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Se cumplen diecinueve años de aquella edición del Antroxu gijonés en la que, con el mundo pendiente del avance de dicha enfermedad, la estatua del héroe de Covadonga fue ataviada para la ocasión… Con cresta y plumas, desde luego
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Los años 2000 dieron muchos rompederos de cabeza al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Primero, con la enfermedad de las ‘vacas locas’ y, más tarde, con la ‘gripe aviar’.
Aunque con esta última se pedía tener una “objetiva tranquilidad”, bien es verdad que se fue complicando con los meses.
De hecho, la Unión Europea decretó una prohibición global a la importación de plumas de ave.
¡Con los dineros que se gastan los charangueros en tales atrezzos!
Es de ley recordar al primer grupo en utilizar tal complemento en sus trajes. Hablamos de la única comparsa en formar parte del Antroxu, los de O´Culo Moyao.
Aunque en estos momentos el conseguir plumaje no es tan complicado gracias a las plataformas de internet, que lo venden todo, hasta el alma si hace falta, en los años 2000 casi, casi era mejor ponerse a criar gansos, avestruces e, incluso, gallos, antes de ponerse a buscar, como si no hubiera mañana, las plumas que desfilarían por la carretera de la Costa, o bailarían al son de los tambores en el Teatro Jovellanos durante el concurso de charangas.
Ya no hablamos del coste en perres que supone a las formaciones incluir en el vestuario complemento tan glamuroso y vistoso, aunque el despliegue de metros de tela, lentejuelas y ‘brilli brilli’ no parece importar lo más mínimo a la hora de idear el traje a lucir.
Nuestro amigo Pelayo no iba a quedar indiferente al asunto aviar, y en la edición 2006 se convirtió en un gallo más amarillo que los de corral, y con una cresta tan carnosa como majestuosa. Y, como la vida real de este animal en la granja está relacionada con la jerarquía que toma el bicho dentro del grupo, añadimos a nuestra estatua, al que no nos comimos una vez concluido el Antroxu, un porte aún más real y majestuoso de lo normal.
Lo que no sabemos es si al amanecer cacareó su inconfundible «kikirikí» o si, en algún momento del Antroxu, bajó del pedestal en busca de una guapa gallinina.
Eso lo dejamos para la imaginación de cada cual.