Hombre visionario que creó junto con unos amigos de la juventud el grupo hostelero más grande y sólido de la ciudad, Gavia, relata a miGijón cómo empezó y sus inquietudes, que siguen tan intactas como en sus inicios
Ángel Lorenzo del Rivero, presidente de OTEA en Gijón y socio del mayor grupo hostelero de la ciudad, Gavia, es un hombre inteligente y visionario. Un gran conversador. Su empeño en hacer realidad todo aquel local que le entraba por los ojos, le llevó a lo que es hoy, un gran empresario comprometido en cuerpo y alma con su ciudad. En esta entrevista nos abre el corazón y nos cuenta sus comienzos.
Le pillé, aunque me costó. Ya, ya sé que es un hombre muy ocupado. Empecemos por saber… ¿Por qué todo el mundo lo llama Lorenzo?
Ese es el nombre de guerra, aunque en mi familia todos me llama Ángel. Ya en el colegio del Corazón de María te llamaban por el apellido y cuando sales de joven a socializar, pues, se dirigen a ti como en clase y así quedó la cosa.
Oiga y remontándonos a aquella época, ya un poco lejana… ¿Usted era del Parchís o de la Plazuela San Miguel?
Yo era de la Plazuela. Recuerde que de aquella existía mucha diferenciación social y yo soy de una familia de cuatro hermanos, el pequeño, y éramos muy modestos. Mi padre trabajaba en Astilleros del Cantábrico y mi madre cogía los puntos de las medias en Clarita.
Su estatus no era alto.
Eso es. A la hora de quedar para salir se marcaban mucho las zonas por estatus.
¿Sigue pasando eso?
No, la gente tiene redes sociales, lo hacen de otra manera. Antes en vez de móvil o, lo que le digo de las redes sociales, teníamos las salas de juegos, plazas, y sí, se notaba esa diferencia de la que estamos hablando.
¿Y usted como entra a formar parte de la noche?
Por accidente. Yo estaba estudiando Derecho en Oviedo y había gastos. Fíjese, hacíamos hasta dedo en la calle Sanz Crespo para ir hasta allí. Eso si tenías buena suerte, porque si no te cogían, no te quedaba más remedio que ir en ALSA o en tren (ahora Museo del ferrocarril) que era más barato.
Todo eso era dinero ¡claro!
Y por eso entro a trabajar en el Güito, en Somió. Ese era uno de mis mil trabajos (daba clases a niños, llevaba la oficina de un taller de chapa y pintura, que precisamente era de Herminio Iglesias, luego fue también empresario hostelero.
Cayó bien.
Eso creo porque realmente mi primer trabajo como camarero fue en Piscolavis. A los seis meses me fichó el Güito y poco después Falo San Juan, para ser relaciones públicas del Tik, y así.
¿Y cómo empezó su incursión, digamos, empresarial?
En el Wafi, el bar que estaba al lado de El Güito buscaban gente, digamos, fresca…
¿A qué se refiere con fresca?
(Se ríe) Con frescura, desenvueltos.
Con ganas de comerse el mundo ¡vamos!
Eso es. Avisé a mis amigos Javier Martínez, Alejandro Imbérgamo y Lauren Alonso, este último falleció en un accidente de coche hace ya veinte años.
Y empezaron a soñar.
El sueño de cuatro veinteañeros, montar un bar. De aquella era muy fácil. No teníamos ni un duro ninguno, pero no nos resultó difícil porque no había tanta burocracia, ni requería una instalación tan desarrollada como la que se exige ahora.
¿Había traspasos?
Sí, pero nosotros encontramos frente a la Escalera 2 un almacén de aceite. No se me olvidará en la vida que gastamos cuatro millones de pesetas entre los cuatro, después de que nos sangraran los nudillos de picar en todas las puertas para conseguir ese dinero.
¿De qué año hablamos?
De 1988 y estamos hablando del Ópera.
Éxito total.
Sí, pero era muy pequeño y estábamos muy limitados.
Querían más y entonces…
Entonces quedo a comer un día con uno de mis hermanos, era pescador, y me dice que si antes de vernos puedo ir a una tienda del Muelle (todavía no había Puerto Deportivo) de efectos navales que se llamaba Hermanos Peña, para comprarle no me acuerdo qué.
Y entra en lo que ahora es el Bulevar.
Me enamoré del local. Me chifló. Estuve alrededor de nueve meses intentando que esa gente me alquilase, o vendiese, o lo que fuese, el local. Lo quería. En cuanto me dijeron que sí, lo plantee a mis socios del Ópera.
¡Después de estar nueve meses detrás de los que ocupaban el local…!
Sí y en el año 1989 lo inauguramos.
Ahí empezó todo.
La verdad es que sí porque fue un bombazo no solo como local si no también la manera de salir. Lo digo porque los bares de copas que había hasta ese momento, los pubs, eran locales para sentarse a beber y escuchar música, pero no para bailar, para eso estaban las discotecas. Bulevar es el primer local de la ciudad para entrar en masa, beber de pie y bailar con los hit del momento.
Como una discoteca pequeña.
Fue la bomba porque, además, de aquella, se tomaban las copas en la calle…
Ahí gano mucha pasta, ¿eh?
(Se ríe) Nuestro grupo (Gavia) sin Bulevar, nunca hubiera existido, porque ese local fue el que puso la semilla para que creciéramos. El siguiente fue Baroco. Ahora es el restaurante Ciudadela, también del grupo y que hace veinticinco años. Ahí entró a formar parte de Gavia, Aurelio Campa.
Una instalación la de Ciudadela fantástica.
Muy novedosa. Los primeros días teníamos que ponernos a la entrada de lo que son las cuevas porque la gente subía y bajaba para verlas, hacer fotos, mientras la gente estaba cenando.
¿No les dio miedo meterse en la restauración?
Era una evolución natural y teníamos un amigo italiano, Doménico. Con él hacemos el paso y, además, la comida italiana está muy asociada a la gente joven.
Y crecen en proyectos, como Bellavista.
Íbamos a empezar con la obra en septiembre de aquel año. Un mes antes camino de Sangenjo, se mata Lauren en un accidente de coche. El bajón moral fue la ostia.
Aun así, se recomponen.
Ya lo teníamos firmado todo y ¡bueno! Lo inauguramos un año después. Pero fue una obra faraónica.
Siempre se meten en cada lío…recuerdo encontrarlo frente a un Dindurra en plena reconstrucción.
El Dindurra era devolverle a la ciudad un poco lo que nos dio. A nosotros Gijón nos ha tratado muy bien, yo soy gijonés de toda la vida y quiero a esta ciudad. Si no lo cogíamos nosotros iban a tardar en hacerse con él. Quisimos darle ese esplendor, ese romanticismo.
Eso es muy guapo.
Es un orgullo que en Gijón haya un café como el Dindurra.
Y cuénteme ¿La gente sigue saliendo a cenar y demás?
La hostelería no ha cambiado, lo que ha cambiado es el consumo. No son los mejores momentos para la hostelería y su futuro. Cada vez hay más presión fiscal, los gastos son mayores, de la luz ni le cuento. El margen de beneficios en muy estrecho y para mantenerlo…
Y hay que repercutirlo en el tiket.
Pero no quieres porque sabes que la gente sigue cobrando los mismos sueldos. Y esta que le digo es una opinión muy personal, en diez años habrá tres tipos de hostelería.
¿Y eso?
Estoy convencido de que habrá franquicias, la hostelería del autónomo que la trabajará con la familia.
¿Y?
La hostelería de nivel alto. Eso significa que la gente saldrá un día a la semana o un día cada quince. Igual que está en Europa.
Hablemos de los trabajadores de la hostelería. Los suyos son muy fieles ¿por qué?
Mire en la cena que hacemos siempre en Navidad, homenajeamos a los empleados que cumplen veinte años con nosotros. Nos juntamos unos trescientos. Este año serán cuatro. Hay gente que lleva mucho, mucho tiempo con nosotros.
Eso es un buen síntoma. Oiga ahora como presidente de OTEA aquí ¿cuéntenos como estuvo el verano?
Hemos crecido mucho en turismo extranjero, gracias a las líneas aéreas y conexiones con Europa. Añadido a eso están los cruceros.
Hay gente que no los quiere porque según ellos, no dejan dinero.
Pero vienen aquí, suben fotos, hacen publicidad de la ciudad gratis y algunos vuelven a verla mejor y con más calma porque les ha gustado. Siempre está bien mostrar la ciudad para que luego la gente venga.
¿El turismo se está fugándose de los líos de Baleares?
Y de todo Levante y Andalucía, porque esta última antes era barata, pero ahora no, se está poniendo prohibitiva. Añadimos a todo esto el cambio climático.
Aquí ya no llueve tanto.
¡Claro! tenemos unas temperaturas muy agradables. Eso hace que la ciudad sea dinámica y se muevan tanto hoteles como apartamentos turísticos.
Pero para la hostelería ¿cómo fue este verano?
Tenemos luces y sombras.
Explíquenos eso.
Somos una ciudad que tiene muchas fiestas parroquiales, de barrio. Concretamente le digo que este verano hubo cuarenta y cuatro. Algunas reúnen hasta diez mil personas que casi todas suelen ser locales.
¡Cuarenta y cuatro fiestas locales!
Sí señora, y solo en el concejo de Gijón. Son muchísimas y una cosa es que las hagan las asociaciones vecinales y otra muy distinta es que cualquiera se invente una, porque son negocio.
Entonces…
Con esto tenemos que convivir todos. Romerías sí, pero con consenso, porque en invierno queremos bares que estén guapos, con aire acondicionado y demás. No podemos quitar a los locales el beneficio que produce el verano, porque si no, con el tiempo, tendremos sitios cutres y no conseguiremos ese turismo de calidad que es el que buscamos.
No puede haber turismo de calidad sin hostelería de calidad.
Eso es. Y además damos empleo todo el año.
Ahora mójese un poco más. ¿Qué me cuenta de los festivales que se solapan en fechas?
Están bien, pero se concentran todos en muy poco tiempo. Lo que no puede ser es qué en sesenta días, treinta estén tomados por tres festivales hosteleros, y no me refiero a los musicales, no. Me refiero a los hosteleros puros y duros. No pueden de ninguna manera estar ocupando esos dos meses de verano. Hay que desestacionalizarlos y regular los horarios para convivir todos.
Hábleme ahora de los pisos turísticos.
Lo que queremos es que sean legales. Es verdad que no podemos poner puertas al campo y este tipo de alojamiento se demanda mucho, pero tienen que tener la misma regulación que un hotel. Y otra cosa más.
¿Sí?
Los hoteles dan muchos puestos de trabajo. Los pisos turísticos no y añado más, para la hostelería no son buenos.
Comen y cenan en ellos.
¡Claro!
¿Cuántos hay?
Estamos intentando regularlos, pero ahora mismo no sabemos cuántos son. Lo que quiero dejar claro es que desde Otea lo que queremos es que se pueda convivir. Convivir con la hostelería, con las fiestas, con hoteles y pisos turísticos.
¿Qué espera Otea de la Navidad?
Ya se están instalando las luces para aprovechar el último fin de semana de este mes que es el Black Friday y hacer el encendido para darle impulso al comercio y también como ensayo al tardeo que es lo que queda del ocio nocturno.
Hay un público que prefiere eso.
Come y toma sus copas, pero va pronto para casa.
Para terminar, díganos que pedirá este año a los Reyes Magos, y sí, ya sé que es muy pronto para esto, pero ya que le pillé…
Fácil. Que el año 25 sea por lo menos como el 24. Que la hostelería se pueda mantener.