El espectáculo, una fusión de música y expresión plástica celebrado en el gimnasio del colegio, se dividió en tres pases con una asistencia que osciló entre 40 y 80 personas por turno
El Colegio Público Pumarín de Gijón vivió una noche mágica durante su participación en el evento cultural ‘ La Noche Blanca’ de la ciudad, este viernes. Alberto Ferrao, director del centro, compartió sus emociones tras una velada que calificó como «maravillosa» y cargada de arte y sensibilidad, a pesar de las inclemencias del tiempo.
La jornada contó con la presencia de dos destacadas artistas: María Peña Coto, conocida por sus trabajos en Nueva York y colaboraciones en proyectos como la Muleya China, y Lucía Alonso Pardo, reconocida por sus conciertos en la Plaza Mayor de Gijón, París y Londres. “Convivir durante unos días con estas dos personas tan profesionales, cercanas y humanas, hizo que la noche fuera mágica”, señaló Ferrao.
El espectáculo, celebrado en el gimnasio del colegio, se dividió en tres pases con una asistencia que osciló entre 40 y 80 personas por turno. Los asistentes no solo disfrutaron de un entorno acogedor y protegido de la lluvia, sino también de una experiencia única que fusionó la pintura en directo de María Peña con la música de Lucía, generando una complicidad especial entre las dos artistas. “María escuchaba fado para acompasar sus movimientos a las canciones de Lucía, pintando al ritmo de la música. Los niños, que también estaban pintando junto a María, acompañaban sus gestos al ritmo del fado, lo que fue algo muy bonito de ver”, recordó el director.
Uno de los momentos más entrañables de la noche fue protagonizado por una niña de tres años, quien casi se sumó a pintar junto a María en su lienzo, mostrando la cercanía y complicidad que se generó entre las artistas y el público. “Hubo una sensibilidad y una emoción que pocas veces he visto, se conjugaron muchas cosas que hicieron de esta noche algo inolvidable”, agregó Ferrao.
Además del espectáculo en sí, María Peña dejó una obra simbólica en el techo del gimnasio del colegio: una imagen de unas manos de las que emergía un pájaro y una niña sobre un cisne, representando el vuelo de la infancia y los sueños. “Es una alegoría de que los sueños deben volar y no se les puede cortar las alas”, comentó el director.

El evento también incluyó un espacio donde los asistentes podían escribir sus emociones tras la experiencia. «Recibimos comentarios preciosos, algunos muy simples pero llenos de significado, como ‘me he emocionado’, ‘me he hipnotizado’ o ‘gracias por este oasis de calma en una sociedad que corre’.
La iluminación, a cargo de Sergio Gayol, fue otro de los elementos que ayudó a crear el ambiente perfecto para la velada, lograda gracias a la colaboración de última hora. «Llamé a Sergio dos días antes y me dijo: ‘Mañana tienes los focos’, y así fue», añadió Ferrao.
Al final de la experiencia, Alberto Ferrao destacó cómo tanto María como Lucía se llevaron «un trocito del colegio en sus corazones» y cómo, a cambio, dejaron «verdadera magia» en el centro y en todos los que asistieron a esta Noche Blanca.