«El Parque del Piles congregó en la zona a muchas generaciones que como la mía, al pasear por esta zona no pueden evitar que en lugar de ería pensemos en un erial«
Fue con la llegada de Vicente Álvarez Areces a finales de los ochenta cuando las autoridades locales se dieron cuenta de cuánto tiempo llevaban de espaldas al mar en una ciudad cuya principal y más destacada fachada es la marítima. El impulso municipal, el respaldo del entonces ministro de Obras Públicas y Medioambiente, Josep Borrell, y los abundantes fondos europeos de la época convirtieron a los casi dos kilómetros que unen la iglesia de San Pedro con la senda del Cervigón en el paseo de referencia para propios y extraños, para los de aquí y para los que volverán a venir cuando el bicho permita abrir nuestras fronteras.
Cien años tuvieron que pasar desde la construcción del paseo de un muro ideado por Jovellanos para que San Lorenzo recuperase un tronío que desde el punto de vista urbanístico ni lo tiene ni parece que, de momento, lo vaya a tener. El desarrollismo de los años sesenta y la llegada a Asturias de Ensidesa, convirtieron a Gijón en una ciudad de aluvión que en los años 70 necesitaba construir rápido y mucho para atender la ingente demanda de familias de trabajadores que llegaron al calor de una gran oferta de empleo. Sin más normas que la de pagar una multa antes que rebajar las alturas de la edificabilidad, la avenida de Rufo Rendueles se convirtió en el auténtico muro de la ciudad. Con más prisa que sentido se edificó de tal manera y tan mal que San Lorenzo se convirtió posiblemente en la playa urbana con más sombras del mundo. La ciudad dio entonces la espalda al mar hasta que la remodelación del paseo permitió enmendar en parte lo mal hecho enfrente del agua.
Pero Gijón, o mejor dicho sus autoridades, suelen caer con facilidad en el olvido y hoy, casi tres lustros después de que la construcción del muro cumpliese su primer siglo de historia, celebramos a nuestro pesar que la ería del Piles, lo que podíamos identificar como el espejo del muro, cumple veinte años pendientes de que alguien quite de una vez los matojos que han convertido una ería en un erial.
Desde comienzos del nuevo siglo se han sucedido de forma fallida los proyectos en una de las zonas de la ciudad más privilegiadas paisajísticamente.
En 2001 el Ayuntamiento planeó la construcción de un centro de talasoterapia como primer paso para convertir un área de casi 40.000 metros cuadrados frente a la playa de San Lorenzo en una zona de ocio y servicios. El proyecto acabó trasladándose en 2004 a terrenos de la Autoridad Portuaria de Gijón junto a la playa de Poniente.
Unos años después, empresarios catalanes plantean instalar en la ería un complejo de ocio al mismo tiempo que Orenes-Franco ofrece al Ayuntamiento construir el balneario fallido más un casino. La operación se truncó cuando el Gobierno del Principado acaba otorgando al grupo Carbajosa la concesión de un casino pero en el antiguo hotel Hernán Cortés. Una decisión que generó discrepancias políticas entre el Presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, y su sucesora al frente de la Alcaldía de Gijón, Paz Fernández Felgueroso.
La ería del Piles sería un lujo para cualquier ciudad que se precie de defender su fachada marítima
En 2008, el Ayuntamiento da vía libre a un proyecto para construir una torre de 13 plantas y un complejo comercial que tendría como inquilinos a El Corte Inglés y McDonalds, entre otros. Fueron los vecinos los que a finales de 2010 lograron que el juez paralizara cautelarmente el plan urbanístico de la Ería del Piles. Desde entonces, se han sucedido procesos judiciales y la aprobación del Plan General de Ordenación de 2019 que permite tramitar un nuevo Plan Especial de Reforma Interior (PERI) para esta zona.
En esta ciudad hemos visto durante años el esqueleto de un edificio en la calle Jovellanos, junto a una plaza del Naútico donde se eternizó la demolición de la segunda planta del actual edificio. Seguro que muchos se acuerdan de la llamada “manzana reseca” en la Avenida de la Costa y todos somos conscientes de que hace diez años que un túnel atraviesa la ciudad con agua y sin trenes.
La ería del Piles sería un lujo para cualquier ciudad que se precie de defender su fachada marítima. El Parque del Piles congregó en la zona a muchas generaciones que como la mía, al pasear por esta zona no pueden evitar que en lugar de ería pensemos en un erial. Que no pasen otros veinte.
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón