Con una jornada completa de compra por delante, la percepción general preliminar es que la venta de décimos se ha incrementado este año; la adquisición ‘en máquina’ también suma adeptos, aunque la mayoría sigue prefiriendo el formato tangible
Ah, la buena suerte… Esa deidad tan esquiva como seductora… Ese ‘algo’ que para unos es fortuna; para otros, azar, y para unos pocos, mera invención… Sin embargo, en estas fechas del año la legión de aquellos que, de la noche a la mañana, pasan a confiar en ella se multiplica, y existe una razón de peso para ello. En menos veinticuatro horas, en la mañana de este domingo, 22 de diciembre de 2024, España entera contendrá la respiración ante una nueva edición del sorteo de la Lotería de Navidad. Las cifras que rodean a este evento marean… 2.590 millones de euros en premios, cuatro de ellos reservados para el Gordo, la friolera 185 millones de décimos emitidos… Ante semejante panorama, no es de extrañar que, en esta jornada previa, los ánimos estén excitados en millones de hogares de todo el país. También en Gijón, donde administraciones loteras y clientes cuentas las horas que les separan del gran momento, hacen las compras de última hora… Y replican supersticiones y costumbres de ediciones anteriores con el deseo colectivo, sin embargo, de que la dosis de suerte no sea igual, sino mayor. Mucho mayor, a ser posible. Preferentemente, millonaria.
«Este año estamos teniendo mucha afluencia; más que el pasado, creo», analiza Andrea Juliana, parapetada tras el mostrador de la administración número 25, la incombustible ‘La Curuxina’, toda una institución gijonesa que este año cumple, cuatro décadas en la ciudad. Las cifras parecen refrendar su reflexión… Desde que, el pasado julio, un mes antes de lo habitual, se abriese el proceso de adquisición de décimos, las terminaciones acabadas en 5 y 7 se han agotado, y la 13 quedó extinta en septiembre. «Las supersticiones no varían demasiado de un año a otro: la terminación 15, la 69, los números 7 y 5…», detalla Juliana. Su experiencia es perfecta para fijar una comparación con sorteos precedentes, y constatar que, efectivamente, la Lotería de Navidad «es, sobre todo, cosa de personas mayores, por tradición, aunque también juega gente joven; es el sorteo en el que más chavales vemos». Eso sí, en su caso concreto hay algo que no varía: la predilección por el décimo físico, tangible y decorado, en vez de por aquel expedido digitalmente. Y es que, concluye Juliana, «a la mayoría la ‘máquina’ no les acaba de convencer… Se prefiere lo de toda la vida».
La Lotería, como la Navidad misma, se desarrolla envuelta en tradiciones, y una de ellas son las largas colas de rezagados que se forman delante de las administraciones en estos días finales. De ahí que Inés Cano Oliva, gerente de la administración número 8, agradezca los escasos momentos de respiro de que puede disfrutar en las horas de apertura al público. «Llevamos treinta años, y siempre tengo esperanza de que haya suerte; se está vendiendo bastante bien, y todavía queda margen, que a última hora todos se acuerdan», relata, con una sonrisa cómplice de oreja a oreja. Su optimismo, en este caso, tiene una base empírica; hace algunos años entregó un quinto premio, hito que confía en repetir, si no en mejorar. «Esta vez vamos a dar el Gordo», promete. Claro, que eso dependerá de los números… También aquí, como en ‘La Curuxina’, el 5 y el 7 son particularmente conquistadores, por contraposición al 1 y al 0, que «son los que menos quiere la gente; es como si diesen calambre, o algo así, aunque alguno también sale». Y el ticket expedido por la ‘máquina’ parece abrirse camino. «Cuando se quiere elegir número o fecha, se tira de ello, porque no queda otra, y sí que noto que cada vez se tira más por ahí»
Vitaly Moskal es parte de ese colectivo de quienes no le hacen ascos a la innovación. Este ciudadano ruso llegó a España desde su Vladivostok natal hace once años; en su caso, su relación con el sorteo comenzó en 2019, el mismo año en que dio el salto de Madrid a Gijón. Desde entonces, cada Navidad juega «una media de ciento cincuenta euros» en décimos, comprados aquí y allá. El último lo ha adquirido en el receptor mixto 35.600, en el barrio gijonés de La Arena; el mismo, de hecho, del que son la mayor parte de ellos. «Me gusta confiar en lo que tengo cerca; es como mi superstición, o algo así», confiesa, tímido, sin soltar el ticket que acaba de recoger… Y cuyo contenido, por respeto a dicha creencia, prefiere no revelar. Ahora bien, lo que sí admite es que este 2024 atesora una ilusión especial. «Creo que voy a tener suerte… A lo mejor no es el Gordo, y es otra cosa, pero… Tengo eso que los españoles llamáis un pálpito», vaticina. Y, aunque reacio a revelar el número que ha jugado, no lo es a revelar en qué gastaría el dinero que ganase, si esa esperanza se revela cierta: en «montar mi propia empresa de albañilería, con algún trabajador, una furgoneta… Me dedico a eso, y ya quiero ser autónomo».
Puede, y sólo puede, que a hacer ese sueño realidad ayude Belén Merino, trabajadora de ese despacho 35.600 de La Arena. Ahora bien, su percepción es un poco diferente a la de Juliana, o a la de Cano. «Me parece que se está vendiendo menos que en 2023; no mucho, pero un poco menos», afirma, algo que atribuye, como una mera posibilidad, a «que haya mucha saturación de juego», sin olvidar el detalle incuestionable de que «tampoco es el sorteo en el que más toca, ni a más gente». Sí coincide, por contra, en la mayor afluencia de clientes de edad avanzada; de hecho Moskal, que rondará los cincuenta años, es de los que contribuyen a rebajar la media. Precisamente por eso pocos son los que se conforman con un simple ticket expedido por la ‘máquina’… «Nosotros imprimimos en formato décimo pero, claro, aun así muchísimos vienen preguntando por el convencional, con la Virgel, San José, el niño Jesús…; y mira que les explico que son lo mismo, pero muchos no quieren otra cosa», relata. Un matiz que no enturbia la confianza de Merino en que este año, por primera vez en la historia de este receptor mixto, puedan dar un premio. «Va a caer. Todo. Seguro».
Esa misma convicción es compartida por Miguel Bandera. Vecino de Luanco, acude a Gijón cada día para desempeñar su trabajo de empleado de supermercado… Y, de paso, para proveerse de los décimos necesarios para disfrutar debidamente del acontecimiento de mañana. «Mira que me fastidia decir esto, siendo de Gozón, pero Gijón lo va a petar», se carcajea a la salida de una de las administraciones de La Arena. Como Moskal, no es amigo de compartir qué número o terminación ha elegido, aunque ni falta que hace. La esperanza la lleva dibujada en el rostro… Y no es primerizo. «Otros años ya me tocaron cosillas; siempre pequeñas, claro, o ahora estaría en el Caribe, pero ahora es distinto», presume. Por descontado, la susodicha región de Centroamérica está dentro de sus planes, en caso de que el sorteo se vuelva a su favor. Antes de retornar a su puesto, augura que en breve estará «en una playa caribeña. Lo hemos hablado mucho mi mujer y yo. Como nos toque el Gordo, o algo importante, nos vamos a ir al Caribe, a Dubái, a Australia… Unas vacaciones largas, que los dos las necesitamos, y tenemos todos los agujeros tapados».
De todos modos, si alguien sabe de suerte es María Victoria Muñiz, gerente del estanco Ramona Rodríguez, bautizado así por su madre. Habitual en el reparto de alegrías y en el disfrute de las mismas, su risueño rostro es todo un reclamo para un legión de fieles que confían en su expendeduría para llamar a la fortuna. «No hay dos sin tres, así que este año fijo que aquí toca», promete, sin dejar de atender a sus numerosos clientes. Porque esa palabra, ‘numerosos’, es de lo más oportuna, visto lo visto… «Hay más personas que se animan, más ganas… Este año se está notando mucho», concreta. Y eso que, en su caso, como en el de Merino, sólo venden décimos preimpresos, lo cual «ha traído algún que otro problemilla. La gente a menudo quiere la lotería ‘tuneada’, con los dibujos, aunque la ‘máquina’ gana cada vez más adeptos; sobre todo, cuando es para regalar, o se busca una fecha o un número especial». Una ‘máquina’ bien «calentita», que no deja de escupir décimos y que, reitera, «va a darnos una alegría el domingo».