«El inquieto economista, con aires de dandi británico, indagó en el corazón humano sin regalar ‘florituras’ a esos que pretenden pasar por la vida levitando y sin mácula, instalados en una diplomacia facilona»
Pasan los días y esta tierra norteña sigue echando de menos a David Rivas.
Una tierra femenina y plural a la que Rivas abrazó sin mesura desde Madrid, Edimburgo o Guatemala. Desde Tampere, Cudillero o Quintueles. Desde Londres, Lima, Barcelona, Tenerife o Argañosu. El inquieto economista, con aires de dandi británico, indagó en el corazón humano sin regalar ‘florituras’ a esos que pretenden pasar por la vida levitando y sin mácula, instalados en una diplomacia facilona. Son los mismos que se dedican a revisar la historia para colocar celofán de colores donde a ellos les conviene, los mismos que están contra determinada tradición, cultura o lengua. Y estar en contra de una lengua es tan absurdo como estar en contra de una montaña o una puesta de sol.
Quiso Rivas al barrio alto de su Xixón del alma, aunque quiso más a su güelu Manolo ‘el Americanu’. Anarquista playu nacido en la Calle Rosario. Fue Manolo el primer cicerone de la mirada infantil de su nieto en Cimavilla. Una mirada que nunca perdió ese flaco elegante de tarabica y sombrero de indiano. Ser libérrimo con modales de marquesado, al que solo las emociones conseguían empañar memoria prodigiosa y gafas de maestro rural. Alegrías y tristezas alternando con un Martini en vaso corto y con hielo, en la mesa de un gran tipo que dominó a la perfección dos sentidos fundamentales para transitar por la vida: el común y el del humor. No hace mucho rememoraba Rivas, en compañía de este Aprendiz de playu, sus recuerdos más vivos; los de infancia.
En las fiestas de La Soledad, reinventando l´Antroxu prohibido y sin prohibir, con güelito Manolo, que no abandonaba sonrisa y abrazos hasta que la jarana se apagaba como un fósforo mojado y los gatos tomaban las calles. Se acordaba de su güela Carmina, su madre Aurina y un tal David Manuel en pantalones cortos, pidiendo chocolate con churros, finísimos, en El Mercante, aquellas largas tardes de bostezo otoñal. De rapacín tornó en rapazón, y del chocolate con churrinos pasó a la caja sidra y algunos ‘ginkas’ fabulosos, después de ver la peli de turno en el Cine Brisamar. Podría llamarse David Rivas Infante de todos los playos durante el aristocrático paseo dejando atrás Bajovilla. Cualquier mañana de escapada por Jovellanos City. Del Parchís al Muelle, periódico bajo el brazo, parada de café y anotaciones al ‘estilo jesuita’.
Mucho quiso y mucho hizo Rivas. En el Conceyu Nacionalista Astur, fundando Izquierda Unida, siendo profesor de la Universidad Autónoma de Madrid… Cabeza de cartel en UNA y Andecha, Academia de la Llingua. Trabajador incansable desde el Comité de Desarrollo Sostenible y Rural de la Comisión Europea, o en el Observatorio Latinoamericano de Ordenación Territorial. Su preciada firma apareció en más de setenta publicaciones, de economía, filosofía, filología, etnografía ecología, política, horticultura o fútbol. Mucho disfrutó de la sociología en el chigre y en la reflexiva charla en los estudios de la Radio Pública Asturiana, mucho disfrutó de los momentos compartidos con Charo, Olaya y Aida. Y dando ocurrentes discursos en el Congreso Nacional de Repunantes.
Mucho disfrutamos de Davicín los que nos acercamos al noble corazón de un asturianu ilustre, de un pensador universal.
Inolvidable humanista, querido David Manuel Rivas Infante de todos los playos.