Debemos tratar de disfrutar de las joyas en forma de edificios que aún nos quedan y esta, la de San Bernardo 15, es una de las más guapas del siglo XIX que queda en pie
Este primer artículo de 2025 sobre los edificios molones de Gijón quiero dedicarlo a lo guapo; ya tendremos tiempo de analizar obras futuras que se prevé cometer sobre el patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad en forma de nuevos usos, recrecidos y un sinfín de procesos que hacen que nuestro paisaje urbano siga en plena trasformación y en ocasiones, y por desgracia, en plena degradación. Pero hoy, limitémonos a disfrutar de lo bello, y de lo espectacular… Y de ambas tenemos en cantidad suficiente en el edificio del que hablaremos a continuación. Está ubicado en la calle San Bernardo, aunque también hace esquina con Julio Somoza, y su parte de ‘atrás’ (aunque sea la parte orientada a San Lorenzo) mira a esa mini calle llamada Rectoría. Hasta hace no mucho estaba lleno de andamios, pero a día de hoy es posible disfrutarlo tal y como se ve en la foto que acompaña este artículo, con ese rojo tan llamativo, y a la vez característico, de muchas de las edificaciones de finales del siglo XIX.
Me imagino que ya lo tenéis ubicado, cerca del Ayuntamiento, casi enfrente de la tienda del Sporting y del nuevo restaurante El Globo. Pasa, pese a su evidente espectacularidad, algo desapercibido, y requiere que nos detengamos a fijarnos en él para apreciar su extraordinaria y rica composición.
Obra del maestro de obras (titulados que no eran arquitectos, pero que desarrollaron una cantidad ingente de construcciones, algunas de ellas extremadamente notables, en Gijón, durante décadas, hasta su extinción profesional en la década de los años 30 del pasado siglo) Pedro Cabal, fue construido en 1896 por encargo del potentado Froilán Miranda.
El edificio destaca por varias cuestiones, una de ellas, aunque sea de las que no se ve a simple vista, es que conserva (aunque parece haber recibido refuerzos en ese aspecto) su estructura interna original de madera, hecho poco habitual por la sucesiva desaparición en nuestra ciudad de ese tipo de edificios. Más allá de ese detalle, que nos remarca la naturaleza original de estas bellas piedras, es necesario fijarse en muchas otras cosas, desde su puerta de acceso al portal, rotunda y grandiosa, a sus no menos rotundos y espectaculares miradores originales en piedra (ni en hierro, ni en madera ¡en piedra nada menos!), su excepcional cornisa superior de sillería labrada, o sus decoraciones vegetales. Es una muestra de poderío económico muy al gusto burgués de ese momento, y que representa la consolidación de una época dorada para la profusión decorativa y la ostentación constructiva en numerosos edificios de nuestra ciudad, de los que desgraciadamente ya no quedan muchos. Un apunte más, para los más curiosos de la intrahistoria: este edificio, como la inmensa mayoría de los edificios plurifamiliares similares a este que se construían en ese momento, se hacían con el fin de alquilar sus pisos, no para venderlos. Esa forma, la actual, de comercializar los pisos en exclusiva para su venta, comienza a surgir a finales de los años 50 o principios de los 60 del siglo XX. De hecho, pronto hablaremos del primer edificio que se comercializó en Gijón con ese objetivo. Pero sigamos.
Nuestro edificio de hoy, por suerte, cuenta con protección integral, reflejada en la ficha del Catálogo Urbanístico ED-100-I. Y digo ‘por suerte’ porque es muy probable que si esto no fuera así ya hubiera sufrido alguna variación, como podemos apreciar en otros muchos inmuebles de esa misma calle, siendo el ejemplo más sangrante de todos la barbaridad de nueve plantas que se va a perpetrar sobre los restos de la fachada de una obra de Manuel del Busto de 1916, ubicada en el 23 de esa misma calle.
Es por este presente de recrecidos y decorados que asolan, arruinan y acosan ahora mismo la arquitectura de alto valor patrimonial de la ciudad, que debemos tratar de disfrutar de las joyas en forma de edificios que aún nos quedan y esta, la de San Bernardo 15, es una de las más guapa del siglo XIX que queda en pie.