Si lo pensamos bien, ¿somos realmente conscientes de la explosión de medios, opciones y tipos de transporte que tenemos ahora, comparado con el clásico «sota, caballo y rey» (bus/tren, moto y coche) de hace apenas unos años?
Desde 2002, la Semana Europea de la Movilidad es una campaña impulsada por la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea, junto con otras instancias políticas. Este evento, que lleva más de veinte años celebrándose cada septiembre, tiene como objetivo concienciar y fomentar el uso del transporte público, la bicicleta y las infraestructuras peatonales, abogando así por una movilidad más limpia y sostenible. Entre sus iniciativas más conocidas se encuentra el Día sin coches, además de la oportunidad de anunciar medidas permanentes en su plataforma. Así, la Semana Europea de la Movilidad no es solo un evento simbólico, sino también una oportunidad para implementar cambios estructurales en las ciudades.
Y no es una iniciativa menor: en 2024, un total de 2.767 ciudades de 45 países se han registrado para celebrar la semana, cada año bajo un lema diferente. El de esta edición es: Espacio público compartido.
Aunque nadie lo habrá notado, Gijón también participó este año, como lo ha hecho durante hace ya unos cuantos años donde se ha venido degradando su intensidad y su presupuesto paulatinamente hasta la anécdota. Paradójicamente, pese a los desafíos en la movilidad sostenible, España se encuentra entre los países con más ayuntamientos adheridos a la iniciativa. Además, es habitual que el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana fomente y recuerde a los ayuntamientos la importancia de esta celebración, apoyando su coordinación y difusión.
Como se puede comprobar en la imagen que preside este artículo, no ha habido mucha imaginación este año en la portada del programa de la ciudad. Aunque normalmente se suele usar el mismo logo que proporciona el ministerio, prácticamente se ha usado la misma composición colgada en la web de MITECO.
En cuanto al impacto de esta campaña en las ciudades, depende en gran medida del compromiso de cada ayuntamiento, la profundidad de las actividades que se realicen y los recursos destinados a su difusión. Algunas ciudades la apoyan como un mero trámite o un gesto de aparentemente buena imagen, como es el caso de Gijón en la actualidad, mientras que otras no solo son muy activas durante la semana, sino que extienden las ideas de la campaña a lo largo del año, convirtiéndolas en una herramienta continua más de participación ciudadana.
La realidad de la participación en movilidad
La participación ciudadana en una ciudad es una relación constante que trasciende el grado de escucha o apertura del gobierno municipal. Es habitual que las autoridades, los técnicos municipales y los vecinos se comuniquen en ambas direcciones a través de diversos canales, tanto formales, como los consejos sectoriales, como informales, cada vez más digitales, como las peticiones en el registro municipal o el uso de aplicaciones municipales. Es evidente que aprovechar la experiencia de los residentes en su entorno cercano, así como la de las asociaciones sectoriales que trabajan en distintos ámbitos sobre el terreno, resulta fundamental para una gestión eficiente de la ciudad.
Ahora bien, si hablamos de participación en movilidad, la relación no se puede limitar a la lista de la compra que los concejales o técnicos puedan recibir de las principales asociaciones vecinales de cada barrio, habitualmente relacionadas con el aparcamiento y poco más que las quejas puntuales. No pretendo quitarle valor a las demandas vecinales, ni muchísimo menos, pero al menos en Gijón, ciudad como saben con un número importante de entidades vecinales, en ocasiones no están acostumbradas a tener canales de comunicación fluidos con otras necesidades de movilidad del barrio, que no provengan de la propia esfera, edad o grupo de población de la que la asociación está compuesta. Por ejemplo: ¿Cuáles son las necesidades de movilidad de las Asociaciones de familias de los colegios del barrio? ¿Qué problemas de movilidad tiene la gente joven que se mueve en bicicleta o patinete? ¿Qué nivel de autonomía tienen los menores en el barrio en sus itinerarios peatonales? ¿Cuáles son los problemas de accesibilidad no solo de la gente mayor?. Es fácil comprobar cómo es habitual que ni siquiera se hagan esas preguntas, respecto a ese tipo de colectivos y es más, a veces actúan en su contra.
La explosión de medios para moverse
El problema actual de la movilidad es que se ha vuelto cada vez más compleja, transversal y presente entre todos los barrios. Las nuevas formas de transporte están transformando la manera en que nos movemos, y a menudo resultan difíciles de detectar y gestionar, incluso para los propios técnicos municipales. También que cada vez conocemos más sus efectos sobre el territorio y el urbanismo de las antiguas formas de hacer orientadas exclusivamente orientadas al coche privado, sus problemas para la salud, ampliamente documentados y su ansia voraz de espacio, sobre todo cuando hablamos de cifras históricas en matriculaciones y número de coches, como se han venido sucediendo estos años.
Si lo pensamos bien, ¿somos realmente conscientes de la explosión de medios, opciones y tipos de transporte que tenemos ahora, comparado con el clásico «sota, caballo y rey» (bus/tren, moto y coche) de hace apenas unos años? Hoy en día, en Gijón disponemos de sistemas de coche y patinete compartidos, bicicletas eléctricas públicas y una variedad de tarjetas y descuentos que nos permiten elegir o combinar entre los sistemas tradicionales de bus o tren, cuya demanda, como en el caso de las bicicletas compartidas, no deja de crecer.
Además, ahora contamos con vehículos tanto eléctricos como de combustión, lo cual exige logísticas y espacios diferentes. También ha aumentado considerablemente la población que se desplaza a pie o en bicicleta, en todas sus modalidades, también de carga, lo que demanda espacios peatonales adecuados y seguros, tanto en relación con el tráfico de coches como en lo que respecta a zonas de estacionamiento para bicicletas.
Si algo caracteriza a la movilidad sostenible es la diversidad de formas y sistemas que se ven acrecentados con la electrificación. En resumen, ya no es viable no tener un plan e ir a “lo que surja”. Las ciudades que apuestan por ofrecer a sus ciudadanos opciones de movilidad y que priorizan la sostenibilidad real, no de postín, asumen que el uso del espacio público es compartido y que sus condiciones deben estar en constante estudio, revisión y negociación con la ciudadanía. Esto requiere esfuerzo y recursos, sin duda, pero está demostrado, como avalan diversos estudios y organizaciones antagónicas, tales como Greenpeace o el World Economic Forum, que las ciudades más avanzadas en transporte público y movilidad ecológica son también las que más han mejorado en calidad de vida, desarrollo urbano, económico y social. Es decir, que el esfuerzo siempre merece la pena.
La Semana Europea de la Movilidad, un espacio de participación más
Para concluir, y volviendo a la Semana Europea de la Movilidad, queda claro que esta iniciativa, por sí sola, no es la solución a la participación continua en un momento donde la participación es más necesaria que nunca. Para ello ya existen teóricamente otros espacios como el consejo de movilidad actual, reducido lamentablemente a una pantomima y a una formalidad vacía, ni siquiera convocada habitualmente. Sin embargo, sí es una oportunidad más, importante, para invitar a la participación y el debate, como así muchas ciudades han entendido, compartiendo experiencias, creando grupos de trabajo y desarrollando propuestas que inviten a la ciudadanía a imaginar y entrar en contacto con otras realidades, más allá de las necesidades inmediatas habituales en sus barrios.
Me parece, que ese espíritu de movilidad no va con el actual gobierno.
En la vicifestación se podían escuchar cánticos dirigidos al desgobierno local como «Barcia Pelayo, en bici al trabayo» y «Alcaldesa condenada mira la bicicletada».