¿Es el modelo actual de servicio, líneas, conexiones y empresa(que tenemos) el que queremos? En la humilde opinión del que escribe, seguramente no. Es, más bien, el modelo que conocemos, pero es muy mejorable en muchos de sus aspectos clave
Dice Janette Sadik-Khan, nuestra Jane Jacobs moderna, a quien ya he nombrado alguna vez en esta columna por su clara influencia en el renacer sostenible de las ciudades modernas, que el autobús puede resultar tan poco seductor como un traje “Amish”. Se refiere a esa comunidad religiosa y cultural estadounidense que aún se desplaza en carruajes tirados por caballos.
Y es que el presente de la movilidad resulta muy lejano a la idea “moderna”, hablando en términos de la revolución industrial, prescrita durante todo el siglo pasado. Soñamos durante todo el con monorailes, coches voladores y energía barata pero lo que vuelve se parece más a aquel tranvía que desmantelamos, a aquel fierro de bicicleta olvidada con la que el abuelo iba a la fábrica o aquellos primeros automóviles con motores que funcionaban con energía eléctrica, pero que la industria del combustible fósil por grandes beneficios, ya se encargó de sustituir.
El eterno actor secundario en la movilidad urbana
Por lo tanto, aunque ya estamos en otro escenario, el ciudadano medio de cualquier ciudad española que puede permitirse tener un vehículo propio, ya sea para uso personal o familiar, sigue viendo el autobús como parte de ese pasado que desea dejar atrás. Claro, porque tiene la posibilidad de mirarlo con desdén desde el retrovisor mientras circula por la amplia infraestructura de calles y carreteras que, en esencia, impide que el presupuesto se distribuya mejor hacia el transporte público.
Es cierto que el autobús es un vehículo colectivo que no manejas ni controlas, que tienes que compartir con personas de toda condición, y que está sujeto a incidencias y horarios que teóricamente no siempre permiten exprimir al máximo tu tiempo. A veces, ni siquiera llega hasta un lugar cercano a tu vivienda o lugar de trabajo, ya sea por decisión propia o como resultado de un urbanismo que, como hemos visto tras el caos de miles de coches amontonados en la tragedia de Valencia, fue diseñado por y para el desplazamiento en vehículo privado.
A primera vista, pocas cosas compiten con la comodidad de tu propio coche, aunque luego en la práctica, su eficiencia para llevarte de A a B, su precio o su agilidad para moverte dentro de una ciudad, podríamos ponerlo en discusión y es más que probable no es oro todo lo que reluce. Frente a un buen y masivo sistema de transporte público bien diseñado y en ciudad, ni mucho menos.
Una pieza clave en las ciudades contemporáneas
Sin embargo, lejos de su desaparición, los autobuses, junto con otros muchos nuevos medios de movilidad públicos y con los que debería de convivir y compatibilizarse, viven un renacer importante. Toda ciudad que se preocupe del acceso y la movilidad general, sabe que es el medio más fácil y eficiente para extender una buena red de transporte público de manera fiable.
En Gijón, tenemos la suerte de disponer de una empresa pública y una red de autobuses bastante extensa, que funciona relativamente bien en muchas de sus líneas y que en general goza de buena salud. Más aún con los incentivos para su uso, opciones de conexión con otros servicios y los descuentos procedentes de las diferentes administraciones, que hacen del servicio aún más atractivo.
¿Es el modelo actual de servicio, líneas, conexiones y empresa que queremos? En la humilde opinión del que escribe, seguramente no. Es, más bien, el modelo que conocemos: que es útil en términos generales y no causa muchos problemas para quien gobierna la ciudad y a quien los gestiona, pero es muy mejorable en muchos de sus aspectos clave. Cuestiones que serán fundamentales para una necesaria reducción del tráfico rodado y en general, una mejora de la calidad ambiental de la ciudad.
¿Es Gijón Bus un servicio realmente accesible?
Aunque no pretendo hacer un repaso en profundidad, si comenzamos valorando el sistema y su acceso en términos digitales, podríamos afirmar que funciona razonablemente bien, desde el sistema de pago hasta la herramienta que indica el tiempo y la posición del autobús al que deseas subirte. Cabe cuestionarse si aún tiene sentido el pago en efectivo, algo residual y que, en otras ciudades, tras su eliminación, ha dado paso a la conexión del sistema con pequeños negocios del barrio para la adquisición o recarga de tarjetas prepago (Ciudadana, etc.), especialmente para los más mayores. Esto fomenta la interacción entre el transporte y los comercios del barrio, una relación más que necesaria.
Sin embargo, si hablamos en términos de accesibilidad universal, todo el mundo, hasta el propio ayuntamiento, sabe que es muy mejorable. Un problema que parte del propio estado de las aceras y las paradas de autobús, muy en conjunto con la falta de mantenimiento y dejadez del resto de las calles, hasta la propia capacidad de los propios autobuses, con autobuses muy antiguos y cuyas rampas o capacidades para atender a estos colectivos vulnerables, dejan mucho que desear o no siempre funcionan.
Por otro lado y muy relacionado con la accesibilidad, quien tenga la posibilidad de contrastar su uso con otros sistemas de otras ciudades, se dará cuenta de que la experiencia en su interior es más que mejorable y que más te vale agarrarte bien, si no quieres acabar en el suelo. Son muchos los continuos bamboleos importantes, fruto de acelerones y maniobras que te invitan a sentarte cuanto antes. Lo afirma el que escribe, persona en edad de resistir los embates pero que se puede imaginar perfectamente en la piel de muchos de sus usuarios menos capaces, que son en general mayoría. Esto se debe en parte a las propias capacidades de los vehículos pero no sería la primera vez que los usuarios asistimos a un manejo cuestionable y un escaso cuidado por quien va en su interior, una vez iniciada la marcha.
Nuevos autobuses, viejos problemas
¿Se solucionarán estos problemas con la llegada de los nuevos autobuses previstos? Es probable que se mejorará bastante en comodidad, sobre todo en los nuevos modelos pero el presupuesto destinado a su renovación, que no es desdeñable y es fiado, está lejos de ser el adecuado para que veamos en el corto plazo, una mejora en la práctica totalidad de las líneas.
Y por supuesto, no hemos hablado nada del recorrido actual de sus líneas, que aunque cubre competentemente la ciudad, tienen todas un trazado mejorable. Ni tampoco como mejorar su frecuencia o velocidad media, si tiene sentido extenderlo o no hacía la zona periurbana, algo que entraré más en profundidad en futuros artículos.
Es fundamental preguntarse si con renovaciones de la flota y sus sistemas de carga, algo que debería de ser lo normal y habitual en el propio mantenimiento de la empresa, algunos de estos detalles que hemos comentado y la propia movilidad general de la ciudad se mejora. En la opinión de quien escribe, es evidente que todo esfuerzo es bienvenido, pero no se acaba de ver iniciativa alguna que vaya más allá y se replantee el papel fundamental que tendrá el autobús en los años venideros, sin irse probablemente muy lejos en el tiempo, donde la ciudad será más sostenible o no será.
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