas del oscuro pozo del desconocimiento. A esa última catalogación pertenece ‘máquina del fango’, acuñada en 2015 por el escritor italiano Umberto Eco en su novela ‘Número cero’, y popularizada después de que, el pasado mayo, Pedro Sánchez la emplease para referirse a cierta forma de hacer política basada en la manipulación mediática, la mentira flagrante y el descrédito del contrario. Cierto es que esa manera de ejercer la rivalidad ideológica no ha llegado a todos los foros, pero la percepción del ciudadano es la que es: sea verdad o no, en España la política es vista cada vez más como una discusión estéril, un tira y afloja en el que la cuerda del «Y tú, más» se tensa por momentos, a costa de las propuestas objetivas. Ante esa impresión generalizada, no es de extrañar que las voces más tranquilas capten la atención de propios y ajenos. En Gijón, Javier Suárez Llana (Castrillón, 1989) es uno de los ejemplos de ello. El que fuese el sorprendente fichaje de Izquierda Unida (IU) para encabezar la lista electoral en los comicios municipales de mayo de 2023 dejó a un lado su carrera como biólogo en 2015 para implicarse de lleno en la labor de su partido. Y, desde entonces, ha hecho de la calma en la actitud, de la mesura en la exposición y del diálogo como táctica sus señas de identidad, algo que tanto sus compañeros de partido y en la oposición, como sus oponentes del Gobierno reconocen, y que Pleno tras Pleno no pasa desapercibido para los vecinos de la ciudad. Una forma de obrar tranquila y serena, alejada del insulto y de la descalificación, quizá no siempre efectiva, pero sí coherente con la que es su concepción última de la actividad política: un mecanismo diseñado para «hacer que la vida de la gente, de los gijoneses en este caso, sea un poco mejor».
Hace un año y cuatro meses que, de pronto, su rostro se convirtió en una constante para los vecinos en los Plenos. ¿Le cogió por sorpresa ser nombrado cabeza de lista para las municipales?
Fue algo que no estaba planificado, aunque en la organización, en enero de 2023, se tomó la decisión mayoritariamente de apostar por un relevo generacional en la lista, y es verdad que una parte mayoritaria de la misma me hizo la propuesta. A partir de ahí tuve muy pocos días para pensarlo, y también pocos para formar un equipo. Lo que sí tuve claro desde el principio fue que esa apuesta por el relevo no podía quedar en quien lideraba la candidatura. Tenía que tener reflejo, por lo menos, en los primeros puestos de la lista. Con equilibrios intergeneracionales, desde luego; no se trata de un adanismo de la juventud, pero sí de una tendencia hacia que una generación hasta ahora no representada lo estuviese. Y así fue; ahí tenemos el ejemplo de mi compañera de partido en el Pleno, Noelia Ordieres. La media de edad de esos primeros no superaba los cuarenta años.
¿Dentro de esa estrategia figura también la elección en abril de Alejandro Farpón como coordinador de Izquierda Unida en la ciudad?
Exactamente. Una vez pasadas las elecciones no queríamos que esa apuesta se quedase en la parte institucional; tenía que dar el salto al partido. Por eso optamos por el que fue nuestro ‘número tres’ en la lista a los comicios. Además, Alejandro forma parte del Consejero de Administración de la Empresa Municipal de Transporte Urbano (EMTUSA), y está en el Consejo de Movilidad Sostenible. Queríamos darle mayor papel y espacio, y creo que lo que se consiguió con la candidatura que yo encabecé, se la logrado ahora en la organización con su liderazgo. Es joven, sí, y sin experiencia política, pero lleva muchos años militando, y está muy reconocido en su ámbito, que es la Educación Pública. Creo que aporta no sólo ese relevo, sino su experiencia en el ámbito de la educación. Y, además, en un barrio del sur, como es Pumarín.
¿Y qué decir de su partido? ¿En qué situación se encuentra Izquierda Unida ahora, después de estos dieciséis meses y de unas elecciones en las que pasaron de uno a dos concejales en el Ayuntamiento?
Hay una cosa que dice nuestro nuevo coordinador general nacional, Antonio Maíllo, y que nos define: somos una fuerza política previsible. Es fácil saber qué vamos a opinar, dónde nos van a encontrar y dónde no, porque no cambiamos. Tenemos coherencia en el discurso, y lo trasladamos a la labor de oposición o de Gobierno. Y en un momento en que las fuerzas políticas cambian de opinión, en que defienden algo en la oposición y, al llegar al poder, hacen otra, una cosa que valora la ciudadanía de nosotros es esa previsibilidad. Eso, en momentos, de incertidumbre, corre a nuestro favor. Bajando a lo local, creo que eso se nota en Gijón, como también que se valora en positivo el cambio de caras y ese relevo generacional, en mi caso y en el de Noelia. Esa sabia fresca se agradece; no sólo por el cambio en sí, sino porque pertenecemos a otra generación, tenemos perfiles muy diferentes entre nosotros dos… Y, fruto de pertenecer a otra generación, tenemos otra forma de hacer y entender la política. Ahora bien, las novedades duran poco; esta probablemente haya durado algo más, pero el efecto lo tuvo al principio.
Entonces, ¿qué es lo que queda ahora?
Creo que entre la ciudadanía se valora que recorremos la ciudad, que allá donde nos llaman, estamos. Siendo sólo dos concejales, hay pocas convocatorias a las que faltemos. Y pienso que ven que tenemos un modelo de ciudad que tiene que ver con la transformación del espacio público, con la sostenibilidad, con los servicios públicos para favorecer la equidad del conjunto de las personas, con el desarrollo de un tejido económico basado en una industria limpia y tecnológica, que no lo apuesta todo al turismo y al sector servicios… Por resumirlo, hoy Izquierda Unida se parece más a la ciudad de lo que se parecía hace año y medio.
Sin embargo, su partido llegó a los comicios tras una legislatura compartiendo Gobierno con un PSOE desgarrado por las luchas internas, y sumamente turbulenta en lo social, marcada por la pandemia. ¿Cree que algo de todo aquello les marcó, y que aún pesa?
No. De hecho, los resultados electorales ya respondieron a esa pregunta. El PSOE e Izquierda Unida tuvieron dos estrategias completamente diferentes. El PSOE optó por renegar de todo lo que había hecho su partido con Ana González; nosotros, por todo lo contrario. Fueron cuatro años de mandato tremendamente complicados, con una pandemia, con una crisis económica posterior… ¡Con un hackeo informático del Ayuntamiento, no lo olvidemos! Pero, más allá de la coyuntura, que es la que toca, en la campaña Izquierda Unida defendió los proyectos y el modelo de ciudad que habíamos puesto en marcha; sobre todo, en todo lo referente a medio ambiente y a movilidad, que hoy en día son las políticas que te permiten transformar la urbe. En cambio el PSOE, cuando no tomó distancia de lo hecho, directamente lo combatió. Y, al final, quien defendió una gestión de Gobierno subió en votos y concejales, y quien la basó en renegar o atacar la políticas de su propio partido bajó en votos y concejales. Fuimos coherentes con las políticas iniciadas; también cuando tuvieron resistencia, como en movilidad, porque cambió el paradigma del uso del espacio público y los hábitos de la gente. Eso lo asumimos. A la política hay que venir a hacer políticas valientes, y estamos convencidos de que las que impulsamos mejoran la vida de la gente.
Ya que se ha abierto el melón del PSOE, mucho se está comentando sobre el papel de los socialistas en la realidad política actual de Gijón. Se dice que, aun siendo el partido en la oposición más poderoso, con nueve concejales, Izquierda Unida e, incluso, Podemos están realizando una labor opositora más intensa. ¿Comparte esa impresión de estar asumiendo un liderazgo que debería corresponderle a otro juego de siglas?
Creo que el PSOE acabó el mandato pasado con una crisis política evidente, abordó la campaña en medio de esa crisis, y todavía no la ha cerrado. Algo así condiciona la labor que sus nueve concejales hacen en el Ayuntamiento. Más allá de eso, hoy en el espacio de la izquierda hay tres fuerzas, y cada una tiene su propia estrategia; todas son debidamente legítimas, por supuesto. La nuestra tiene más que ver con ser capaces de generar una alternativa al modelo de la derecha. No nos interesa tanto criticar lo que se hace mal, que también, como ofrecer otras opciones. El PSOE se sitúa más en la oposición dura y nosotros, sin olvidar esa labor de control, intentamos proponer, proponer y proponer. Y eso es algo que la gente agradece. Tratamos de desarrollar una oposición propositiva, que no es fácil con este Gobierno. El Ejecutivo de Carmen Moriyón dice mucho, dirigiéndose especialmente al PSOE, pero a todos nosotros con trazo grueso, que somos el no por el no. Pero cualquier iniciativa que presenta Izquierda Unida recibe, en primer lugar, «No»; la segunda respuesta es «No», y la tercera es «Sí», pero sin cumplir con lo acordado. A finales de agosto hicimos balance, y habíamos presentado más de 214 iniciativa. Una parte importante de ellas fue aceptada. Cumplidas, a fecha de hoy, sólo hay una: la senda ciclo-peatonal de Nuevo Roces.
Otras voces, en el Consistorio y a pie de calle, afirman que desde las elecciones Foro se está debilitando progresivamente, mientras su socio en el Gobierno, el PP, gana presencia. ¿Se han plantado la posibilidad de proponer una alianza de izquierdas a gran escala para aprovechar esa situación? Algo así como el Frente Popular recientemente constituido en Francia, aunque limitado al ámbito municipal…
En el espacio de la izquierda cohabitan tres fuerzas, cada una con su proyecto. Es evidente que los nuestros son más cercanos entre nosotros, pero eso no quiere decir que las estrategias sean las mismas, y en este año y pico se ha demostrado que no lo son. Ahora, nosotros tenemos una excelente relación con los concejales del grupo socialista, y creo que en los temas importantes de hacer ciudad coincidimos. Eso se refleja en las votaciones en el Pleno y, más allá de matices, en nuestras respectivas formas de hacer política. Fiscalidad, propuestas presupuestarias… Hemos coincidido a la hora de denunciar y exigir explicaciones a la alcaldesa en diferentes momentos en los que ha ido tomando decisiones que no compartíamos, desde la llegada a la alcaldía de la mano de la ultraderecha, hasta el pacto con un tránsfuga (por Oliver Suárez, ex concejal de Vox y presidente de Divertia), hasta la sentencia del Tribunal de Cuentas por el uso indebido de 31.000 euros que, por cierto, dice que ha devuelto… En todos esos momentos se ha evidenciado una cierta estrategia coordinada de los grupos de la izquierda. Más allá de eso, cada partido tiene su proyecto, su moldeo de ciudad. En Izquierda Unida tenemos claro cuál es el nuestro; ahora bien, no tenemos tan claro si el resto de fuerzas lo tiene. Pero eso no será óbice para que, en un escenario de suma en 2027, la izquierda gobierne.
‘Tránsfuga’… Es muy oportuna esa referencia suya Oliver Suárez. Hace unas semanas fue entrevistado por miGijón y afirmó, textualmente, tener «más relación con Izquierda Unida y Podemos que con Vox»…
Sí, fue una declaración que nos sorprendió mucho. A Oliver a rara vez le oímos emitir una opinión en el Pleno o en las comisiones. Ahora, si se refiere a que Noelia y yo somos educados y cordiales en el trato, lo somos con cualquier persona; también con él. Y eso, que debería ser la norma, no lo es en el Ayuntamiento de Gijón.
¿Y el Ejecutivo encabezado por Carmen Moriyón? Intentando dejar a un lado consideraciones puramente ideológicas, y centrándose sólo en la gestión, ¿qué análisis hacen en Izquierda Unida, y usted mismo, sobre su gestión de la ciudad en este primer tramo de la legislatura?
De entrada, la labor no se puede separar del sesgo ideológico. Es un Gobierno nítidamente de derechas, que está en el poder gracias a ese pacto con Vox, que mantiene en el Ejecutivo a un tránsfuga que nada hacer pensar que ya no sea de ultraderechas… Sus prioridades son claras, y se está viendo en sus decisiones. Por ejemplo, con el regreso de los coches al Muro y a aquellos sitios en los que se había ganado espacio para la gente, una de las primeras medidas tomadas al llegar al Consistorio. El concejal de Movilidad, Pelayo Barcia, lo dice muy bien: él apuesta por una movilidad que no moleste al coche. También se han recuperado los toros, se ha dejado en vía muerta el Reglamento de Laicidad, se ha recuperado la presencia de representantes municipales en misas de manera obsesiva… Creo que no hay parroquia en esta ciudad que no haya hecho una misa y que no haya contado con la presencia de la alcaldesa. Esas son sus preferencias: los coches, las misas y los toros. Y podría añadir el alarde de desfiles miliares, que en mis 35 años de vida no recuerdo en esta ciudad. En definitiva, es un Gobierno que ha hechor retroceder a una Gijón que durante el mandato pasado fue capaz de proyectar un modelo de ciudad de futuro, y que ahora está dando pasos atrás. Más allá de eso, no hay un proyecto de ciudad. Son dos Gobiernos diferentes, el de Foro y el del PP, que no cohabitan entre sí y que basa sus decisiones en la improvisación más absoluta.
De hecho, en los Plenos no han faltado los encontronazos directos de la izquierda con la regidora…
La Moriyón de ahora no tiene nada que ver sus dos primeros mandatos. Creo que es una alcaldesa que no es de fiar. No sólo en el ámbito de los compromisos que adquiere con la ciudadanía, como la alianza con al ultraderecha o la firma del pacto antitransfuguismo que, cuando le convino, rompió. Es que resulta que, durante varios años, se dedicó a utilizar de forma indebida fondos municipales para uso personal. Y eso no lo dice Izquierda Unida, sino la sentencia del Tribunal de Cuentas, por la que se negó a dar explicaciones. Tampoco inspira confianza el que, cuando defiendes los intereses de Gijón en nombre del Ayuntamiento ante un asunto tan serio como el vial de Jove, su primera reacción desde Madrid sea decir que era un golpe duro, pero que habría que ver cómo se le sacaba rédito para que hubiese otras inversiones en la ciudad. Claro, en seguida se dio cuenta de que se había equivocado y, cuando llegó a Gijón se puso a defender un vial soterrado. En fin, es una alcaldesa mucho menos cercana a la gente de lo que lo fue, y que no está en los temas.
Sí, pero, por lo que respecta a esas tensiones en las sesiones plenarias…
Claro, porque pienso que Moriyón tiene un problema serio con la democracia. Sinceramente, me parece que la desprecia. No tolera la crítica política, la labor de la oposición. Piensa que por tener mayoría absoluta tiene manga ancha para decir y hacer lo que quiera, y las cosas no son así. Ella es alcaldesa democráticamente, y nosotros somos oposición democráticamente. Y ese último papel le incomoda. Tener una vez al mes Pleno, que haya tres o cuatro partidos en la oposición haciendo su labor, es un incordio. Pero en esto consiste la democracia. Claro, ella no sabe lo que es hacer oposición porque, cuando se presentó al Principado y se quedó con dos diputado, no llegó a coger el acta. A lo mejor le habría venido bien ese ejercicio…
¿Y qué decir del PP? ¿Comparte esa percepción de que los de Ángela Pumariega están obteniendo beneficio del desgaste de Foro?
Sí. Foro se está desgastando porque la alcaldesa también lo está haciendo, y hay otro partido que, sin estar haciendo nada, tiene la capacidad de transmitir serenidad. O, al menos, una cara amable a la hora de gobernar la ciudad. La tranquilidad siempre se agradece, pero no porque en el PP estén haciendo gran cosa… De hecho, los grandes proyectos de ciudad se gestionan desde las áreas de Foro, cuando no directamente desde la alcaldía. La vicealcaldesa, Pumariega, mantuvo a los directores del PSOE, y eso te lleva a pensar si hay tanta diferencia entre la gestión que se ha hecho y la que se quiere hacer. Sinceramente, creo que al PP, tras cuarenta años esperando a entrar en el Gobierno, les falta proyecto. Me cuesta enumerar una iniciativa nueva 100% marca PP que hayan puesto en marcha en el ámbito económico, en medio ambiente, en servicios sociales, en deporte o en participación. Han seguido gestionando, mejor o peor, lo que había, los proyectos que quedaron más o menos encauzados tras la legislatura de Ana González, pero tienen serias dificultades para lo propio. El ejemplo son las anunciadas bajadas de impuestos que, luego, no tienen lugar.
No obstante, parece que, ante determinadas cuestiones, sí se logró cierto consenso entre fuerzas ideológicamente antagónicas, al margen de algunas desavenencias puntuales. El vial de Jove, que mencionó antes, es un ejemplo. Incluso el PSOE llegó a cerrar filas con ustedes, con Podemos, con Vox y con el Gobierno contra el Ministerio de Transportes, a favor de un trazado soterrado…
Sobre el vial hay una posición unánime de ciudad, y quien la empuja es el movimiento vecinal. De hecho, la declaración institucional que aprueba el Pleno en abril, si salió por unanimidad fue por la presión de dicho movimiento, que exige a los partidos que nos pongamos de acuerdo. Y había dos que no lo estaban: Foro y el PSOE. Ambos, por intereses partidistas. Y, finalmente, es una enmienda de Izquierda Unida in extremis la que permite llegar a esa declaración institucional, que es lo que marca la posición política de Gijón, posteriormente respaldada por el Consejo de Ciudad. Y sí, todos defendemos un vial soterrado pero, más allá de eso… ¿Qué está haciendo cada partido? Eso es algo sobre lo que deberíamos reflexionar. El Ministerio nos está sometiendo a un chantaje de o esto, o nada, y espero que ninguna fuerza local caiga en él. El Gobierno de la nación tiene una deuda contraída con Gijón desde hace treinta años, que es sacar el tráfico, la contaminación y el ruido de la avenida Príncipe de Asturias.
La de movilidad es otra de las áreas ‘calientes’ para su partido. Un buen número de sus intervenciones en los Plenos han ido dirigidas cuestionar la estrategia de movilidad del Consistorio. Y, sin embargo, ciertos proyectos, como los carriles bici o los destinados a los autobuses, están desarrollándose…
En Gijón hay dos concejalías que se ocupan de la movilidad. Una, la de Tráfico, con Barcia a la cabeza, que define no molestar al coche. Y, luego, tenemos Urbanismo, ocupada por Gilberto Villoria, que no sé si tiene más o menos sensibilidad con las políticas de movilidad sostenible, pero que sí tiene una espada de Damocles encima: los fondos europeos. Sólo hay que fijarse en un detalle: las acciones que se han sacado adelante, como los carriles bici, son las que dependen de la financiación comunitaria. Imagino que alguien en el Gobierno se paró y pensó que devolver el dinero por no querer hacer esos equipamientos sería difícil de defender. Por eso los están ejecutando, pero sin ningún convencimiento, ni siguiendo un modelo. No sirve de nada hacer un tramo de carril bici en un sitio, otro en otro, un aparcamiento disuasorio no sé dónde… Para eso está el Plan de Movilidad Sostenible. Y eso es lo que no tenemos ahora. Ese modelo se ha roto. Hay una movilidad que prevalece el uso del coche, lo que va en contra de las políticas sostenibles de cualquier ciudad de Europa. La semana pasada se celebró la Semana Europea de la Movilidad, y este año aquí, en Gijón, ni siquiera se hizo una rueda de prensa al respecto. Eso también da la medida de la apuesta que hace el Gobierno por esa movilidad sostenible. En vez de aprovechar esa semana para presentar proyectos, o para tejer redes con colectivos locales, lo que tuvimos fue a un concejal, Pelayo Barcia, que la celebró subiendo a sus redes sociales una foto que dice «Compromiso con el medio ambiente es mantener un coche cuarenta años, no cambiarlo cada seis». Poco más hay que decir…
¿Es optimista con respecto al efecto positivo que la futura estación intermodal pueda tener sobre esa manera de entender la movilidad?
A la movilidad en Gijón le falta la piedra angular que le permitirá regular todo lo demás, y que no es la intermodal: es el Metrotrén. Contando con el Metrotrén la ciudad va a tener siete paradas, desde La Calzada hasta Cabueñes, y una será la intermodal. ¿Dónde se ubique una estación de siete puede ser lo que centre el debate de la movilidad? Creemos que no. Lo prioritario es eso, poner en marcha el Metrotrén, porque eso permitirá que haya trenes con una frecuencia de quince minutos, tener asegurada una movilidad sostenible de este a oeste y, a partir de ahí, centralizar y focalizar los medios que tiene EMTUSA para vertebrar la movilidad de norte a sur. Esa es la gran apuesta.
Existe una trinchera más desde la que Izquierda Unida combate con especial virulencia: el modelo turístico imperante en Gijón.
En efecto. Tenemos un Gobierno entregado a captar cuantos más turistas, mejor, sin medir el impacto que tiene en el acceso a la vivienda, en los servicios públicos… Cuando la población crece de forma exponencial, eso repercute en el consumo de agua, en la recogida de basuras, en el mantenimiento urbano… Nada de todo eso se está ponderando, como tampoco lo que tiene que ver con un desarrollo económico sostenible. El turístico es uno de los sectores en los que hay más precariedad de trabajo. Por tanto, Gijón no puede basar su desarrollo única y exclusivamente en él. Gijón debería llegar a un pacto de ciudad en el que se defina un modelo de turismo que sea compatible con el de ciudad, que no interfiera con el desarrollo vital de los vecinos. Pongámosle al turismo esos apellidos tan repetidos de ‘sostenible’ y ‘de calidad’, pero de verdad.
Y ese matiz da pie a otro de los grandes elementos de discordia en el seno del Ayuntamiento: del acceso a la vivienda… O, más bien, la dificultad de ese acceso en todo el término municipal.
Correcto. Sobre todo porque, desde 2021, en nuestro país es el principal factor de exclusión social. Y el PP no ha hecho absolutamente nada. En izquierda unida seguimos apostando por movilizar el parque de vivienda vacía en la ciudad… Formado por más de 8.000. ¡Más de 8.000 viviendas vacías! ¡Sin ningún uso! En serio… No puede ser que en Gijón haya personas con necesidad de vivienda, y que tengamos semejante cifra. De ahí que, en nuestro paquete de enmiendas a las ordenanzas fiscales, figure la penalización, vía IBI, a las vacías…
¿Cree que le darán paso a esa enmienda?
No, pero contamos con ello. De todos modos, otra línea de actuación debería ser promover vivienda pública. El Ayuntamiento de Gijón tiene un presupuesto lo suficientemente abultado como para invertir en la compra de la misma, o en su promoción. No hay otra manera de contribuir al acceso a al vivienda, y a que bajen los precios. Y, por último, están las viviendas de uso turístico, las VUT… Hemos hecho varias propuestas dirigidas a su regulación, y creemos que hay que establecer limitaciones modificando el planeamiento turístico, que son las herramientas de que disponemos. Seamos francos: nosotros prohibiríamos las VUT pero, al final, hacemos política en el Ayuntamiento de Gijón, y es aquí donde tenemos que sacar propuestas adelante. Y nuestro único recurso es ese planeamiento.
En cualquier caso, el Principado ya está sobre ello mediante su ley de vivienda turística…
Al final, la ley del Principado dará más cobertura a los municipios, sí, pero son los propios Ayuntamientos los que tendrán que actuar. Y debería hacerse como ya se hizo en Bilbao, en San Sebastián… Ligado a eso, está el concepto de las ‘ciudades franquicia’. Vivimos en un modelo de desarrollo turístico que busca, en vez la singularidad, la homogeneidad, y que un turista, viaje a donde viaje, tenga su Starbucks, su Manolo Bakes, su Cien Montaditos… Esto también afecta al tejido comercial de proximidad. Al final, están floreciendo negocios franquiciados que cubren una demanda ligada al modelo de turismo, pero no a las necesidades de los vecinos. Hace poco al alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, le preguntaron por sus políticas de turismo, y dijo que hacía años que habían llegado a una conclusión: si los turistas quieren ir, bien; si no, también. Por eso no tienen políticas de turismo, porque lo que valora la gente que visita San Sebastián es la forma de vida de los donostiarras, y es en eso en lo que invierten. Ojalá en Gijón lleguemos a ese punto…
Quizá haya quien, en este punto, no pueda evitar pensar en Cimavilla…
Lo que se está haciendo allí es un ejemplo claro de lo que no debería pasar. Allí vive gente, es el barrio histórico, pero todas las inversiones de recuperación patrimonial están dirigidas a una cultura entendida como captación de turistas. No dejamos de abrir espacios culturales para atraer a los visitantes, como el complejo museístico que se instalará en Tabacalera, pero Cimavilla sigue sin tener servicios públicos. Las 2.600 vecinas y vecinos no cuentan con un centro de mayores, un transporte urbano, una sala de estudios… Y eso no quiere decir que no haya inversión; la hay, y millonaria, pero destinada a lo que está. De ahí que, desde 2006, el barrio no deje de perder población. Tiene 500 personas mayores dentro de sus fronteras, pero su centro de salud de referencia es el de Puerta de las Villa, y no existe un autobús que los acerque.
Todas esas cuestiones, y muchas otras, las aborda en los Plenos con un estilo que llama mucho la atención: sin alzar la voz, sin tender a la descalificación, procurando equilibrar las acusaciones con aportaciones… ¿Es consciente de la sorpresa y de los comentarios que su manera de representar a Izquierda Unida suscita, tanto dentro como fuera de la Casa Consistorial?
La gente estás cansada del «Y tú, más», de la bronca y de ese fango político. Lo que se espera de quienes tenemos el honor de representar a nuestras vecinas y vecinos es hacer las cosas de otra manera. Y esto sí es fruto de una reflexión, pero luego hay una parte que tiene que ver con mi carácter. A mí no me gusta el grito; tampoco me gusta que me griten. No me gusta el insulto, la discusión de brocha gorda, el sarcasmo en lugar de la ironía… Es una manera de hacer política en la que no me siento cómodo, y creo que en algún debate plenario es fácil detectar cuándo no estoy a gusto, cuándo me desenvuelvo mejor o peor. Y no voy a contribuir a lo que no me gusta; o, por lo menos, espero no hacerlo. Más allá de eso, soy una persona tranquila, reflexiva, que para emitir una opinión debe tenerla clara. Y eso, en política y en el resto de ámbitos de mi vida.
Algo que no siempre domina el ánimo en esas sesiones plenarias que menciona…
A la gente con la que debates, por muy en contra que estés con sus opiniones y planteamientos, hay que respetarla. Y eso, en este mandato, no está siendo la tónica habitual por parte de algunos ediles. Luego, por descontado, hay que respetar a la gente a la que representamos, a esos vecinos de Gijón. En eso tiene un peso crucial la forma de exponer tus ideas para oponerte a tus rivales. Y, bueno… Ya sé que no tengo mucho éxito a la hora de contagiarlo al resto, pero en fin… La política no puede ser un partido de fútbol. O no debería.
Mucho se habla de la radicalización de posturas en los foros políticos, pero… ¿Y en las calles? ¿Nota que el ciudadano de a pie se esté ‘contagiando’?
No. Lo que creo es que hay ciertos discursos de odio que, durante unos meses, afortunadamente pocos, se dieron desde el Gobierno, gracias al pacto de Moriyón con Vox. Y esos discursos contribuyen a enrarecer la convivencia ciudadana. Vivimos en un momento en que la ultraderecha, los fascistas, están perdiendo los complejos. Por supuesto, en este país nunca dejó de haber fascistas, pero disimilaban, porque carecían de un altavoz político y mediático que los amparase, y ahora sí lo tienen . Por eso, muchas veces a lo que contribuimos es a sobredimensionar unos comportamientos que pienso que son minoritarios en nuestra sociedad. Eso no quiere decir que no sea alarmante que sucedan; todos merecen la máxima condena y el mayor de los castigo, pero desde la política debemos neutralizar esos discursos de odio, que son los que dan alas a esas personas. Tener a una concejala de ultraderecha en el Ayuntamiento negando la violencia de género, negando que el ‘Cara al sol’ sea un cántico fascista porque en este país nunca hubo fascismo, negando el derecho de las personas LGTBI a querernos de la manera que queramos… Todo eso contribuye a que arraiguen discursos a los que ciertos descerebrados se agarran.
Este año Gijón se quedó sin declaración de apoyo al colectivo LGTBI, ni se enarboló oficialmente la bandera arco iris en lo alto del Ayuntamiento. Corrieron ríos de tinta y nubes de malestar por ello…
Se vivió con tristeza. Y lo digo como concejal y como persona LGTBI. Y, como todos los años anteriores, habría sido algo aparentemente simbólico, pero que manda un mensaje de apoyo a las reivindicaciones del colectivo. Pero no. Por primera vez, el Gobierno dio la espalda a la ciudad. En cuanto a la bandera… Al final, ondeó porque la desplegamos nosotros, pero no porque la alcaldesa ordenase que se pusiese. Eso traslada una imagen de desamparo, de falta de entendimiento y de apoyo… Y también manda un mensaje a las personas que se dedican a generar ‘LGTBIfobia’.
Bueno… Corre cierto rumor al respecto en los pasillos del Consistorio: que el que la declaración llegase a ser votada a sabiendas de que el PP no la secundaría fue una encerrona, un intento deliberado Foro para desacreditar a su socio de Gobierno…
La declaración fue remitida por XEGA, la propusimos en la Junta de Portavoces, y a todos se nos pasó a firma a la vez. Y Foro en todo momento supo que Pumariega no la había firmado. La noche antes del Pleno el PP pasa dos propuestas de modificación, apoyadas por Foro, pero XEGA decide que el texto no se modifica. Otra cosa es que después, a la hora de votar, Foro acabara apoyando el texto original. Así que… ¿Trampa? Creo no había ninguna.
Y, sin emboscada alguna tras esta pregunta, ya se ha consumido casi un año y medio de legislatura. ¿Se ve capaz de adelantar si repetirá como candidato en 2027?
Eso son futuribles. Por delante tenemos casi tres años en los que seguir trabajando. Ahora mismo nuestro objetivo no es ser la oposición al Gobierno, sino ser capaces de plantear una alternativa al Gobierno. Es cierto que hay hacer una acción de control y fiscalización del Ejecutivo, pero no nos debemos quedar ahí. Para eso es para lo que tenemos este tiempo. Entonces decidiremos qué compañeras y compañeros pueden liderar mejor este proyecto.