Los 40 habían sido años oscuros, tristes y cargados de hambrunas. Sin embargo, Gijón empezaba a avanzar expectante, por el camino de la prosperidad. Los años 50 ya eran una realidad, y la ciudad se convirtió en un lugar tranquilo, habitable y cortés. Ha pasado más de medio siglo de aquella época de paseos apenas sin tráfico, bailes en el Náutico o citas en el parque de Isabel la Católica. De ese Gijón en los años 50 apenas queda nada… aunque hay cosas que jamás cambiarán.

El inicio de los años 50 en Gijón
Con el inicio de los años 50 el paisaje urbano de Gijón dejó de estar roto y descalabrado por la metralla de la Guerra Civil. Era el momento de reconstruir inmuebles, reparar destrozos y volver a lucir fachadas. Pero la ciudad no solo se recuperaba estéticamente, sino que también lo hacían sus gentes. Habían sido años duros y difíciles, pero tal y como recoge Ernesto Salanova en el libro Evocaciones de Gijón, “los gijoneses, tantos años callados en público, volvían a elevar la voz en los cafés y en los chigres; no mucho, pero sí algo”.

Cambios para la mujer
Los 50 son conocidos como la época dorada de la moda. Por ello, era frecuente ver por Gijón mujeres y señoritas bien vestidas. Se las podía ver por las calles, las plazas o los paseos, casi sin tráfico. También en la playa, donde ya no llevaban albornoz, o en los guateques que se celebraban en distintas partes de la ciudad. Pero donde más sorprendía verlas era en el bar. En las cafeterías de moda se encaramaban a la barra para tomarse un vermú o un gin-fizz, “entregándose a conversaciones muy gestuales, con cigarrilos turcos de colores en la mano”, como relataba Salanova en su libro. Empezaban a mezclarse con los hombres en los bares, y fumaban también como ellos. Pero el gran cambio fue que esto, poco a poco, dejó de estar mal visto.
¿Cómo se divertían los gijoneses en los años 50?

Además de los paseos, los guateques o la playa, si había un lugar de ocio en los años 50 en Gijón ese era el cine. Por aquella época había donde elegir, pero aún así la mayor parte de las veces era imposible sacar entradas sin hacer cola. En gan parte, porque los cines eran también el escenario perfecto de muchas citas en las que lo que menos importaba era la película.
Tampoco hay que olvidarse del SEU del que habla Salanova en su libro, otro de esos lugares imprescindibles en los 50. Se trataba de un local cubierto y cálido donde los gijoneses podían sentarse a charlar y a hacer planes. Podía leerse a Ortega o Unamuno, comer bocadillos de anchoas o jugar al ajedrez. El plan entonces parecía inmejorable.
https://gijonenelrecuerdo.elcomercio.es/2020/01/gijon-aquellos-anos-50-2.html