Son decenas las tiendas de alimentación, pescaderías, carnicerías o fruterías que siguen funcionando en el centro y en los barrios pese a la proliferación, cada vez mayor, de supermercados e hipermercados; el alto nivel del producto, junto con el trato, es clave para mantener clientela
Llevan décadas dando servicio y tejiendo comunidad. Punto de encuentro de vecinos, a sus locales acuden clientes habituales y otros muchos de paso para adquirir productos de alimentación que tienen como denominador común la calidad. Es la manera, coinciden, que tienen para diferenciarse con respecto a otros comercios, además del trato personalizado que dan. miGijón visitó cinco de los más veteranos de la ciudad para conocer de primera mano su situación.
35 años lleva Ana Isabel Morán regentando La Tienda de Ana en Cimadevilla, en la calle Sebastián Miranda. «Yo ofrezco calidad en la fruta, la calidad que no te da un supermercado, porque evidentemente en precio no puedo competir. Básicamente vendo fruta y verdura, y procuro tener lo que hay en cada estación. Intento traer cosas de proximidad, de huertos ecológicos. Es algo que la gente valora, además del trato del día a día, porque mi clientela es habitual, esto no es sitio de paso», relata.
En un barrio con unas características peculiares, y pese a que consigue sobrevivir, considera que la venta en su comercio va a peor por cambios en los hábitos de la gente. «La gente de aquí de toda la vida es la que compra, pero los nuevos que vienen a vivir tienen otro tipo de costumbres. No cocinan. Lo que vendes son aguacates, lechugas y tomates. Cebolla, pimientos y demás, eso menos», explica Morán, que defiende la existencia de pisos turísticos en el barrio «siempre cuando sean legales. Esa gente, que son familias, viene bien a los comercios y negocios de Cimadevilla porque consume».
En el Mercado del Sur se encuentra una pescadería con nombre muy relacionado con el barrio alto: Los Playos. Este recinto es muy especial, porque mantiene numerosos comercios de diferente tipología con el sabor de antaño. «El mercado de Gijón se caracteriza por el buen producto. No competimos en precio, competimos en calidad. La fruta, la carne, el pescado… La gente viene a buscar eso», afirma Pedro Fernández, que lleva 23 años en el puesto, «desde que abrió el mercado».
Son muchos los clientes que, alrededor de las 13 horas de un día laborable, cuando se produce esta conversación, se acercan a los diferentes puestos. En el caso de Los Playos, buscan «productos que no encuentran en otro lado. Tenemos por ejemplo siempre angula en temporada, mariscos de aquí como centollos, ‘bugre’ o quisquilla, mero al corte, rodaballo al corte…». «La gente consume cada vez más pescado y marisco”, celebra Fernández, que también cita al «trato personal que no encuentran en otros comercios» como clave para la buena salud de su negocio y los de características similares.
Cerca del mercado, muy próximo a Begoña, en la esquina de Anselmo Cifuentes con Padilla, se encuentra El Aldeano. María Ángeles Franco lleva 30 años al frente del negocio y, junto con Antonio Alves, confiesa que «nunca vendimos tanto como ahora» En su fachada destacan la frase ‘Productos de aldea’ y, afirman, ahí está la clave. «La gente quiere ese tipo de productos, tiene los otros comercios para lo otro», dice Franco, a lo que añade Alves que «son todo materia prima de primerísima calidad”.
Considera él que «el gran problema que tiene ahora mismo el pequeño comercio son los gobernantes, que no dejan sembrar a los aldeanos» y celebran tener una clientela fija, «del barrio», y también gente de paso. «Por aquí viene gente de Viesques, Valdesoto u Oviedo a por nuestro producto de aldea”, destacan.
Próximo a su jubilación está Evaristo Santos, que regenta la tienda que lleva su nombre, Casa Evaristo, y abrió junto con su padre, también Evaristo, en Ceares, en la calle Quevedo, y que desde hace 6 años se mantiene unos metros más allá, en la esquina con Felgueroso, al ser derruido el edificio que albergaba el comercio para levantar otro de nueva construcción. Su familia salió en 1972 de Merillés (Tineo) hacia Buenos Aires, «de un pueblo de 12 vecinos a una ciudad de 12 millones de habitantes», hasta que en unas vacaciones para visitar a familiares de Gijón «vi que se traspasa la tienda de la calle Quevedo. Ahí fuimos saliendo adelante, trabajándola más mi padre en aquellos años». Corría el año 1979.
En el 1995 ya se colocó en solitario al frente del negocio, que sobrevive, también apostando por la calidad y el trato, pese a que la situación «está muchísimo peor que en los 90. Dicen que hay más superficies, pero no, hay más superficies pero también 4.000 comercios menos. Cerró la Ferretería El Nene y no hay donde comprar un tornillo en el barrio». «Las cosas suben mucho y los sueldos no», añade Santos, que explica, mientras valora la posibilidad de un traspaso, una venta o un alquiler, que negocios de su perfil tienen futuro «si se quiere trabajarlo”, a lo que añade que «la ciencia no está en vender, está en comprar».
También desde la década de los 70, en concreto desde el año 1972, mantiene abiertas sus puertas la Carnicería Javier, situada en El Llano, en la avenida Schulz esquina con Ana María. «La abrió mi hermano y después se jubiló y llevo yo con ella 6 años», relata Adelaida Menéndez que, antes, por 14 años, regentó otra carnicería en Contrueces. Nota mejoría con respecto a los tiempos de la crisis porque «trabajo hay mucho», pero al tiempo asegura que «hay que dedicarle mucho para cubrir impuestos, que cada vez nos suben más. Eso es lo que más nos martiriza, sobre todo a los autónomos, que no tienen derecho a nada. Hay que sacrificar mucho».
«La gente está cambiando un poco, le vuelve a gustar la tienda de barrio y el trato más personal. El envasado sí es verdad que es más barato, pero la mitad no se consume y va para la basura, por lo que al final sale caro», destaca Menéndez, que como punto fuerte de su negocio valora «el trato personal, el tú a tú, familiar. Hay gente que conoces de toda la vida, que saben que no hay ni trampa ni cartón, que vamos a estar ahí siempre y en la misma línea de calidad. El producto es siempre lo más importante junto con el trato».