Convertir en contraprestaciones las millonadas de dinero público con las que se riega ese sector
Esta semana está en boca de todos Arcelor. Por un lado, un reportaje del diario El País recogía lo que ya ha sido publicado y dicho en otras ocasiones por multitud de asociaciones, colectivos e incluso algunos partidos políticos: que Arcelor contamina más que nadie, y que la contaminación originada por esta actividad industrial nos enferma y nos mata. El reportaje, avalado por los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, no dejaba lugar a dudas, Arcelor es la instalación industrial mayor emisora de partículas en suspensión (PM10), la segunda instalación que emite más dióxido de carbono a la atmósfera y va también a la cabeza en dióxido de azufre y dióxidos de nitrógeno, todo ello veneno para nuestro aparato respiratorio, circulatorio, nervioso, y nefasto para nuestra salud, en resumen. De igual manera, y acompañando a este reportaje, la cadena SER realizó una serie de entrevistas a distintas personas que viven y padecen más cerca que nadie en nuestro municipio lo que implica Arcelor. Por otro lado, y curiosamente solo un día más tarde que estas noticias, la multinacional anunció que paraliza sus inversiones en Europa, y que esto del acero verde está por ver en qué para. “Esto” del acero verde viene a ser una modificación del sistema productivo de obtención del acero que conllevaría, en apariencia, un menor impacto ambiental. Proceso para el que tanto el Gobierno del Estado Español como el Principado de Asturias iban, o van – no está claro- a aportar casi 500 millones de euros. Es decir, primero sale una noticia en el ámbito nacional de lo que implica esta industria a nivel de salud y, no perdamos nunca esto de vista, de lo que implica en costes colectivos -que pagamos entre todos- mantener una actividad industrial altamente contaminante como Arcelor y, acto seguido, la empresa sale diciendo que esto de invertir, “me lo voy a pensar”. Y no será por perres lo de invertir, porque a poco que uno consulte algunos de los datos económicos de la empresa, los beneficios son estratosféricos, una burrada, pero claro, siempre cuentan en este sentido que, al tratarse de una empresa global, estos beneficios derivan de la gestión global.
A esto hay que sumar también otra noticia que hemos conocido esta misma semana, y es que el Tribunal Superior de Justicia de Asturias ha admitido a trámite una demanda presentada por el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente (IIDMA) en la que, de manera muy resumida, se acusa al gobierno asturiano de ser demasiado permisivo con Arcelor, de permitirle que contamine sin apretarle las tuercas en el cumplimiento de la Autorización Ambiental que establece sus niveles de contaminación. Vamos, que el Principado de Asturias en vez de exigirles que pongan filtros para que dejen de echar PM10 a escape libre y partículas sedimentables que riegan de hierro nuestros portales, terrazas y pulmones, les ha dicho que pongan una chimenea más alta para dispersar y llevar más lejos la contaminación.
Pero lo que ha hecho temblar una parte del sistema político, y también el mediático, es lo de que Arcelor no va invertir (cabe hacer el matiz de que la inversión prevista en Veriña de más de 200 millones que marchaba en paralelo a todo esto sigue adelante). Ha faltado tiempo para que una parte de la clase política se lance a decir que no es para tanto y la oposición a echarle la culpa al gobierno. Y así, entre ese barro, se deja de lado lo que tenga que ver con que esa empresa genera la contaminación que contribuye a enfermar a las personas que viven en Gijón. Y ese asunto, auspiciado bajo la magia de la promesa que todo lo malo cura, que es lo de que “cualquier actividad industrial trae prosperidad”, estoy seguro que facilitará que Arcelor, una vez más, haga lo que le dé realmente la gana con la industria, sus trabajadores y, sobre todo, con la bazofia que echa al aire que respiramos. Y llegados a este punto, uno se plantea que un sector estratégico como el acero, por el que se están pegando China y EEUU, convendría repensarlo y, al igual que sucede en otros países como Francia y Alemania con el sector del automóvil, por ejemplo, nacionalizarlo o, en al menos entrar como accionistas. Es decir, convertir en contraprestaciones las millonadas de dinero público con las que se riega ese sector en general, y esa empresa en particular, adquiriendo peso en la toma de decisiones, tanto en las económicas como en las medioambientales. Sin renunciar a generar beneficios, pero asumiendo un mínimo de inversión para conseguir reducir las emisiones contaminantes y la mejora de las condiciones de producción, y que no resulte que en pleno 2024 tengamos que elegir entre prosperar o enfermar.
Nosotros cerramos aquí para no emitir CO2 y China emite como si no hubiera un mañana y sin filtros. Nada, que para no contaminar no producimos.Cerramos y todos a la sidrería hasta que dure la deuda soberana, luego a la cartilla de racionamiento. Pobre Asturias infectada por el virus….
No Lililibli, aquí estamos para tener derecho a una vida normal, sin enfermarnos, sin respirar enfermedad, y SIN gastar nuestros impuestos en industrias inviables en lugar de otras cosas mas prioritarias.
Ese dinero que hemos regalado a Arcelor podría haberse usado para ayudar a sus futuros desempleados.