No en todos los casos las reformas son esas obras que exterminan cualquier valor histórico o patrimonial del edificio objeto de ellas
Esta semana vamos a hablar de un edificio de Gijón que está siendo objeto de una reforma integral y que está situado en una de las millas arquitectónicas de la ciudad, la calle Marqués de San Esteban. Concretamente hablamos del inmueble situado en el número 21 de esa calle, entre el edificio que alberga en sus bajos la pizzería “La Competencia” y el edificio (excepcional edificio habría que decir) que alberga en la actualidad el local “Buddha”
No siempre, y no en todos los casos, las reformas son esas obras que exterminan cualquier valor histórico o patrimonial del edificio objeto de ellas. Hay excepciones, como podemos observar en esa misma calle con el edificio del actual Hotel El Môderne, joya del Art Decó y obra de Manuel y Juan Manuel del Busto. Y es que, en el caso que nos ocupa, o al menos lo que se percibe desde afuera, es que se ha respetado la esencia externa del edificio. Esperemos que al menos también hayan respetado la de las zonas comunes más destacadas del interior, como las escaleras de acceso. Pero, empecemos por el principio: obra de Juan Manuel del Busto y Miguel Díaz Negrete del año 1956, el edificio se encuadra dentro del estilo denominado Movimiento Moderno que, básicamente y tomándome las pertinentes libertades de síntesis, consistió en que el estilo arquitectónico grandilocuente, de imitación monumental y profusamente recargado que en ocasiones llegaba hasta el absurdo que primó (y casi se obligó) en los primeros años de la dictadura franquista, fue dejando paso a un nuevo enlace con la modernidad abandonada tras el racionalismo de los años 30, dando lugar a un movimiento, que ya quedó establecido y que conocemos como Movimiento Moderno. Nuestro edificio es fiel ejemplo de ello, con el uso de elementos muy asociados al inicio de este estilo en Gijón, como es el ladrillo caravista rojizo que luego fue usado y reusado hasta la saciedad y el aburrimiento o el gresite, esas piezinas de colores, teselas pequeñas y cuadradas, que en este caso rodean el vano de los huecos de las ventanas, dando el conjunto una sensación de orden y sencillez no exento de cierta elegancia, especialmente si tenemos en cuenta que el volumen del conjunto construido no es precisamente pequeño.
Su simetría también nos debería llamar la atención, concebido originalmente como un edificio de oficinas, contaba con un elemento central de servicios y distribución y con un ala funcional a cada lado, dando como resultado una característica forma abierta al conjunto. El edificio, como siempre en esta friki-sección de edificios gijoneses, está catalogado; en concreto con la ficha del Catálogo Urbanístico, ED-106-P (de donde podéis consultar información), dotando esta ficha a esta “moderna” construcción de una protección parcial. En concreto se pone especial énfasis proteccionista en el mantenimiento del gresite tal y como está, sin pintarlo ni ponerle plaqueta de mayor tamaño, ni nada que lo enmascare, así como tocar el revestimiento (el ladrillo y cornisas vistas) dado que todo ese conjunto es el que dan sentido al edificio. Finalmente, también se protege la singular escalera de mármol de acceso, doble y en curva. Por otro lado, la antigua distribución de oficinas por plantas no cuenta con ninguna protección, lo que ha permitido el cambio de usos actual y destinar el edificio a viviendas. Es, en esencia y en apariencia, un ejemplo de aplicación de la normativa de protección básica e imprescindible para mantener la geografía patrimonial arquitectónica de nuestra ciudad, a la vez que se permite que el edificio vuelva a tener un uso que le dé, al menos otros 70 años de vida. Lo que no debe hacernos olvidar que, aun con todo, el resultado de esta obra es un urbanismo del lujo que encuadrará 34 viviendas, ya vendidas, en el proceso de gentrificación que asola Gijón.