Por Luis Manuel Madiedo Hontañón, catedrático de Instituto y abogado
En Valencia, con todos los medios existentes en la actualidad, los máximos cargos políticos estuvieron incomunicados a los efectos de sus responsabilidades en los peores momentos de la crisis. Eso es intolerable, no puede ser
Asistimos con el corazón encogido a la catástrofe de Valencia con la riada monstruosa, derivada de una DANA de escala gigante, y nuestro primer impulso es el de solidaridad con nuestros compatriotas valencianos. También pensamos muchos que quizás algo podría haberse hecho mejor y simplemente, confiamos que el azar, combinado con un déficit de infraestructuras adecuadas y una mala gestión técnica, han generado un daño añadido que podría haberse evitado. Pasan los días, empiezan los análisis más en frio que permiten aclarar mejor la visión de las cosas.
Y resulta que sí, que el azar se ha puesto en nuestra contra, que tenemos un déficit en las infraestructuras vinculadas al desalojo del agua catastrófica en la región valenciana y además, otro de los factores cambia y se transforma: donde aparecía una mala gestión técnica, aparece una pésima gestión política, una funesta gestión política, una inasumible gestión política. Recientemente explicaba a mis alumnos el concepto de «la curva de difusión de la innovación» poniendo como ejemplo la evolución de la telefonía móvil. En esta curva el concepto de Early adopters, adoptantes tempranos en español, es crítico. Son los consumidores que tienen una necesidad que solucionar y estaban utilizando un producto para hacerlo, sin embargo estarían dispuestos a cambiarlo si se les ofrece algo mejor.
En el caso de la telefonía móvil los Early adopters fueron los altos ejecutivos de las grandes corporaciones y los máximos cargos políticos, que siempre deben estar disponibles para dar luz verde o luz roja a las decisiones que deben tomarse, y más que nuca en situaciones críticas. Pues bien en Valencia, con todos los medios existentes en la actualidad, los máximos cargos políticos estuvieron incomunicados a los efectos de sus responsabilidades en los peores momentos de la crisis. Eso es intolerable, no puede ser.
Ortega y Gasset, hasta el momento uno de los últimos filósofos en español, en su ensayo «La España Invertebrada» cuyo título ya de por sí es muy significativo, defiende la invertebración de España como la principal causa de su decadencia y, resumiendo, considera que «la rebelión sentimental de las masas alimentada por los particularismos y el odio a los mejores» son las causas de nuestra decadencia. En el desastre de Valencia se han puesto en evidencia negro sobre blanco, ambos motivos de la invertebración de España. Una estructura territorial del Estado cada día más cara e ineficiente y una clase política absolutamente incapaz por mediocre y elegida en función de su fidelidad más que de sus méritos.