Cuando usted, que está leyendo esto, o yo, presentamos estos argumentos automáticamente se genera un debate bronco, agresivo y ajeno a todo razonamiento que empieza por llamarnos homófobos, tránsfobos o sencillamente fascistas
“La democracia muere en la oscuridad”, dice el lema tradicional del periódico americano The Washington Post. La democracia y los debates en democracia necesitan luz, libertad de expresión y respeto entre las partes. Sin embargo, en nuestro país un número cada vez mayor de personas manifiestan entender cada vez menos cuando se habla de cuestiones relacionadas con la identidad sexual y eluden peligrosamente cualquier debate y reflexión al respecto. Analicemos los motivos.
El colectivo LGTBI representa a las personas lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales que reivindican que su orientación sexual, su forma de vestirse o mostrarse a los demás no debe ser objeto de persecución o discriminación y que las leyes deben proteger todos los derechos que denominamos “de libertad sexual”. Nadie hoy debería dudar del reconocimiento universal de este derecho a toda persona.
Desde hace algún tiempo unas ideologías más “líquidas” que se definen como no normativas, en el sentido de que no reconocen categorías aceptadas comúnmente por el resto de la sociedad, pugnan por añadir al colectivo LGTBI otros símbolos como el Q+. Estas teorías, con una visión más propia del liberalismo sexual que de la libertad sexual, defienden unos supuestos principios y derechos como: que el sexo no existe; que la prostitución y la pornografía son trabajos como otros cualquiera; o que, si dos hombres desean ser padres, su deseo debe convertirse en un derecho y en un negocio permitiéndoles alquilar a una mujer para que geste a una hija o un hijo que luego les será entregado a cambio de un precio.
Frente a esas posiciones, muchas personas somos bruscamente expulsadas de la discusión democrática y pacífica cuando intentamos razonar que el sexo es tan real como la edad, que la prostitución es una forma de esclavitud que debe ser erradicada, que los salvajes contenidos pornográficos situados en internet sin filtro ni control dañan a los menores o que los vientres de alquiler son una práctica no permitida en España y que así debe seguir siendo porque vulnera los derechos de las mujeres y también de los menores comprados. Cuando usted, que está leyendo esto, o yo, presentamos estos argumentos automáticamente se genera un debate bronco, agresivo y ajeno a todo razonamiento que empieza por llamarnos homófobos, tránsfobos o sencillamente fascistas. Con estas actitudes los defensores de estas ideologías liberales líquidas nos expulsan de un debate que necesita luz y respeto en democracia.
Carmen Eva Pérez Ordieres es concejala del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Gijón/Xixón
Vaya forma de mezclar churras con merinas. Ana Obregón debe ser Q+, la prostitución es Q+.
Vaya forma de polemizar